La última estación de Soacha se llama San Mateo. De noche es complicado bajarse. No tanto por el frío, que en este lugar es de páramo, si no por los problemas de seguridad que han existido en este lugar. Tomamos el biarticulado G-46 para bajarnos en la estación 100 que es el lugar donde llega la gran mayoría de personas. Desde que se empieza la fila para entrar a la estación empiezan los empujones, la incomodidad, el clima asfixiante.
Es tanta la gente que hay en la entrada a la estación que los pocos que podemos salir no lo logramos. Es un flujo indetenible de gente. Incluso hay un funcionario de Transmilenio pidiéndole a la gente, con un megáfono, que guarden sus objetos personales porque en cualquier momento una mano fantasma podría rapárselos.
Si el rio Amazonas tuviera un símil en la ciudad sería este. Al entrar a la estación el biarticulado llega vacío, pero en contados segundos queda repleto. El que no esté atento a llenar el espacio queda por fuera. Los buses quedan tan copados como alguna vez salieron de Varsovia los trenes a Auschwitz. Es tal la densidad a las seis de la mañana, pleno hora pico, que en las estaciones siguientes es imposible subirse. Si la gente quiere llegar temprano al trabajo es imposible. La mejor forma es moverse hasta San Mateo y luchar. Ganarse un puesto a codazos.
Vemos, entre un bosque de cabezas, los nombres de las estaciones: Terreros, Leon XIII, La despensa y Bosa. De ahí en adelante no hay otra parada hasta la Calle 100.
En este video constatamos lo difícil que es moverse en Bogotá. La gente madruga tanto que viene gente durmiendo en el bus de pie, extenuado antes de que empiece la jornada, gente que se sienta en el piso del bus, hay mujeres que terminan de maquillarse tirada en el piso, buscando no ser aprisionadas.
Todo esto lo vimos y lo grabamos. Sí, es un infierno para los bogotanos llegar a su trabajo:
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