El exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, estuvo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid presentando el libro qué horizonte, escrito conjuntamente con el diputado español Íñigo Errejón. Aunque dieron una visión general del libro con temas como “La efectividad del discurso” o “La división de los de arriba”, el tema central fue otro de palpitante actualidad: ¿Cómo hacer que los logros económicos, políticos, sociales y culturales de gobiernos progresistas perduren en el tiempo cuando estos llegan a su fin, ya sea por una pérdida electoral, un Golpe de Estado u otras circunstancias adversas que permiten la vuelta al poder de sectores conservadores?
Pero, sobre todo, se habló del último capítulo, que no aparece en el libro, y que son las conclusiones teóricas de García Lineras después del Golpe de Estado perpetrado en Bolivia el 10 de noviembre pasado contra el gobierno de Evo Morales, del cual el intelectual boliviano fue su vicepresidente durante 14 años.
¿Qué papel juegan los agraviados de la igualdad en un proceso transformador? García Linera hace una especie de autocrítica que tiene que ver con los afectados por el ascenso de una inmensa mayoría de sectores marginales de la sociedad hacia la clase media tradicional, instalada desde siempre en un lugar de privilegio que les permite ocupar puestos de relevancia dentro del Estado, centros educativos, lugares de exclusividad económica y social y que ahora tienen que compartir con los “arrimados”, es decir, con aquellos hombres y mujeres que han tenido la oportunidad de prepararse, han mejorado su capacidad de competitividad y ostentan mejores condiciones de vida.
La lucha por la igualdad, sostiene Lineras, tiene un costo social. En la medida en que más personas están mejor, otras personas o comunidades comparten un mismo status. Los privilegios que ostentaban antes estos grupos sociales ven devaluado ese status, se molestan y generan un malestar social y una reacción. Estos descontentos generan fuerzas o movimientos que, aliadas con sectores radicales de derecha, también atropellados, conminan a marchar, y a sublevarse, pues no están en los lugares donde se proyecta y se toman las decisiones de poder.
Es en este momento donde los procesos políticos y sociales de los gobiernos progresistas tienden a quebrarse y son relevados del poder y se ven revertidos los logros en materia de igualdad. Es un ejemplo claro de lo que ha sucedido en Bolivia. Como proceso de aprendizaje de las izquierdas es fundamental en estos momentos analizar y concluir que los procesos sociales y políticos encaminados a mantener un liderazgo, es mezquino. Son, más bien, los liderazgos políticos y de poder dirigidos a mantener procesos los que dan resultado.
En este campo, los autores, tanto García Lineras como Íñigo Erregón, ponen un énfasis especial: las fuerzas progresistas y de izquierda tienen el deber de participar en la transformación de la realidad tanto desde dentro del Estado como desde el movimiento social. Los movimientos sociales en América Latina han logrado en los primeros años de la década grandes transformaciones a través del Estado. Pero, ¿es suficiente? No. Hay cosas que no se pueden cambiar a través del Estado. Se tiene que poner atención al movimiento social, y entender que el poder no se diluye cuando cambia un gobierno progresista y es reemplazado por élites conservadoras, pues estas tienden a recobrar sus antiguas hegemonías, borrando de paso los logros de las revoluciones.
Pero entonces, ¿cómo mantener la continuidad de los procesos de transformación como el de ampliar la igualdad en función del Derecho, el acceso a la riqueza o la inclusión de los indígenas, los campesinos, los más humildes o los migrantes? ¿Cómo hacer para que esta lucha por la igualdad, cuando ya se ven resultados reales, no se vuelva contra los mismos gobiernos progresistas? Y es aquí donde debemos actuar. Si son muchos los agraviados, éstos van a tener la oportunidad de actuar contra esa igualdad que nosotros mismo generamos.
Esa actitud existe y es real. Y tiene el poder de revertir procesos. Por tanto, una tarea es inaplazable: renovación constante de candidatos, propuestas inclusivas a esos sectores agraviados por la igualdad, cambiar estructuras sociales constantemente y ofertas discursivas fruto de las transformaciones llevadas a cabo por un gobierno progresista. Estas acciones pueden aminorar la reacción de los agraviados de la igualdad, que son, por lo general, las clases medias tradicionales que ahora, tienen que competir con los que vienen de abajo tanto en colegios, barrios o puestos de trabajo que antes sólo estaba reservados para ellos. La movilidad social ha cambiado y a ese mismo ritmo deben cambiar las nuevas oportunidades, incluido el intento de fusionar esas capas sociales agraviadas con las que llegan a disputarles su hegemonía.
Atender las necesidades de estas capas sociales agraviadas es impedir que se adhieran a sectores ultraconservadores y fascistas. Se debe saber cómo atemperar los procesos de reacción negativa a la igualdad.
Las conclusiones aún están sin escribirse. La inestabilidad mundial, y por ende de las naciones, no hace posible vislumbrar un rumbo definido. Es el caso de Bolivia, donde el cambio de régimen no se ha dado por cansancio o agotamiento del proceso revolucionario, sino por la acción de la fuerza que precedió, precisamente, a una movilización social de los agraviados de la igualdad que se han sentido excluidas del poder. Por tanto, si no hay agotamiento del proceso, Álvaro García Linero tiene la confianza que en las próximas elecciones el partido Movimiento al Socialismo, MAS, su partido, recobre el poder y esta vez con la lección aprendida.