“A Dios lo que es de Dios, y al césar lo que es del césar”.
Con esta frase, justifican el diezmo, las ofrendas y las primicias, como una obligación de tributo —impuesto— a Dios, presionando a los congregantes, con frases como: “Si no paga el diezmo le roba a Dios” o con las mieles de la promesa de que, si diezman, serán tan ricos como el pastor.
Pero veamos qué significa esta frase, qué tanto está retumbando a propósito de quienes dicen que sí, y quienes dicen que no deben pagar impuestos las congregaciones, de acuerdo a la ponencia de la representante Katherine Miranda.
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Le preguntan a Jesús los fariseos: “Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al césar o no? Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Y les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Dícenle: Del césar. Entonces les dice: Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios”. Mt 22/17-21
Israel tenia para entonces, una ocupación política de parte de Roma, que a su vez cobraba tributos al pueblo. Jesús no refuta el pago de impuestos, al contrario, les dice que deben pagarlos.
Es decir, no estaba incitando a un levantamiento o desacato de la orden del César. Lo curioso es, que estos mismos que le lanzaron la pregunta, luego le acusan ante Pilatos, de haberse proclamado Rey, y de estar incitando al pueblo a no pagar tributo a Roma.
Para ser puntuales, los fariseos le alcanzaron una moneda con el rostro y la inscripción del césar; y no, también una con el rostro y la inscripción de Dios, luego, lo del césar corresponde al césar, y lo que es de Dios, no está tazado en impuestos, sino en amor. En otras palabras, lo que es de Dios es nuestro corazón.
Algunos “teólogos” de la oposición, y la no oposición, haciendo gala de “sabiduría”, pretenden refutar la ponencia del proyecto para la reforma tributaria, que gravaría el patrimonio de las congregaciones religiosas que hoy no pagan impuesto de renta; en tanto, a actividades diferentes al culto, rito, beneficencia, y educación.
Es decir, lo social no pagaría, sino las actividades empresariales o patrimoniales que cobijan —algunos, no todos— bajo la congregación, y de esta forma, evaden impuesto de renta y patrimonio.
Dicho de otro modo, cobran tributo en nombre de Dios (diezmo, ofrenda y primicias) que no cobra Dios, porque no es una exigencia para los cristianos. Pero se resisten a pagar el impuesto al césar -en este caso el estado-.