La dirigencia y los políticos que juegan en el capitalismo mienten para tener y crecer sus riquezas. Los del comunismo lo hacen para concentrarlas en un partido y, luego, lograr fugarlas. Los populistas observan a cuál de esos jugadores le va mejor y, a su conveniencia, lo convierten en su oportunidad.
Quienes no jueguen el juego de los jugadores llamado líderes del mundo están condicionados a sostenerlos, sufrir sus embates de megalomanía y a darles la razón o hacerles oposición con bríos de valiente; todo desde su candidez.
Los jugadores que manejan el planeta son unos pocos y, los mismos, de noble abolengo, mueven fichas iguales desde hace tiempo: capitales, armas, violencia y, en una sola: Poder.
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