Conocí a Daniel Mendoza en el 2014. Nos presentó Alejandra Omaña quien dirigía la Feria de Cúcuta y aún no se llamaba Amaranta Hank y aún no pensaba convertirse en una estrella del porno. Daniel acababa de publicar una novela, El diablo es Dios, que me gustó por su anarquía y su idolatría al rock. Presenté el libro y el autor me gustó aún más que la obra. Desde entonces fuimos amigos, visité su casa y disfruté de su generosidad. Aprecié mucho la serie de crónicas sobre swingers que escribió para Las 2 orillas. Tenía talento para escribir. Con el tiempo nos dejamos de hablar. Soy una porquería con mis amigos, con la gente. Me cansan. Creo a pie juntillas eso que dice Groucho Marx de que no puedo ser miembro de un club que me acepte a mi como socio. Lamento porque me perdí de un tipo excepcional. Lo que si no lamento es criticar su obra máxima, la que lo ha convertido en uno de los críticos más acérrimos de Uribe, su serie Matarife.
Creo que Daniel perdió una oportunidad única para que los colombianos estuvieran seguros de que el antiuribismo es conformado por gente seria, rigurosa, incapaz de caer en la fake news, en la especulación tan cara a los seguidores del Presidente Eterno. Arrancó en medio de la pandemia, cuando todos estábamos encerrados y su primer capítulo fue visto por millones de personas. Estaba tan bien dirigido ese piloto que había que ser un experto en cine para darse cuenta que la forma ocultaba los vacíos de fondo. Ninguna de las tesis esbozadas llevaba a alguna parte. Todo era especulación y no había absolutamente nada revelador. Además, la presencia de Daniel Mendoza, como el investigador heroico que desentrañaba con sus hilos rojos el supuesto entramado criminal de Uribe, se deshacía a la más mínima revisión.
Entonces, con ansias, esperamos otro viernes para ver si los caminos abiertos en ese primer capítulo llevaban a alguna parte y lo que vimos fue el recalentado de libros como El señor de las sombras, la biografía no autorizada de Álvaro Uribe, y de algunos pequeños videos publicados en YouTube con testimonios tan poco creíbles como lo que pudo decir Popeye sobre Uribe y su papel como facilitador de pistas aéreas mientras fue el director de la Aerocivil, o caer en el insulto ramplón de decirle paraco a Uribe con el rencor que puede tener un barrabrava. Guy Talese decía que todo adjetivo era falta de investigación, de reportería, de datos. Con el correr de los capítulos la presencia de Mendoza crecía como un tumor maligno y ya ni siquiera era invasiva, era patética. Al final se quedó con miles de petristas furiosos, el lumpenpetrismo que forma gavillas en redes sociales para tratar de perra a Carolina Sanín o a todo aquel que tenga sus reparos con Petro. Es que no se necesita ser uribista para ser tratado como el más peligroso de los paramilitares por la turbamulta.
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El ego ha crecido a proporciones gigantescas gracias al halago de sus seguidores que lo tratan como un mártir del uribismo, como un héroe que nos quiere librar de la tiranía uribista
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Entre sus pocos defectos Daniel Mendoza ostenta el del ego desmesurado que ha crecido a proporciones gigantescas gracias al halago de sus seguidores que lo tratan como un mártir del uribismo, como un héroe que nos quiere librar de la tiranía uribista. En sus rimbombantes trinos se siente el tufillo mesiánico. Hace poco desafió a los que abominamos la serie a decir lo que pensábamos ahora que se había ganado dos premios Indias Catalina y que había sido vista por millones de personas. Daniel se confunde. El hecho de que la mierda sea consumida por millones de moscas no la hace recomendable. Los India Catalina, además, representan lo que supuestamente debería combatir una serie autopromocionada como iconoclasta como Matarife: es el puto establecimiento. Pero Daniel, ciego de ego, decidió aceptar los premios y restregárselos a sus enemigos. Hubiera sido poético rechazarlos, decir que él no quería nada de los canales de los Santo Domingo ni de Ardila Lülle porque ellos eran los que habían saqueado al país y puesto a dirigirnos a lacayos debidamente bien engrasados como es Uribe. No, Mendoza se sintió realizado y, al recibir estos premios, entregados con un único criterio, el del público que siempre se equivoca votando, se convirtió en un esclavo domesticado más. Las Indias Catalina representan lo peor de nuestra televisión, Daniel, confundido, se ha comido hasta el hartazgo estos caramelos que le arroja el establecimiento que él dice combatir.
Hoy en día solo un ciego antiuribista puede creer que tiene algún valor tanto Matarife, como lo que diga en sus trinos rimbombantes Mendoza. Es una lástima, porque perdió por completo el respeto que muchos le tenían. Él no lo va a entender y va a mandar a sus hordas de zombis contra el Twitter de este servidor. Ojalá algún día entienda que esto no es personal y podamos tomarnos unos tragos. Es una pena que él ya no beba.