El presidente de los Estados Unidos ha deslizado la idea de que podrían retirarle los cargos a Assange. Las cortes británicas lo tienen detenido hace cinco años en una prisión de máxima seguridad. Se casó bajo la persecución y tiene dos hijos, cuya paternidad trataron de comprobar unos espías de una agencia criminal española que reportaba a la CIA y que fue contratada por el Ecuador cuando lo tuvo siete años en su embajada. Es una historia que nos recuerda lo más oscuro de la era oscura.
La infamia de Ecuador no la ha cometido ningún país: entregar al asilado para que lo saquen a rastras y mientras lo difamaban con intimidades de su vida privada. Pasó siete años encerrado en la embajada. Los ecuatorianos no hicieron nada por darle algo de comodidad ni por respetarle la dignidad.
El pretexto para la persecución en el Reino Unido fue que en Suecia tuvo relaciones con dos profesionales sin avisarles que no usaba preservativo. Pero años después esa causa desapareció y siguió perseguido por los demócratas británicos y sigue detenido por ellos.
Su Majestad Carlos III es rey del Reino Unido; pero es también rey de Australia, que constitucionalmente lo reconoce como su propio rey. El gobierno de Australia ahora ha intercedido por Assange y correlativamente, su monarca tendría que ponerse el sombrero de Australia e interceder ante él mismo, como rey del Reino Unido, para que no sea mandadero de la "comunidad de inteligencia" de los Estados Unidos.
¿Entonces, por qué Carlos III, con el sombrero de rey de Australia, no interviene ante Joe Biden, presidente los Estados Unidos?
Siempre hay una solución para todo. Y cuando hay una infamia, hay que buscarla. Es la más aleve historia universal vigente de persecución inclemente, cruel y despiadada, que ataca la libertad de prensa, que es una negación de todo principio democrático y cristiano y de todo criterio humanitario. Reagan pasó a la historia por decirle a Gorbachov: "tumbe ese muro". ¿Por qué nadie en el mundo no es más enérgico para exigir la liberación de Assange?
No importa cuánta crítica tengan en el orden interno, tenemos en nuestro continente figuras que podrían pronunciarse, como los presidentes de Chile, Colombia y Brasil; o todos los expresidentes elegidos democráticamente.