El italiano enamorado del chucu chucu que viajó al reino bogotano de los vinilos

El italiano enamorado del chucu chucu que viajó al reino de los vinilos de cumbia fiestera en Bogotá

A Moritz Profanter la cumbia fiestera le cambió la vida. Por Rodolfo Aicardi y 'El Loko' Quintero vino a conocer la tienda con la mejor selección del género

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diciembre 07, 2024
El italiano enamorado del chucu chucu que viajó al reino de los vinilos de cumbia fiestera en Bogotá

Moritz Profanter (28 años, Castelrotto, Italia) avanza por el estrecho vestíbulo de la única zapatería en Colombia que vende música en formato vinilo, ubicada en el ombligo de Bogotá, y su asombro se hizo evidente al percatarse de la cantidad de pastas musicales dispuestas en canastas, en medio de vitrinas de calzado antiguo de fabricación nacional.

Llevado por la curiosidad de una ciudad a la que por primera vez visitaba, Moritz ingresó al vetusto almacén seguido de una tropilla de familiares y amigos procedentes de Europa, entre ellos su padre, y Adriana Rankin, prestigiosa médica colombiana radicada en Italia, que cerraba en Bogotá un viaje de descanso por Cali, el Eje Cafetero y Cartagena de Indias. 

Moritz es economista de profesión, reside en Londres y habla español fluido porque tuvo novia peruana, cursó estudios posteriores de su carrera en Buenos Aires, y en ese periplo descubrió la riqueza de ritmos latinoamericanos, en especial la cumbia y sus derivaciones como el sonido fiestero de lo que en Colombia conocemos como chucu chucu.

Por esa vía llegó a dos grandes pilares de la melodía tropical en Colombia: Rodolfo Aicardi y Gustavo 'El Loko' Quintero con sus orquestas alegóricas, Los Hispanos y Los Graduados, de grata recordación, y por estas fechas decembrinas, infaltables en tornamesas y reproductores de sonido, para encender la rumba a todo timbal y con sus respectivos cobres.

De espaldas al muestrario de zapatos de cuero blanco y de dos colores que aún perduran debajo de las camas de bailarines de mambo y salsa, Moritz reveló que le quedó sonando Rodolfo Aicardi por una fiesta que armó un amigo inglés en su residencia de Buenos Aires. Complementa que le impactó su voz y el espíritu alegre y contagioso de sus melodías, y que cuando sonó el éxito 'Cariñito' afanó a sacar pareja, rienda suelta al dancing.

‘Chucu Chucu’ llorón 

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Moritz Profanter, el joven italiano que goza con el 'chucu chucu' decembrino y la Salsa

Moritz desconocía la palabra chucu chucu con que fue bautizada hace muchos años la corriente tropical en esta Locombia donde se arma foforro por un trasteo o por ayudarle al vecino a "echar una plancha". Le expliqué que tenía que ver con el compás de la melodía, marcado por el bajo, instrumento colchón de las orquestas tropicales. 

Hay chucu chucu alegre, pero también chucu chucu llorón -enfaticé-. Por ejemplo, 'Cariñito', de Rodolfo con Los Hispanos, pertenece a la segunda clasificación, y la gente enfiestada y con unos tragos de más lo baila y lo corea a chillar: 

Lloró, por quererte / por amarte y por desearte. / ¡Ay cariño, ay mi vida! / nunca, pero nunca, / me abandones, cariñito...

-¿Y, por qué lloran?-, preguntó el rubio italiano, que tiene un aire de la juventud de Bobby Charlton, leyenda  del fútbol británico.

-Porque somos una población de sentimientos contrarios en un país que a diario se debate entre la exaltación, el temor y la tragedia, y porque "vivimos muriendo" por deseos que nunca se cumplen y cosas que a la larga no valen la pena. Esos vacíos y frustraciones se recrudecen al final de año, y la costumbre popular es descargarlos con guaro y chucu chucu chillón: una fórmula cuasi terapéutica de zarandear la osamenta y llorar el despecho. 

Moritz sonríe con malicia. A cuenta dedos revisa los álbumes que acaparan las canastas de 5.000 y 10.000 pesos. El empleado del almacén le sugiere que en la segunda planta hay más discos para escoger. El italiano se interna perplejo en una vorágine de álbumes organizados y etiquetados por títulos y categorías. Se percata que de salsa y tropical hay pastas a granel, pero también de una variedad incalculable de músicas para él irreconocibles.

Moritz, de anteojos, espigado, pelo entrecano, baja feliz la escalera porque en el maremágnum de vinilos encontró una joya: el álbum de la Orquesta Novel con su exitazo 'Salud, Dinero y Amor', clásico del compositor, pianista y cantor argentino Rodolfo Sciamarella, de múltiples versiones alrededor del mundo, como la de Gigliola Cinquetti con el Trío Los Panchos; la orquestada en tiempo de tango por Francisco Canaro; y ésta de la Novel, del sello Fania, en versión salsa, con un vibrante concierto de violines.

Lindas colombianas 

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La tropilla de familiares y amigos europeos de Moritz en la antigua Zapatería Cosmos de Bogotá

Solo un repaso, a ojos vista, porque el tiempo apremia y el grupo de amigos, en contadas horas, tendrá que estar en el aeropuerto El Dorado, a la espera del vuelo que los llevará de regreso a Europa. 

-En mi próximo viaje a Bogotá, volveré preparado, con maletas grandes para llevar a Londres una buena cantidad de música que me ayudará en mi preparatoria de D.J. de ritmos latinoamericanos, y del chucu chucu colombiano que tú llamas-, celebra Moritz.

-Moritz, a propósito ¿cómo te va bailando chucu chucu?

-(Risas). No me va tan mal, me defiendo. Cuando regrese quiero aprender a bailar salsa. Me gusta mucho la salsa, el Grupo Niche. También el acordeón vallenato y la cumbia colombiana. Carmelo Torres y su cumbia sabanera, y Rodolfo Aicardi con su Típica RA7, en 'Tabaco y Ron'.

-Todo eso que estás nombrando es poderoso combustible para prender la rumba de fin y comienzo de año. El chucu chucu nunca pasará de moda. Es una tradición ya de seis de décadas, y cada año cobra más vigencia. Con chucu chucu Colombia adelanta la Navidad desde noviembre, pero este año, por premuras del bajonazo comercial, pisaron el acelerador a mediados de octubre.

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Un clásico del recordado Rodolfo Aicardi, ídolo del italiano Moritz Profanter

La doctora Adriana Rankin convoca al grupo a posar para las fotos. Moritz, al otro extremo, estira el cuello como los gansos que en la laguna / el agua la chapalean, de Rodolfo Aicardi con Los Hispanos, para los 14 Cañonazos Bailables, del sello Fuentes.

-Fuera de la línea tropical, ¿qué otros gustos musicales?-, reanudo con Moritz.

-Reggae, rock, electrónica y batida, similar al reguetón, de origen africano.

-¿Cómo te parecieron las mujeres colombianas?

-¡Las más bonitas y alegres del mundo! Con mucho sexappel. Por eso quiero volver pronto a Colombia.

-¿Cómo celebran la Navidad en Londres?

-Con muchas luces, pero no se baila. Nos acompañamos de instrumentos para cantar nuestra música en casa.

-Y, de cena navideña, ¿que acostumbran preparar?

-El pavo relleno siempre estará en el centro de la mesa, acompañado de papas, salchichas de tocino, cerveza o vino. Después se entregan los regalos.

Zapatos y vinilos 

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El maestro Julio Ernesto Estrada 'Fruko', ilustre visitante de la zapatería que vende vinilos

Moritz y su tropilla se despiden. La médica Rankin agradece la amabilidad con que fueron recibidos. Los amigos europeos, entre la curiosidad y la fascinación, ofrecen un último vistazo a las vitrinas al tope de zapatos, la mayoría para hombres, en contraste con las canastas de plástico rebosantes de discos. 

Le confío a Moritz que por este local han pasado celebridades de la salsa colombiana como el maestro Fruko, y el legendario bastión del chucu chucu, don Noel Petro, reconocido como 'El Burro Mocho', y que el local, a lo largo de sus 40 años, es visitado por turistas de distintas nacionalidades, estudiosos de la música, coleccionistas, picoteros y pinchadiscos.

Cuando don Elkin Giraldo (su propietario), un seminarista de corto plazo, oriundo de Medellín, con estudios de Filosofía y Letras, docente de la Universidad Pontificia Bolivariana llegó a Bogotá en busca de un mejor porvenir, encontró su primera y definitiva fuente de recursos, primero como ayudante del Almacén de Calzado Cosmos (calle 17 # 8-40), razón social que, por su dedicación, ahorro y disciplina, en años posteriores terminó comprando.

Era la época prospera del zapato de fino cuero, de una variedad de estilos, la mayoría de fabricación y distribución en el tradicional barrio Restrepo de la capital. Por intuición providencial, don Elkin le dio un vuelco en decoración y contenido a la anticuada zapatería que recién había adquirido. Estaba en pleno furor el comercio del vinilo en renombradas tiendas del centro capitalino como Discos Bambuco, Mercado Mundial del Disco, y Discos la Rumbita. 

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Don Elkin Giraldo, propietario del almacén, exhibe la melodía guapachosa de diciembre

A don Elkin le entusiasmó comprar música de su predilección, clásica y jazz. Una parte, la dejaba en casa, y otra como decorado de su zapatería. La clientela que frecuentaba por el calzado preguntaba que si los discos también estaban a la venta. El dependiente, afianzado en su ingenio paisa, respondía afirmativo. Y, así, por ese tren paralelo entre el comercio del zapato y los vinilos, ya no solo de música clásica sino de tropical y popular, Cosmos fue trascendiendo como un referente de las pastas sonoras y del confort de los pies. 

A mediados de los años 80 llegó a Colombia un raro formato musical con la apariencia de un platillo volador en miniatura. Era el arribo triunfal del discompacto, abreviado en las letras CD (en inglés), atractivo y funcional invento de los japoneses a partir de novedosos equipos, que empezó a invadir las estanterías y mostradores de las tiendas de música. En tiempo récord, el elepé de carbono fue desplazado sin misericordia por las placas circulares de tecnología láser.

'Viejeras' musicales

El señor Giraldo continuó acaparando vinilos en su zapatería, y a la fecha se ha mantenido leal al acetato, incluso mucho después del punto de quiebre del CD, y de la revolución imparable de las plataformas digitales que obligaron a clausurar los almacenes de música, como sucedió con una de las cadenas más prósperas y recordadas en Colombia: Discos La Rumbita y Mercado Mundial del Disco, del empresario Fabio Polanco.

La mayoría de las disqueras pararon sus máquinas impresoras y remataron sus antiguas existencias a precio de ganga. Igual sucedió con muchos propietarios de tiendas musicales, embargados por la tristeza, que bajaron la reja para siempre. 

Se conoció de emisoras que, sin un ápice de romanticismo, sacaron sus preciadas discotecas a la calle. Igual sucedió con familias que duraron años arrumando elepés, y de la noche a la mañana, con la sentencia de las señoras de casa, de que representaba estorbo y dificultaba la limpieza, se deshicieron de los discos para deleite de los recicladores.

Don Elkin, con su olfato y agudeza comercial, se volvió un perito en comprar "esas viejeras", como suele decir el octogenario periodista musical Marco Aurelio Álvarez, refiriéndose a las pastas sonoras de segunda mano. 

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Centenares de tesoros musicales reposan en el "arca escondida" del preciado vinilo

Al principio, Giraldo compraba remates de todo tipo de música, hasta que alertó que la de mayor demanda, después de la "resurrección" del elepé a finales de los 90, era su majestad la Salsa y el indestronable Rock vieja guardia, en la actualidad el más preguntado y cotizado. 

Parte del rescate, resignificación y valoración del patrimonio vinilero ha sido obra de juiciosos coleccionistas de ayer y de hoy, y en especial de jóvenes, la mayoría músicos y pinchadiscos, quienes ven en estas piezas derivadas del PVC dignas memorias de culto para laboratorio de mezclas de innumerables ritmos ancestrales con nuevas tendencias.

Don Elkin no se presenta como un erudito en materia de música, pero sabe y cuida lo que tiene y ofrece precios razonables. Es cauteloso al momento de comprar remates. Examina los elepés uno por uno, y si en alguno encuentra un mínimo rayón, o maltrecha su cubierta, inmediatamente los desecha.

Ahora le demanda tiempo el oficio y envío por correo a distintos puntos del país de combos de vinilos en estuches de cartón, rotulados en máquina de escribir, acorde con los pedidos del cliente, modalidad comercial que se originó en la pandemia del Coronavirus, y que él promociona como Discos Cosmos en su cuenta de Instagram.

En cuestión de calzado, don Elkin Giraldo aún conserva parte de una clientela habituada al zapato de legítimo cuero de manufactura nacional. Aquel que, por su hechura artesanal y calidad garantizada, demandan caballeros de mechones plateados. Pero, asume que hoy por hoy, los vinilos mandan la parada y son su mayor fuente de ingresos.

Cosmos se diversificó en una fabulosa arca del elepé, puertas abiertas a melómanos, aficionados y turistas afiebrados como Moritz Profanter, que además de escarbar en antologías de Los Teen Ayers, Los Hispanos, Los Graduados, Carmelo Torres, Pastor López, entre tantos, se pueden topar con envidiables colecciones de melodía romántica y popular, bolero, tango, música clásica, y en el camino con insólitas alhajas como el álbum de un mariachi de República Checa, los primeros cuplés de Sarita Montiel, los corridos de la revolución mexicana; o el original de 'Faltan cinco pa' las doce', imperdible en las despedidas lacrimógenas del año que agoniza. 

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