El Idiota: un drama nacional en cinco actos

El Idiota: un drama nacional en cinco actos

"Duque es consciente del rol que juega, de las personas que lo rodean y los intereses que defiende. Su instrumentalización es voluntaria y su pretendida inocencia es falsa"

Por: Carlos Alberto Duque
noviembre 24, 2018
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El Idiota: un drama nacional en cinco actos

1. Humillados y ofendidosj

Para cualquier observador bien informado, la política económica del uribismo constituye una clara humillación y ofensa para los de abajo. En una de las naciones más desiguales del continente, donde el 20% del PIB lo apropia el 1% más rico[i], donde el principal banquero del país es más rico que el presidente de los Estados Unidos[ii], mientras uno de cada 4 colombianos es pobre y cerca de la mitad de los empleos son informales[iii], el gobierno ha intentado implementar una reforma tributaria que empeoraría drásticamente esta situación.

La razón es muy sencilla. En Colombia, el grueso de la tributación ya descansa sobre los hombros de las clases populares. Según datos del Banco Mundial, los impuestos pagados por el capital aportan solamente el 35% de la tributación (en EE. UU. es el 92% y en México el 52%)[iv], mientras el restante 65% es aportado por las clases populares.

En uno de los países donde las jornadas laborales son particularmente altas y los salarios bajos, la elevada tributación de las clases trabajadoras no solo profundiza la desigualdad, sino también la explotación laboral: se amplía la brecha entre lo que los trabajadores producimos y lo que finalmente podemos consumir. La ‘ley de financiamiento’ del uribismo apunta, precisamente, a ampliar esa brecha, para cubrir el déficit fiscal que las propias clases dominantes han generado y del cual se han usufructuado.

Uno de los eslóganes de la campaña uribista era precisamente "menos impuestos, mejores salarios". Ahora en el poder, la política económica es todo lo contrario: más impuestos (para las y los trabajadores) y, en consecuencia, menor poder de compra y salarios. Humillación. Pero el gobierno va más allá y plantea la necesidad de mantener las exenciones tributarias al gran capital e incluso reducir la tributación a los acaudalados. El héroe encargado de esta gesta, el ministro Alberto Carrasquilla, no podía estar más a la altura de su tarea: un filibustero neoclásico vinculado con evasión fiscal y enriquecimiento a costa de lo público. Un soberbio tecnócrata para quien el salario mínimo en Colombia es muy alto. Ofensa.

Sin embargo, el asunto no termina allí. En los últimos días —frente a la inconformidad popular— el presidente Duque anunció un acuerdo entre el ejecutivo y el congreso para presuntamente no ampliar el IVA a la “canasta básica esencial”. Se busca, así, calmar los ánimos recortando la parte más humillante de la ‘ley de financiamiento’. Sin embargo, la ofensa queda allí: la reforma tributaria seguirá su curso bajo la misma filosofía: mantener (o disminuir) los impuestos al capital y aumentar los impuestos al trabajo. No sería extraño que ‘el Plan B’ incluya una ampliación de la base de cotización del impuesto a la renta, mayor IVA a otros productos de consumo masivo, mayor retención en la fuente para los contratistas, así como reducción del gasto social. La afrenta se mantiene.

El gobierno —y el establecimiento en su conjunto— está concentrado por ahora en adelantar la reforma tributaria y organizar las cuentas del ejecutivo. Es lo urgente, pero no lo único. La humillante y ofensiva política económica uribista no se va a detener allí, en el horizonte ya se vislumbra una reforma pensional (aumentar la edad de pensión y desmantelar Colpensiones), una reforma laboral (para aumentar la precarización e inestabilidad laboral), un recorte en rubros fundamentales como la protección ambiental, la educación, el deporte y la cultura, así como toda una contrarreforma agraria, con sus corolarios de mayor concentración de la tierra y ampliación depredadora de la frontera agrícola.

2. Crimen y castigo

Para el uribismo —y el bloque social dominante— la protesta social, cualquier oposición y —peor— cualquier alternativa política viable son un crimen, un crimen contra el poder. Y como tal, merece ser castigado. El castigo puede tomar muchas formas, y por lo general se aplican todas: reprimir violentamente a estudiantes, campesinos, indígenas o cualquiera que proteste, complicidad con el asesinato sistemático de líderes sociales opositores, negar sin justificación la personería jurídica al partido Colombia Humana, perseguir administrativamente a Gustavo Petro buscando frustrar su candidatura en 2022 e inhabilitarlo de por vida, frenar las consultas populares como medios de las comunidades para decidir sobre sus territorios, montar falsos positivos judiciales para encarcelar docentes y estudiantes universitarios, negar la participación ciudadana en la revocatoria del nefasto alcalde de Bogotá, y restringir libertades individuales, entre otras. Aquí la creatividad punitiva es rebosante.

La lógica de criminalizar la oposición para posteriormente castigarla ha sido implementada, con matices, por todos los gobiernos colombianos (recordemos aquí a Abadía Méndez, Laureano Gómez, Guillermo León Valencia y Turbay Ayala) pero, en nuestros tiempos, es uno de los rasgos distintivos del uribismo. Su ‘Mano fuerte’. Esta lógica política constituye una deriva autoritaria del estado colombiano e implica un golpe al ya débil estado social de derecho que tenemos.

¿Cuáles son las razones de esta deriva autoritaria? En primer lugar, al bloque social dominante y al uribismo les preocupan los 8 millones de votos que el proyecto Colombia Humana, encabezado por Gustavo Petro, obtuvo en las últimas elecciones. La apuesta del uribismo y el establecimiento de conjunto es bloquear cualquier perspectiva de cambio político nacional en las próximas elecciones presidenciales, así como en las regionales.

Pero, además, les preocupa la resistencia civil frente a la humillación y la ofensa que constituye la política económica del gobierno vista líneas arriba. En esa dirección apuntaban las temerarias declaraciones del ministro de defensa sobre restringir la protesta social y la brutal represión a la que han sido sometido el movimiento estudiantil durante los últimos días. Tienen presente que a protesta social puede bloquear la política económica del uribato.

Para mayor preocupación de las élites, estos dos elementos (el ascenso político del progresismo y la protesta social) están estrechamente relacionados y se pueden reforzar mutuamente: A escasos cien días de gobierno el inconformismo con el gobierno duque se disparó al 73%. El propio gobierno está enfrentando una creciente oposición en las calles y, de fortalecerse, esa misma oposición puede llevar a Gustavo Petro a la casa de Nariño en 2022. Esa posibilidad los trasnocha.

3. El Gran Inquisidor

Rodion Romanovich Raskolnikov, el protagonista de la novela Crimen y Castigo, sostenía que los grandes hombres, “aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable, como es natural”. Raskolnikov se inspiraba en personajes como Napoleón, quien construyó un nuevo orden violando todas las leyes del anterior. En nuestra realidad Raskolnikov no hubiera tenido problema para inspirarse en personajes similares. Con el ‘gran colombiano’ Álvaro Uribe y el fiscal Néstor Humberto Martínez le hubiera bastado.

La similitud de estos personajes va más allá del hecho de que ambos compartan el mismo imaginario político, defiendan los mismos intereses y tengan acuerdos políticos: el fiscal es uribista y el uribismo apoya al fiscal. Más allá de eso, las denuncias publicadas por la prensa, investigaciones judiciales inconclusas, testigos asesinados, envenenamientos con cianuro y demás elementos parecen mostrar que ambos personajes han pasado por encima de la ley o, en el mejor y más ingenuo de los casos, tienen estrechos vínculos con criminales de distinto pelambre: paramilitares, narcotraficantes, empresarios mafiosos y corruptos, etc.

Y la gravedad de tal situación no es menor: Uribe es, de lejos, el hombre más poderoso dentro de la rama ejecutiva y legislativa, mientras Néstor Humberto es el hombre número uno de la rama judicial. Las tres ramas del poder político en las manos de dos hombres que, además, se venden como el paradigma de la honestidad y la virtud. Pero, por encima de todo, ambos personajes cuentan con el apoyo y confianza del conjunto del bloque social dominante, de la oligarquía económica colombiana y sus socios en el extranjero. Son los buenos muchachos del ‘poder detrás del poder’. Los hombres de confianza de Luis Carlos Sarmiento Angulo.

Hace más de 130 años, en una oscura taberna rusa, Iván Karamazov le contaba a su hermano Aliosha, la leyenda del Gran Inquisidor. En una de las partes más profundas del relato el cardenal Gran Inquisidor, discutiendo altivamente contra Cristo le plantea: “Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para siempre la conciencia de esos seres débiles e indómitos —haciéndoles felices—: el milagro, el misterio y la autoridad. Y tú no quisiste valerte de ninguna”. Ese no fue el caso de Uribe y Néstor. A pesar de su naturaleza mortal han tenido nexos con milagros: el cohecho de una sola persona (caso Yidis Medina), la muerte de testigos en momentos clave de investigaciones, entre otras. El misterio que rodea sus conspiraciones y decisiones políticas, siempre en la penumbra y condensadas en acciones de terceros. Y, por último, la autoridad que les da la confianza y respaldo de los dueños del país, a los que le son absolutamente leales.

4. El Jugador

El uribismo en el poder juega a la guerra y a la paz. Con los dados de la contingencia, el uribismo le apuesta a reeditar la guerra contra las drogas, amenazar a Venezuela con la invasión y a romper, en la práctica, el acuerdo de paz con las Farc. Las tres apuestas son concretas pero su final es inesperado.

La ‘guerra contra las drogas’ es en realidad una guerra contra el campesinado pobre que cultiva coca, amapola y marihuana, pero no contra los narcotraficantes y mafiosos. Estos últimos hacen parte del bloque social dominante y sus representantes han logrado escalar muy alto en la institucionalidad colombiana. En algunas regiones cuentan con ejércitos privados y son los responsables de buena parte del asesinato de líderes sociales, que quedan en la impunidad. La trágica masacre de Tumaco, el pasado octubre de 2017, donde 15 campesinos resultaron asesinados en un operativo de erradicación forzosa constituye el triste prólogo de este nuevo episodio de la pretendida guerra contra las drogas.

Por otro lado, las irresponsables declaraciones del embajador uribista en EE. UU., y de otros altos miembros del centro democrático han encendido las alarmas en Venezuela. Y no es para menos, pues se les amenaza con la invasión. El reciente triunfo de la extrema derecha en Brasil, así como la constante hostilidad de la administración Trump les dan a estas amenazas mayor credibilidad y aumentan las posibilidades de una eventual conflagración con consecuencias nefastas e inesperadas.

Por último, el uribismo ha profundizado el incumplimiento al proceso de paz con las Farc que ya venía desde el gobierno Santos. Los hechos más graves se relacionan con el incumplimiento a la justicia transicional, las irregularidades en el proceso judicial a Santrich, la eliminación de la participación política de las víctimas y de cualquier atisbo de reforma rural, entre otras medidas. Esta apuesta contra la paz es, necesariamente, una apuesta a favor de la guerra, de la que el uribismo ha aprendido a sacar sólidos réditos políticos y económicos.

5.  El Idiota

El idiota del drama literario de Dostoievski era el príncipe Lev Myshkin. El idiota del drama político colombiano es Iván Duque. Pero, para hacerle justicia al príncipe Myshkin, tal vez deberíamos calificar a Duque de el anti-idiota. El personaje de Dostoievski, un ser sensible, inteligente y virtuoso, incapaz de mentir o conspirar contra el prójimo termina siendo instrumentalizado y manipulado por los seres egoístas y calculadores que lo rodean. Ese no es, precisamente, el caso de Duque.

A pesar de su frivolidad y escasas luces, Duque es plenamente consciente del rol que juega, de las personas que lo rodean y los intereses que defiende. Su instrumentalización es voluntaria y su pretendida inocencia es falsa. En medio de todo este drama nacional, el presidente Duque cumple un rol muy particular, presente en la mayoría de los dramas literarios y cinematográficos: el alivio cómico: Aquel personaje superficial y burlesco que distrae momentáneamente de la dureza de la trama. En este caso, de la humillante y ofensiva política económica, de la criminalización y castigo a la oposición, del poder de los grandes inquisidores y los irresponsables juegos bélicos del establecimiento colombiano.

El Idiota de Dostoievski nos permite no solo cerrar esta descripción del drama nacional, sino también nos da luces para pronosticar su posible desenlace. En líneas generales, la tragedia del príncipe Myshkin fue intentar llevar una existencia individual virtuosa en un mundo corrompido. La salvación mediante el perfeccionamiento individual es imposible. Esa misma conclusión aplica también para el drama político colombiano. El aislamiento y las acciones individuales son incapaces de transformar el perverso entramado económico, político y judicial que denunciamos.

La historia nos ha enseñado que solo la acción colectiva es políticamente eficaz. Y esta no es una simple reflexión entusiasta: en las últimas semanas el formidable movimiento estudiantil ha sacudido del letargo a vastos sectores de la sociedad y sobre el horizonte se vislumbra ya la convocatoria a un gran paro cívico nacional. El gobierno —en medio de su espíritu ofensivo— está empezando a sentir que se le acaba el aire, que cada día tiene menos margen de maniobra. Y está en lo correcto. En este punto crucial del drama nacional, es donde el campo popular —los humillados y ofendidos— debemos parar la historia que escriben los de arriba y comenzar a escribir nuestra propia historia. Una historia donde las y los de abajo seamos los personajes principales.

 

 

[i] Alvaredo, F., & Londoño Vélez, J. (2014). Altos ingresos e impuesto de renta en Colombia, 1993-2010. Revista de Economía Institucional. Disponible en: https://www.economiainstitucional.com/esp/vinculos/pdf/No31/falvaredo31.pdf

[ii] Revista Semana (2017) “Según Forbes, Luis Carlos Sarmiento es tres veces más rico que Trump”. Disponible en: https://www.semana.com/confidenciales-semanacom/articulo/luis-carlos-sarmiento-tiene-mas-dinero-que-donald-trump/519222

[iii] Según datos del DANE, en 2017 la pobreza monetaria fue 26,9%

[iv] Banco mundial: https://datos.bancomundial.org/indicador/GC.TAX.YPKG.ZS?locations=CO-US-MX

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