Entender los conflictos que actualmente se desarrollan en diferentes países de la región de oriente medio, es una tarea difícil dada la complejidad simbólica y espiritual del mundo musulmán y la variedad de facciones de practicantes del islam. La riqueza del mundo árabe ha estado unida a la práctica de esta religión; el intercambio económico entre Europa y Asia, ha tenido a la región como centro geográfico y área de transición.
En primer lugar, hay que distinguir quien es quien en el desarrollo de los conflictos que actualmente se operan en la región. Existen dos grandes corrientes en relación a la práctica del islam, los sunitas y los chiitas. Los sunitas son la facción mayoritaria del islam, y se calcula según medios oficiales que representan alrededor del 90% de los practicantes de esta religión, sin embargo, no en todos los países de la zona son mayoría, en Iraq por ejemplo, son aproximadamente un 34% (14 millones de personas aproximadamente) y la mayoría es chiita. Durante el gobierno de Saddam Hussein, quien era sunita, los chiitas fueron violentamente reprimidos junto con el pueblo kurdo. Hoy en día, el gobierno que se estableció en el país tras la intervención norteamericana es chiita. Según cifras oficiales los sunitas representan el 87% de los practicantes del islam.
Los chiitas por su parte, representan el 13% restante. Y son mayoría en países como Iraq, Líbano, Bahrein e Irán donde constituyeron un modelo de Estado teocrático producto de la revolución islámica de 1979, organizando la política en torno a la práctica del islam bajo los preceptos que guían a los chiitas y que a su vez los diferencian con los sunitas. La diferencia más crucial tiene que ver el liderazgo espiritual pues los sunies adoran directamente a Mahoma; por su parte los chiitas siguen a Alí yerno de Mahoma y al cual el profeta le transmitió el liderazgo del califato tras su muerte en el 632 d.C. Esta es el origen de la división entre las dos grandes corrientes de practicantes del Islam. Posteriormente surgirían otros puntos de división introducidos principalmente por los chiitas, pero listarlos no es el objeto de esta reflexión.
Tanto en sunitas como chiitas existen facciones radicales, llamados fundamentalistas, y a través del uso de la violencia promueven la práctica obligatoria y estricta de los preceptos del Corán (libro sagrado de los musulmanes). Estas facciones se han agrupado bajo el nombre de Yihadistas pues sostienen una guerra a muerte declarada contra occidente y el cristianismo. ISIS O Estado Islámico es un ejemplo claro de ello. En este sentido, la intensificación de la violencia viene por el empleo del terrorismo como arma y estrategia para controlar el territorio y desestabilizar los gobiernos donde son mayoría los chiitas, valga la pena aclarar que ISIS está conformado por los radicales sunitas, al igual que Al Qaeda, grupo que posibilito la conformación de ISIS tras su debilitamiento y la caída de Osama Bin Laden.
Otro actor político es el pueblo Kurdo (el pueblo más grande sin territorio ni estado), sus aproximadamente 45 millones de integrantes están dispersos en diferentes países de la región, siendo Iraq el que acoge la mayoría, no en vano, la antigua ciudad de Erbil es sede de una especie de gobierno de asuntos del Kurdistán. Los kurdos más que una causa religiosa, tienen una causa política pues históricamente han luchado por su independencia y la constitución de su propio Estado. Hay que subrayar de nuevo, que fueron duramente reprimidos durante el apogeo de Saddam Hussein.
Actualmente, la región es un foco de conflictos e inestabilidad agravada por la influencia del fundamentalismo musulmán. La masacre reciente en Garissa, Kenia, fue perpetrada precisamente contra estudiantes cristianos por parte de un grupo de yihadistas llamado Al Shabab. El bombardeo al que está siendo sometida desde hace 12 días la capital de Yemen por parte de la coalición árabe (de mayoría sunita) está dirigido a erradicar a los rebeldes huties, una facción radical de origen chiita.
La intervención de las hegemonías occidentales y de Estados Unidos particularmente, tras su invasión a Iraq en 2003 y su partida del país en 2011 ha intensificado y agravado el conflicto territorial entre sunitas y chiitas, pues el interés de Washington es reconfigurar funcional a su agenda, la región de oriente medio y el norte de África, y la estabilización de estos conflictos no parece ser su prioridad. Esta reconfiguración se da luego de la pérdida del control sobre esta región por parte de los imperios europeos luego de dos procesos casi paralelos: los movimientos de descolonización y la segunda posguerra.
Tal proceso se opera en todos los frentes geográficos, principalmente a nivel político y económico. Es lugar común ya citar la riqueza petrolera de la región, como el principal factor de interés que ha movido a Estados Unidos, esto en gran parte es así, pero existen otros factores que hacen que la región sea neurálgica para Washington, pues los mares del norte de África son un nodo por el cual circula el mayor volumen de bienes comerciales que se intercambian entre los diferentes países, esto ha sido así desde las épocas de la ruta de la seda.
Estamos sin duda, ante un escenario complejo, y es claro que el tema no se agota ni se reduce a este humilde análisis. El odio que ha despertado occidente y Estados Unidos en el mundo islámico no tiene precedentes, tanto que hasta en sus propios países (Inglaterra es uno de ellos) han surgido adeptos a la causa de ISIS, por citar un ejemplo. La firma del acuerdo de Lausana entre el nuevo gobierno de Irán y Washington ha tenido buena recepción pues es una clara apuesta por otros mecanismos distintos al militar para buscar salidas a los desacuerdos políticos en torno al uso de recursos nucleares, que el acuerdo sea más ventajoso para una u otra parte es otra discusión. Nuevos cambios se están operando en el mapa político mundial, y esta vez el centro donde se llevan a cabo es el medio oriente, el mundo musulmán.