Cuando la reelección de Donald Trump parecía inminente, su desastrosa gestión del coronavirus nubla el panorama vaticinado. Sin embargo, él desesperadamente desvía la atención de su catastrófica conducta, presidiendo así una de las fallas sanitarias históricamente más grande de EE. UU. Es así que, tratando de esquivar el peor momento del país por la pandemia, Donald Trump aprovecha para impulsar su propia campaña reeleccionista, convirtiendo esta situación en muestra del pensamiento difamatorio, nacionalista y oportunista que evita cultivar la acción colectiva de unidad nacional.
Persistiendo en su campaña nacionalista “Keep America Great Again”, Trump desata su inconformismo con la OMS, retirándose de ésta reclamando complicidad con China. También, el magnate solicita una investigación y la llama una “marioneta china”, cómplice de una “matanza global”. Asimismo, China se convirtió en el saco de boxeo del presidente, atacándola diariamente para distraer la atención de la situación sanitaria actual y que, aludiendo con patriotismo, llama “creadora del virus” y artífice del “peor ataque” contra EE. UU.
Para colmo, Donald Trump aprovecha la crisis para atacar al expresidente vivo más popular de EE. UU., Barack Obama. Engrandeciendo su gobierno, Trump lanza acusaciones contra la administración pasada, atribuyéndole el “crimen político más grande de la historia” y apodándolo “Obamagate”, aludiendo al antiguo escándalo de “Watergate”. Aunque resulte desventajoso difamar al expresidente, conviene usar esta cortina de humo encubriendo su mal manejo de la pandemia y, por ende, ocultando lo que comprometa su reelección.
Cierto es que de Trump destacan su arribista viveza. Este sabe cómo funcionan los medios y llamar la atención, similar a las tensiones con Irán, tras el asesinato del general iraní Qassem Soleimani, ocultando el juicio político en su contra. Igualmente, Trump arremete contra Twitter por calificar de falsos ciertos tweets a su nombre y así, aprovechar el escándalo para tapar las más de 100.000 muertes por coronavirus en su país. Entonces, se hace evidente su vital oportunismo, manteniendo desapercibidas acciones que perjudican su campaña.
Finalmente, Donald Trump, aparentemente frívolo, utiliza su manejo de los medios, logrando que sus difamaciones egocéntricas y patrióticas jueguen a su favor. Entonces, el narcisismo del magnate impide la unidad nacional, ya que, sus acciones fomentan la polarización. Así, la acción colectiva se ensombrece por sus actos mediáticos y divisores. Sin más, Donald Trump es un detonante social, cuyas actitudes en esta crisis demuestran cómo un hombre es capaz de poner la marea a su favor sin importar el medio.