Sin duda Colombia está incendiada. Y las consecuencias son terribles: un abogado torturado y asesinado al interior de un CAI, 13 colombianos asesinados, y otros 80 heridos a balazos a manos de la policía, tras salir a protestar por el asesinato mencionado al inicio. Otros cientos de colombianos, quizá miles, golpeados o capturados por la policía en las jornadas de protesta que se han extendido por varias ciudades del país desde el pasado 10 de septiembre.
A lo anterior se suma el incendio o destrozo de decenas de vehículos, decenas de CAI, y otras pérdidas materiales, a las que, de acuerdo con la tradición, los grandes medios de comunicación y, en consecuencia, buena parte de la opinión pública, han dado más importancia que a las vidas cegadas o puestas en peligro de muerte por parte de las balas policiales.
Una sociedad no puede atravesar por todo lo relatado anteriormente sin preguntarse por quienes tienen responsabilidad en semejante desastre. El establecimiento y su aparato de propaganda, los grandes medios de comunicación, se han esforzado a fondo para señalar que el gran responsable de la violencia desatada en la última semana es el senador Gustavo Petro.
Dirigentes políticos del establecimiento, particularmente del uribismo, y periodistas defensores de oficio del régimen (el régimen de la corrupción, lo denominó Álvaro Gómez Hurtado), no se sonrojan lo más mínimo al afirmar que la responsabilidad es de Petro por denunciar, a través de su cuenta de Twitter, el atropello policial de que eran víctima los manifestantes, e informar el desarrollo de los acontecimientos.
Pero no se detienen en el hecho de que las protestas se originaron en la tortura y asesinato de un hombre puesto en estado de indefensión por parte de policías, que se supone están para proteger a los ciudadanos. No dicen que el abogado fue llevado a un CAI, al que convirtieron en centro de tortura, y que allí fue asesinado, en presencia de siete uniformados. No, lo grave son los trinos de Petro. Nada dicen frente al hecho de que 80 personas fueron heridas a balazos en la capital del país por parte de la institución que debe garantizar la vida de todos.
Sumado a lo anterior, la forma cómo las autoridades administraron la crisis fue desastrosa. En lugar de la destitución inmediata y fulminante de los asesinos del abogado y su puesta a disposición de la justicia, los mandos policiales y altos funcionarios del gobierno salieron en defensa de los asesinos, anunciando su trillada “investigación exhaustiva”, que sabemos, siempre se orienta a la impunidad. Tal actitud fue la que estimuló a la gente a salir a protestar. Una parte importante de la sociedad colombiana ya no está dispuesta a soportar en silencio la tradicional impunidad que cubre a los crímenes de la policía, crímenes bastante habituales.
Los señores del poder, políticos y medios tradicionales, no han entendido que, con las redes sociales y la aparición de cientos de medios alternativos, ya no le resulta fácil al establecimiento controlar el pensamiento de los ciudadanos. Hoy existen cientos de canales de información para la sociedad, de manera que ya no es posible ocultar la realidad. Así mismo, estos canales sirven como instrumento de convocatoria a las multitudes cuando se deciden a salir a las calles en disposición de protesta. La hegemonía del establecimiento se está erosionando.
Estructuralmente, los responsables del estallido de la semana pasada son la práctica sistemática de atropellos y violaciones a los derechos humanos de los ciudadanos por parte de la policía; la impunidad frente a los crímenes de los agentes estatales; y el cinismo con el que el poder político trata como héroes a criminales de uniforme y como bandidos a manifestantes desarmados. Todo eso con un trasfondo de abismal desigualdad económica y la más infame corrupción, que las elites colombinas han construido durante dos siglos de hegemonía sobre la sociedad colombiana.
La realidad es que los políticos tradicionales (y algunos que quieren pasar por no tradicionales) y los grandes medios de comunicación desde hace años están empeñados en mostrar ante la opinión pública a Gustavo Petro como el responsable de lo que sucede en Colombia, sean protestas ciudadanas o el cambio climático. Así quieren ocultar que los verdaderos responsables son quienes han malgobernado este país durante decenios, llevando a millones a la miseria, en tanto que ellos y sus familias se han enriquecido de manera fabulosa.
Adenda. Ahora que el debate en torno a las estatuas de figuras nefastas de la historia aterriza en Colombia, “las personas de bien” se escandalizan más por el bronce derribado que por las vidas de colombianos cegadas por “nuestros policías”.