Muy popular se está volviendo esta serie coreana de Netflix que trata sobre unos multimillonarios que para salir del tedio que les produce sus vidas rutinarias idean un perverso entretenimiento que consiste en un concurso basado en juegos de su infancia. Los participantes son gente con grandes necesidades y deudas económicas que compiten entre ellos para no ser eliminados y ejecutados, porque parte de las reglas es que los jugadores que pierden son asesinados.
Los participantes son conscientes de las reglas del juego, pero sus deudas los obligan a formar parte del mismo con la esperanza de ser de los pocos sobrevivientes que tendrán un premio millonario.
Pues algo similar están jugando los ejecutivos de Ecopetrol en los campos petroleros de Puerto Boyacá, que casi en un mes van a administrar de manera totalmente autónoma porque el 4 de noviembre termina el contrato de Asociación actual que tienen con la multinacional Mansarovar y los campos pasan a ser propiedad exclusiva de Ecopetrol.
A pesar de que la modalidad actual de operación de los campos le representa a Ecopetrol jugosas ganancias, se empecinaron en reducir al mínimo la operación, y contratar una empresa pequeña para que se los opere y les haga mantenimiento.
Los juegos del hambre comenzaron hace unas semanas, pusieron a competir a 60 ingenieros que actualmente dirigen las operaciones de los campos por apenas seis puestos que van a quedar bajo la nueva modalidad de operación. Las pruebas son ridículas y denigrantes, pero los ingenieros las juegan con la esperanza de hacer parte de esa pequeña "élite" que podrá entrar a Ecopetrol, así sea por un año (cuando antes gozaban de contrato a término indefinido).
En la modalidad actual de operación y mantenimiento, los empleados cuentan con unas condiciones dignas de trabajo: salarios competitivos, estabilidad laboral, derecho a sindicalizarse y una convención colectiva de trabajo que cobija incluso a los empleados contratistas temporales, puesto que muchos beneficios se extienden a ellos, incluida la tabla salarial, donde se establecen los salarios mínimos para cada labor.
La próxima semana comienza la segunda etapa de los juegos: se abren convocatorias para que miles de personas compitan y se destrocen entre ellas por 300 vacantes. Esos 300 tendrán que realizar las mismas actividades que actualmente realizan 600 trabajadores. Los beneficios logrados por años de lucha sindical desaparecen de un plumazo.
Mecánicos Asociados, la empresa elegida por Ecopetrol para operar sus campos, invita a toda la comunidad del Magdalena Medio a participar en esta piñata de migajas con el único fin de que se rompa la unidad. Despiertan la envidia creando la falsa percepción de que los beneficios actuales son exagerados. El desempleado compite a muerte con el actual trabajador por la mitad de su puesto de trabajo. Aproximadamente, 6000 personas se van a postular para estos puestos, les hacen creer que tienen grandes posibilidades de un empleo y que no van a hacer parte de los 5700 descabezados que va a haber al final del proceso.
La necesidad de supervivencia que les exige a los jugadores del juego del calamar les saca a flote sus peores características. No hay asomo de piedad ni solidaridad: la envidia, la maldad y el cálculo son pan de cada día.
El capitalismo salvaje en todo su esplendor; ¿no son suficientes para Ecopetrol las jugosas ganancias que actualmente percibe con unas condiciones dignas para sus trabajadores? Estas utilidades se van a duplicar en el momento en que Ecopetrol obtenga la otra mitad que revierte el 4 de noviembre. ¿Por qué quieren aún más ganancias? ¿Por cumplir sus caprichos y saciar su codicia en detrimento de la dignidad de los trabajadores y la comunidad de Puerto Boyacá?