El ingeniero que se enfrenta al peligro de atravesar petróleo en medio de la guerra en el Catatumbo

El ingeniero que se enfrenta al peligro de atravesar petróleo en medio de la guerra en el Catatumbo

Héctor Manosalva es la cabeza de CENIT la compañía filial de Ecopetrol que se enfrenta a diario a la amenaza de los grupos ilegales empezando por el ELN

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noviembre 16, 2022
El ingeniero que se enfrenta al peligro de atravesar petróleo en medio de la guerra en el Catatumbo

Cenit, compañía filial del Grupo Ecopetrol, es la empresa encargada de la operación del Oleoducto Caño Limón Coveñas el cual pasa por la zona de Tibú, Norte de Santander en la subregión denominada Catatumbo en el noreste del departamento de Norte de Santander, que se extiende entre la Cordillera Oriental de Colombia y el Lago de Maracaibo. Desde el 1 de marzo la compañía está liderada por el ingeniero de Petróleos Héctor Manosalva y es él quien le tiene que poner el pecho a las adversidades de orden público.

Construido en 1986 por una filial de la estadounidense Occidental Petroleum Company, OxyCol, el oleoducto de 771 km Caño Limón-Coveñas es operado por Ecopetrol desde 2011, a través de la Vicepresidencia de Transporte y Logística, aunque es propiedad de su filial Cenit, empresa creada en 2013, que agrupa la logística y transporte de hidrocarburos y combustibles del Grupo Empresarial.

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Caño Limón fue uno de los hallazgos más significativos de la historia petrolera colombiana, ya que tenía reservas calculadas en 1.2 billones de barriles, lo que permitió triplicar la explotación petrolera del país entre 1980 y 1990. Por tal razón, para exportar este petróleo de los llanos, fue construido el oleoducto Caño Limón Coveñas.

Caño Limón Coveñas es considerado el oleoducto principal del país, va desde Vereda La Osa, Arauca, sobre la frontera Colombia-Venezuela, hasta el puerto de Coveñas sobre el Mar Caribe, atraviesa 253 veredas, 33 municipios y siete departamentos: Arauca, Boyacá, Norte de Santander, Cesar, Magdalena, Bolívar y Sucre. Su recorrido empieza en Arauquita, Arauca y finaliza en el puerto de Coveñas, Sucre.

Mide alrededor de 778 km y tiene una capacidad de transporte de hasta 210 000 barriles diarios de crudo; además, para su operación cuenta con siete estaciones: Caño Limón, Vanadia, Samore, Toledo, Tibú, Ayacucho y Coveñas. En 30 años, el oleoducto ha transportado más de 1.5 mil millones de barriles por día.

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Héctor Monosalva Roja, presidente de Cenit

El oleoducto ha sido objeto de ataques desde el primer año de operación, poco después de su inauguración. Los ataques han sido el objetivo de enfrentamientos entre el gobierno, los grupos paramilitares y guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Durante más de 30 años, ha sido dinamitado más de 1.500 veces, situación que ha ocasionado el derrame aproximado de más de 4 millones de barriles de petróleo en suelos, quebradas y ríos de los departamentos de: Arauca, Boyacá, Norte de Santander, Cesar, Magdalena, Bolívar y Sucre.

En febrero de 1988 se presentó uno de los ataques más impactantes. En esa oportunidad fueron vertidos 93.952 barriles de crudo al lago de Maracaibo, en Venezuela. El hecho fue catalogado como la catástrofe ambiental más grande en la historia ocurrida en aguas continentales.

El 15 de mayo de 1990, un atentado del ELN al oleoducto Caño Limón-Coveñas, en el corregimiento de Zapatosa (Cesar), produjo un derrame de más de 14 mil barriles sobre esta ciénaga, cuya área sobrepasaba las 40 mil hectáreas. Los grandes damnificados con este atentado fueron más de 1.600 familias que vivían de la pesca.

En abril de 2017, el oleoducto fue blanco de un atentado con explosivos que causó un derrame que puso en peligro a la cercana quebrada Cimitarra, que alimenta los ríos que dan agua potable a unas 3,500 personas.

Entre 15 y 20 años podría tardar la recuperación ambiental del río Catatumbo luego de la voladura del oleoducto al oleoducto en la vereda Llana Baja del municipio de Teorama (Norte de Santander), el 12 de febrero de 2019. El atentado produjo la contaminación de 117 kilómetros de ese afluente y afectó a 5.000 habitantes de tres corregimientos (San Pablo, El Aserrío y La Gabarra).

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Desde 1986, el oleoducto ha estado fuera de en promedio el 30 % de su vida. La Asociación Colombiana de Petróleos – ACP, calcula que, por cada día de suspensión de la operación de este oleoducto a causa de los ataques e instalación de válvulas ilícitas, el país pierde USD $ 2.5 millones.

Las voladuras también representan millonarias inversiones en cuanto a reparaciones. Desde el año 2009 hasta el 2017, Ecopetrol ha destinado un poco más de $ 251.000 millones para este tema.

Los atentados contra el oleoducto han dejado más de 751 víctimas en los últimos 17 años, con un total de 167 muertes entre ellos. Solo entre 2016 y 2018 según Ecopetrol, fueron asesinados 115 integrantes de la Fuerza Pública y 314 resultaron heridos mientras cuidaban la red de oleoductos.

Junto con estos hostigamientos, las instalaciones de válvulas ilícitas, (artefactos puestos a lo largo de las líneas de transporte o producción de hidrocarburos, con el fin de extraer petróleo de manera ilegal) se han convertido, en los últimos años, en una problemática para Ecopetrol, las compañías petroleras y para la Nación por las pérdidas económicas y afectaciones ambientales que causan.

Las válvulas ilegales se usan principalmente para robar el producto transportado que usualmente es empleado por los grupos armados como insumo para el procesamiento de hoja de coca, financiamiento y comercio ilegal. De esta manera, mafias y grupos armados no estatales, como el ELN y los Pelusos, usan estas “pegas” para armar conductos en dirección a complejos energéticos improvisados e ilícitos. La zona más perjudicada por estas instalaciones ilícitas es el la zona del Catatumbo, en el Norte de Santander.

En promedio, según datos de Ecopetrol y medios de comunicación, se derraman aproximadamente más de 20 000 barriles diarios de crudo debido a estos artefactos; asimismo entre enero y agosto del 2020, el hurto registrado por estas “pegas” fue de por los menos 2.500 barriles diarios robados en promedio para el oleoducto de Caño Limón.

También la fauna y flora se ve impactada tras estos actos. En el caso de la fauna, estudios demuestran que la interacción de hidrocarburos en los entornos de los animales, afecta el ciclo de los nutrientes y los diferentes vínculos de la cadena alimenticia; perjudicando, reptiles, mamíferos y anfibios. Y para el caso de la flora, un desastre ambiental, como la devastación acelerada de los bosques, desencadena graves consecuencias como por el ejemplo la disminución en la productividad de los suelos.

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