Cuando el zar de los tornillos nació en 1955, sus papás no podían estar más alcanzados. Era el décimo hijo que debían mantener. En San Vicente, Antioquia, las posibilidades para ser alguien eran limitadas. Así que, entre pecho y espalda, se le metió el deseo de ser ciclista.
En esa época, ser ciclista distaba mucho de ser un deporte para niños bien. Era puro sacrificio y entrega de gente pobre. A mediados de los años setenta, el nombre de Efrén Cardona Rojas alcanzó a aparecer en varios titulares de periódicos como El Colombiano o el desaparecido El Mundo Deportivo.
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Corría para equipos como Polímeros Colombianos, Castalia, Alberto V05, Telecom y Everfit. Se destacó en la Vuelta a la Juventud de 1975 cuando era una de las competiciones más populares del país. Es que, entre 1948 y 1990, no existía un deporte más seguido en el país que el ciclismo y la Vuelta a Colombia era sencillamente una locura en la que tenía que correr. Entre 1976 y 1980, terminó el Clásico RCN. Quería rodar en Europa, ganar una vuelta grande, pero un día el cuerpo le dijo: no más y se quedó con una mano adelante y otra atrás.
Quiso seguir siendo ciclista, pero en su carrera profesional sólo ganó un circuito a Bello. Entonces, trabajaba en un local de tornillos, pero como se le iba tanto tiempo entrenando, decidieron echarlo. Tenía plata ahorrada y en 1980 puso un pequeño almacén atendido por dos personas. Al pequeño local le pusieron un nombre ostentoso: Mundial de Tornillos y fue una premonición.
Una premonición sobre lo que sería el trabajo entregado de este antioqueño que desde esa época se levanta a las 4 de la mañana, arranca a trabajar a las 6 y termina la jornada a las 10 de la noche. Eso le quedó del ciclismo, su capacidad de sacrificio.
Cuarenta y tres años después, Efrén Cardona es considerado nada más y nada menos como el Rey de los tornillos. El 8 de diciembre del 2019, el que siempre soñó con reposar en los laureles de la victoria, logró el reconocimiento por parte del Congreso: lo condecoraron con la Orden de la Democracia Simón Bolívar en el grado de Gran Caballero.
La facturación anual de este humilde ciclista es de 30 millones de dólares. En Bogotá ya tiene 18 tiendas. En el nuevo local, Cardona se gastó 5.000 millones de pesos, una cantidad enorme para cualquier negociante, pero una bicoca para el Rey del tornillo. La sede está destinada sólo a que sea atendida y administrada por mujeres.
Su nombre de Mundial de Tornillos quiere que sea una realidad absoluta. Por eso, ya planea una ambiciosa estrategia global y está viendo locales en Estados Unidos, Panamá y Ecuador. Para perpetuar su legado, tiene a sus dos hijos trabajando en los locales más visitados entre los que tiene en la capital. Mucho tiempo pasó de esa Vuelta a la Juventud en donde un humilde pelado quería ser como su ídolo Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez al próspero empresario que factura 30 millones de dólares anuales.