En abril de 1945, cuando terminó en Europa la II Guerra Mundial, los pocos sobrevivientes que quedaban en la ciudad alemana de Kassel buscaban encontrar culpables en medio de un ambiente de derrota. La adrenalina que había insuflado Hitler en el delirio de un reinado del terror que duró 12 años, con el que quiso conquistar el mundo, llegaba a su fin. La derrota por parte de los aliados transformó el ambiente triunfal del pasado en una cacería de brujas, buscando responsables entre las charretereas Hitlerianas. El Comandante de las SS Karl Werner Paulmann era uno de ellos.
Los SS eran los soldados más feroces. Entrenados por el implacable Heinrich Himmler y vestidos con un diseño de Hugo Boss –el fundador de la casa de modas que se volvería famosa décadas después- , elegante y siniestro, buena parte de la ingeniería del Holocausto reposaba sobre sus hombros.
Karl Werner Paullman fue durante la II guerra mundial, entre los años 1942 y 1945, un juez superior y jefe de la oficina central de justicia en esa ciudad. Después de que Hitler se suicidara el 30 de abril en su búnker, los linchamientos a comandantes y figuras del nazismo se extendían por las calles alemanas. Paullman sabía que tenía los días contados. Tomó una decisión salvadora: se resguardó con sus siete hijos en la casa de un familiar hasta que, de incógnito, tomaron carretera para escapar rumbo los Alpes italianos.
Desde ahí huyeron hacia Argentina. Pero no se acomodaron y, por contactos con otros inmigrantes judíos que pertenecieron al partido Nazi viajaron a Chile y en 1950 se ubicaron en Temuco. En esa región había una colonia de alemanes que habían huido al fin de la guerra y fundaron un pequeño poblado que aún existe.
Horst, uno de los siete hijos, a los diez años había vivido su propia historia sin poder escapar a los destinos de toda una generación de alemanes atrapada por la obsesión Hitleriana. Como la mayoría de los niños alemanes, no tuvo otra opción que abrazarse a las Juventudes Hitlerianas. A los mitos germánicos como Tristán e Isolda se les sumaba Mi Lucha en una lectura profunda, casi hipnótica, de los principios de Adolfo Hitler.
Horst, igual que su padre, le echó tierra al pasado. Se desintoxicarse de Hitler y otros demonios. Empezó su nueva vida en Temuco trabajando como telefonista. En menos de seis meses aprendió a dominar el español y, con gran disciplina, llegaba a su casa a diseñar los juguetes con los que ayudaba a mantener a su familia. Su papá consiguió un puesto como concesionario del numerosos club Alemán y, en 1952, la familia, que había logrado sacar de Alemania dinero, compró el restaurante Las Brisas. Un proyecto que la muerte prematura de Karl Werner le impidió disfrutar. Horst y su hermano quedarían a cargo de la familia.
Comenzaron los retos para ganarse la vida que empezaron con la adquisición en 1955 de un amplio antiguo local sobre la Avenida Kennedy de Temuco. La idea era organizar en un área de 4.000 metros cuadrados un primer supermercado, que soñaban en volver cadena nacional. Había nacido Cencosud.
En 1976 Horst creó Jumbo, el primer hipermercado de Chile en pleno centro de Santiago. Desde entonces la cadena no paró de extenderse internacionalmente. En 1982 se ubicaron en el Parque Brown, en Buenos Aires, con un local de 700 metros cuadrados. Diez años después inauguraban almacenes los impresionantes centros comerciales Alto Los Condes y Unicenter Shopping. Ahora están en Brasil, Colombia y Perú.
La entrada Cencosud a Colombia se dio con la adquisición de la cadena de supermercados Carrefour en el 2001. Manejan tres marcas Jumbo, Easy y Metro, formatos para distinto público pero todos vendes productos importados por la cadena que mezclan con la oferta nacional.
Además de los almacenes Jumbo cuenta con una división de centros comerciales que en Colombia hace presencia en el Centro Limonar en Cali, Santa Ana en Bogotá, La 65 en Medellín y Altos de Prado de Barranquilla.
Horst mantiene la vitalidad y el entrenamiento de un hombre formado en el temple de la guerra que empezó la vida con con mucha disciplina. . Sigue viviendo en Santiago, incluso en el 2018, a los 83, tuvo su último hijo que tuvo con Katherine Bischof Sepúlveda, una ex secretaria de Patricio Contesse, el ex gerente general de SQM. A quien le lleva cuarenta años.
Sólo ese acontecimiento lo hizo concientizar para hacer su testamento para organizar su gran fortuna que maneja a través de Inversiones Quinchamalí y de la cual ya tienen partes iguales sus tres hijos, Manfred, Peter y Heike. Su fortuna que asciende a los USD 2500 millones y lo coloca el quinto hombre más rico de Chile.