Cansado del alcohol, la fama y la locura que lo atormentaba, Leonard Cohen se aisló a un monasterio de Mont Baldy Center en California en 1995. Durante 5 años se entregó a la meditación asesorado por su maestro Zen Joshu Sasaki Roshi. Un día se cansó del silencio y bajó de la montaña. Con 70 años regresó a su apartamento en Montreal a seguir viviendo su gozoso retiro. Un día salió a la calle, fue al cajero electrónico y descubrió que su cuenta no tenía un solo dólar. Inmediatamente llamó a Kalley Lynch, su asesora financiera y ex amante, pero nunca le contestó. No tardó demasiado en darse cuenta que ella le había robado los cinco millones de dólares que le había dejado una carrera de medio siglo y que lo había consagrado como uno de los poetas más amados del mundo.
La situación para Cohen se volvió infernal. Lejos de pedir disculpas Lynch contraatacó dejando treinta correos diarios en su cuenta de Hotmail y atafagando su buzón de voz con mensajes horribles, muchos de ellos le aconsejaban que no insistiera en demandarla porque alguien le iba a pegar un tiro en la cabeza. Vendió su apartamento y se fue a París a vivir con Lorca, su hija más cercana. Bastaron pocos meses para convencerlo que el único camino que le quedaba era volver a la carretera.
En el 2007 Regresó a Los Angeles. La rabia de volver a trabajar se acentuó cuando entendió que ya no toleraba el alcohol y un cigarrillo le nublaba completamente la voz. El viejo pánico escénico que lo embargaba al principio de su carrera reapareció en su vejez. Creía que, después de una década de ausencia, la gente lo había olvidado. Grabó con U2 el video de la canción Tower of song. Un año después tenía más de 10 millones de visitas en Youtube. No sólo Leonard había regresado sino que los jóvenes lo amaban. Se atrevió a publicar el disco Book of Longing: A Song Cycle Base don the Poetry and Images of Leonard Cohen acompañado de una exposición sobre su obra. El disco estuvo entre los veinte más vendidos en los Estados Unidos. Nada mal para un poeta de 72 años.
Tuvo que vencer su miedo y lanzarse de nueva a la carretera. La gira era inevitable. La gente lo quería ver. Los nervios lo dominaban. Quería tomarse un trago pero el alcohol lo único que haría sería alborotar sus demonios. Apenas se anunció la gira europea los boletos para su concierto en el teatro Olympia de París se agotaron en veinte minutos. Su imagen- sombrero, traje negro y voz cavernosa- lo convirtieron inmediatamente en un ícono: Todos los hombres, cuando lleguemos a la ancianidad, queremos ser como él. La gira duró cuatro años seguidos. Salieron dos DVD’s, un documental que se estrenó en cine y le reportó 11 millones de dólares libres. El robo que le hizo Lynch no sólo estaba saldado sino que lo había obligado a reabrir una carrera que hasta el mismo creía terminada. Nadie, ni siquiera B.B. King o Chuck Berry, había sido más grande a tan avanzada edad. Las jovencitas hacían fila para tocar la mano de ese monumento y Cohen reía cínico y pensaba en que ser un rockstar a veces es más divertido que ser un poeta.
Lynch tuvo que pagar 11 meses de cárcel por acoso y 7 millones de Euros por estafa. Nunca volvió a ver en vida a Cohen. La próxima semana, cuando el mundo se postre ante sus restos en Montreal, Lynch estará rondando las cenizas, intentando estar cerca del que fue su amante, su guía, su faro pero al que al final no pudo resistir traicionar. Nadie volvía a ser el mismo después de haber estado cerca de Leonard Cohen.