En un verdadero tablero de ajedrez se ha convertido la campaña electoral para el 2018, a punto de cerrarse las inscripciones de los candidatos en la Registraduría, el 11 de Diciembre del año que termina.
Por el lado de los que apoyaron el Sí a los acuerdos de La Habana, está la coalición al Congreso de la llamada Lista decente, integrada por Todos somos Colombia, de la candidata presidencial Clara López Obregón, Progresistas, del candidato residencial Gustavo Petro, seguidos de la Unión Patriótica, con Aida Abella, candidata al Senado, de Mais, Movimiento alternativo Indígena y Social y de Asi, Alianza Social Independiente.
La otra vertiente que defendió el Sí está compuesta por “Coalición Colombia”, integrada por Polo Democrático, con el candidato presidencial Jorge Robledo, “Alianza Verde” con la Candidata presidencial, Claudia López, y “Compromiso Ciudadano”, con Sergio Fajardo como candidato presidencial.
Por el lado del Partido Liberal están los integrantes de la U, con Humberto De la Calle, como candidato presidencial.
Entre los que apoyaron el No está el “Centro Democrático”, que aún no ha definido “el que diga Uribe” como candidato presidencial, Marta Lucía Ramirez, candidata presidencial del partido conservador y Germán Vargas Lleras, candidato presidencial de “Cambio Radical”.
Estas son las fichas más importantes en este tablero de ajedrez. Nunca antes en la historia política de este país se había presentado una situación tan compleja e interesante como la que estamos viviendo de cara a las elecciones del 2018, elecciones que serán trascendentales para definir el porvenir económico, político, social y cultural de las nuevas generaciones de este país
Por un lado está la defensa e implementación de los acuerdos de La Habana, para lo cual se necesita un Gobierno de transición que, con un candidato unitario asuma la responsabilidad de un programa mínimo democrático que permita el consenso de las diferentes fuerzas políticas y sociales de avanzada, que, a través de un Frente Amplio Democrático, impulse las Reformas del Acuerdo de La Habana, y las demás transformaciones estructurales que están pidiendo las mayorías nacionales.
Entre ellas, por supuesto, la Reforma de la Justicia, la Reforma del Sistema de Salud, la Reforma Rural Integral, la Reforma electoral, la política de vivienda, de educación, de empleo, del medio ambiente, de seguridad y de movilidad.
Es decir, en las próximas elecciones el país se estará jugando el futuro de las nuevas generaciones. Por eso para el movimiento de la democracia avanzada, inicialmente originado por todas las tendencias que apoyaron los diálogos y Acuerdos de La Habana, lo esencial es confrontar el modelo económica neoliberal que está impidiendo el desarrollo sostenible de la naturaleza y de las mayorías populares sumidas en el hambre, la pobreza y la miseria.
Por supuesto que de estos temas se va hablar poco en la campaña electoral. Los que manejan las comunicaciones de masas no van a permitir que los sectores alternativos jueguen un papel significativo con su discurso progresista. Todo está indicando que, con el comportamiento cicatero, mezquino y lleno de miedo frente a la JEP y a la Comisión de la Verdad, algunos sectores de la extrema derecha, se encargaron de hundir reformas tan importantes como la Reforma Política, la Jurisdicción Especial para la Paz, que si no está muerta, por lo menos está en cuidados intensivos en la Corte Constitucional. Lo mismo ocurrió con las 16 circunscripciones especiales para las víctimas del conflicto armado, que ahora dependen del visto bueno de la Corte Constitucional.
En esta campaña electoral se van a utilizar las armas de las pasiones más bajas. Aquí tenemos experiencias de cómo se manejó el plebiscito del 2 de octubre por parte de los directivos del “Centro Democrático”. Por eso es pertinente y necesario llamar la atención de los militantes de la democracia avanzada para que no se duerman en los laureles, porque si no logran llegar a un candidato presidencial unitario, estarán propensos a una debacle política que las nuevas generaciones les van a cobrar sin contemplaciones.
Solo con un candidato unitario de los sectores democráticos que están por la defensa e implementación de los acuerdos de La Habana, y demás reformas inaplazables que necesita el país, y que además tenga la capacidad de transmitir el discurso contra la “posverdad” de los guerreristas, como aquella de “la entrega del país a los terroristas de las Farc “, o que el propósito de la paz era “volver homosexuales a nuestros niños” y “empujar el país a las garras del castrochavismo”.
Si no se tiene un discurso para contrarrestar semejantes mentiras, la amenaza de Rafael Nieto, precandidato presidencial del “Centro Democrático”, cuando afirma que “estamos dispuestos a pagar los costos de la continuación de la guerra con las Farc”, puede llegar a convertirse en una amarga realidad.
Lo ideal por lo tanto es que las reservas democráticas de este país lleguen unidas con un solo candidato presidencial a la primera vuelta, para poder asegurar un bloque de poder que pueda continuar con la construcción de la paz y de la democracia avanzada.