El año pasado lo dimos por muerto. Su espalda, apachurrada por las constantes caídas, dijo basta en el año de la pandemia. Toda su preparación se vino abajo, una preparación hecha además en la altura de Boyacá. Cuando regresó a Europa tuvo que volverse a acoplar a entrenar al nivel del mar. Además aparecieron los dolores en la espalda, los terroríficos que lo hicieron pagar, en la etapa reina del Tour, 15 minutos. Incluso algunos campeones del Tour dijeron que Egan había llegado vestido de amarillo a los Campos Eliseos por una serie de casualidades, entre ellas la de que en la penúltima etapa del Tour se cancelara parcialmente por cuestiones climáticas. En ese momento volvió a empezar de cero. Era como si nunca hubiera ganado nada, como si su apodo de Niño Maravilla se lo hubiera encontrado en una rifa. Esperó y sufrió. Sufrió mucho. Perdió la alegría e incluso sus jefes miraban con preocupación esa pérdida completa de la alegria.
Incluso dos semanas antes del Giro el INEOS tenía dudas sobre su presencia en el Giro. Tuvo que modificar toda su preparación antes de viajar a Italia, cancelar eventos y, empezar a correrla, sin kilómetros en las piernas. En la etapa nueve Egan, el grande, se desembrazó de sus rivales faltando 1.200 metros y nadie lo puede atajar. Fue una exhalación. Solo el múltiple campeón Vicenzo Niballi intentó seguirle la pisada. La carretera se abría, parecía una trocha en Zipaquirá, una de esas montañas en donde fue campeón del mundo cuando hacía Mountain Bike. Y ganó y se vistió de Rosado, es el quinto corredor colombiano en lucirla. Y le queda bien.
Egan está listo para ganar, a sus 24 años su segunda gran vuelta. Una hazaña única para un hombre que ha regresado a tener las sensaciones que lo convirtieron en el más grande del mundo en el 2019.
El Giro apenas empieza, ahora hay que cruzar los dedos, ni él sabe si los dolores de espalda volverán a atormentarlo, las cicatrices de heridas pasadas se vuelven a abrir. Nadie lo sabe, ni él. Pero ahí empieza a distanciarse de Evenepoel, a 15 segundos y a Vlassov. Son tan jóvenes como él. Sin embargo ninguno ha sufrido tanto como nuestro colombiano.