Al fondo, muy al fondo del horizonte oriental de la ciudad de Cali, casi llegando a las orillas del Rio Cauca, en una región conocida como el Jarillón, el Estado colombiano no ha podido solucionar definitivamente la crisis humanitaria que ha trascendido los años. Por décadas incluso, a este lugar han llegado personas sin nada en sus vidas para establecerse en cambuches improvisadamente levantados con guaduas, zinc y plásticos que les sirva de refugio ante la adversa calle y violencia de los lugares olvidados.
El año 2021 no ha sido la excepción. A este lugar han llegado en los últimos meses cientos de familias, miles de personas desplazadas por la miseria, la violencia y la misma pandemia, rebuscando un refugio para ellos y los suyos. Actualmente, se calcula que pueden haber más de 300 nuevos cambuches en un territorio que, mezclado con la ola invernal que se avecina, puede ser el principio de una catástrofe humanitaria ad portas de la tercer ciudad más importante de Colombia. Algunos medios de comunicación han hablado de miles de nuevos cambuches en cuestión de días.
Debido al incremento de las dinámicas de violencia y narcotráfico en territorios caucanos y nariñenses, familias enteras acostumbradas a la vida campesina en el campo han tenido que llegar a Cali en las ultimas semanas para enfrentarse a un escenario igual de difícil ante la falta de oportunidades y el hambre física.
También está la historia de quienes lo perdieron todo durante la pandemia. A muchos se les acabaron sus ahorros y no tuvieron cómo seguir pagando los arriendos, como es el caso de Doña María, quien vive hace varios meses en uno de los cambuches pues fue desalojada de su casa por no tener cómo pagar el arriendo, tras quedarse sin trabajo debido a la pandemia:
Y es que el mes de septiembre empezó de la peor manera para las personas que, como doña María, no han tenido más opciones que levantar su casa en este territorio. En la madrugada del 1 de septiembre, llegó el ESMAD acompañado de retroexcavadoras que, a su paso, demolieron cientos de estos albergues por una medida decretada desde la alcaldía que, en letras, busca salvaguardar sus vidas de un posible colapso del dique que protege a la ciudad de un desbordamiento del afluente.
En dicha arremetida de la fuerza publica, se reportaron niños y personas de la tercera edad afectados por los gases lacrimógenos lanzados.
Se trató de un operativo interinstitucional realizado específicamente en el sector de Brisas del Nuevo Amanecer, en el distrito de Aguablanca, que habría dejado un saldo de varias personas heridas tras el paso de los motines antidisturbios. El panorama de los momentos posteriores al operativo fue desolador.
Muchos de los que se quedaron sin cambuches se fueron en busca de un nuevo lugar para refugiarse de la lluvia, el frio de la noche y de la avanzada de las autoridades para desalojarlos. Para los que se quedaron, la vida continua en las mismas condiciones. La comunidad ahí albergada todavía espera una visita del alcalde que ha dicho tener el tema en su agenda como un asunto prioritario.
Pero mientras llega una solución, el tiempo transcurre igual, entre el hambre y la escases. Muchos de los que habitan estos cambuches viven de la mendicidad, de pedir plata en la calle. Otros se la rebuscan como sea, peor lo cierto es que todos la pasan duro. Familias de hasta 10 personas pueden vivir en estos espacios que, sin energía, ni acueducto, ni baños, se enfrentan a un peligro mayor que se llama fenómeno de la niña y que, en el año 2010, dejó alrededor de 90 mil damnificados en este territorio de Cali, que mucho pide atención de cualquier autoridad que intervenga para sacarlos del infierno que puede llegar a ser este lugar.
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