'El Hoyo', la película que hay que ver en esta cuarentena

'El Hoyo', la película que hay que ver en esta cuarentena

Un texto a propósito de la comentada ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia, que en estos días es popular en redes

Por: Esteban Andrés Abad Tapia
abril 01, 2020
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'El Hoyo', la película que hay que ver en esta cuarentena

¿Te has visto El Hoyo? La anterior pregunta fue, durante varios días, motivo de curiosidad en redes y entre charlas (virtuales) con amigos. "¿Debo usar un espejo o algo así?", era mi respuesta habitual. Iniciar una conversación con un chascarrillo, estúpido generalmente, es una buena forma de romper el hielo, pero eso no importa. Lo que atañe al presente escrito tiene más que ver con la comentada película española de ciencia ficción y thriller: El Hoyo.

Cuando uno habla de hoyos, no se necesita ser muy letrado para captar de entrada la sensación de vacío, de oscuridad, de profundidad. Desde luego, todos en la vida hemos visto un hoyo, a muchos, por ejemplo, les aterra cuando son niños ver una lombriz saliendo de un hoyo, para otros el temor aparece con la sensación de caer en él. Bueno, de eso trata la película dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia, del terror que esconde el hoyo, lleno desde el inicio de muchas interrogantes que son resueltas, en parte, al final de la historia. Sin embargo, el hoyo del que la película habla tiene una carga semiótica que va más allá del simple hecho de un hueco. La trama de la película nos plantea el símil entre la sociedad —en cualquier período de tiempo— y un sistema donde los seres humanos allí prisioneros por voluntad son móviles, como diría Barba Jacob, y donde existen unas clases: “Los de arriba, los de abajo y los que caen”.

Ahora bien, el sistema consiste en trescientos treinta y tres niveles que aleatoriamente van siendo ocupados, mes a mes, por un par de personas. En medio de cada nivel una cavidad hueca permite el paso de una plataforma que en el nivel cero es llenada con alimentos de todo tipo, y léase bien, la reina Isabel de Inglaterra reviviría a Lady D por tener un banquete de semejantes proporciones. Una vez listo el buffet la plataforma empieza a descender por las cavidades y cualquiera podría presumir que la racionalidad primaría y haría que los “seres humanos” de cada nivel piensen en los que abajo esperan y racionen, así todos comerán. No obstante, la realidad es otra, como ya sabrán ustedes. Aquello es una lucha por sobrevivir, los que ahora están entre los primeros niveles y vienen de los niveles de abajo, buscan desaforadamente alimentarse bien para recuperar el mes de migajas y porquería anterior. Así siempre habrá gente abajo comiendo porquería y migajas de los de arriba —aclaro, estoy reseñando la trama de la película, no hablo de ningún país—, ¿entonces qué pasa con los que están más abajo, con los que caen? Como es obvio, la comida no alcanza ni para los primeros ciento cincuenta niveles aproximadamente y de ahí hacia abajo, todo es una locura; mi amigo, con quien el mes pasado compartí historias, la lectura de un libro y hasta sonrisas, hoy piensa en matarme para devorar partes de mi carne y sobrevivir y así… Una lucha agreste por mantenerse respirando.

Por otra parte, en la trama aparece el mesías, que por defenderse del hambre de su compañero lo mata y luego, ya con las manos manchadas, no es capaz de devorar a otra compañera que se ha colgado para huir de aquel infierno, prefiere en cambio, comerse las hojas ya leídas de El Quijote de la Mancha, único objeto de su propiedad en aquel sitio. En busca de cambiar tal realidad se aventura con un nuevo compañero a descender sobre la plataforma repartiendo garrote, palabras de convencimiento y raciones de comida para lograr que todos coman. Ya ustedes sospecharán que lo que encuentra es la muerte, la cual no es en vano, pues antes de morir consigue llegar al último nivel donde una niña pequeña espera. Esa pequeña se convierte en el mensaje que se debe enviar a la gente del nivel cero y es quien finalmente asciende con la plataforma.

Por consiguiente, tenemos frente a nosotros una obra que nos muestra ciertos campanazos que a grandes rasgos comentaré:

1. La sociedad esta configurada de tal manera que la necesidad y el hambre nublan el juicio del hombre hasta llevarlo a los extremos más bajos. Asesinar, robar, mutilar o comer mierda son opciones cuando te duele la vida porque tienes hambre. El hambre, entonces saca los instintos animales que poseemos y nos convierte en fieras capaces de devorarse unas a otras sin discriminación alguna. Pero viene ahí el primer mensaje, siempre podemos elegir, tal como el mesías de la película.

2. Sobre el mesías, la enseñanza es clara, trata de romper el orden establecido y morirás. Difícilmente se podrá sobrevivir si luchas de frente, poco acompañado y sin miedo contra el sistema y desde luego, deberás estar dentro de él si quieres cambiarlo, desde afuera solo eres un perro que le ladra a los carros, no sabrías que hacer si los alcanzas.

3. La juventud, esa pequeña niña al final, ascendiendo como símbolo del cambio es lo que significa la juventud en el ser humano. ¿Para qué eres joven sino para procurar cambiar tu entorno? ¿Para qué eres joven sino para censurar y estructurar tu sociedad? No se nos ha dado la juventud para que la malgastemos viendo pasar la vida y sonriéndole a la muerte que se agazapa en cada rincón. Se nos ha dado la juventud, más que como privilegio, como deber para enderezar lo que hasta hoy anda torcido. El futuro que las generaciones mayores nos negaron y nos legaron ya no es nuestra culpa, el futuro que dejemos a los que vienen detrás sí lo es.

Finalmente, El Hoyo nos habla de solidaridad, de ser un ser humano de verdad. Mucho se ha hablado del humanismo, de lo ontológico, pero acto seguido claudicamos al afán de mantenernos firmes en él y preferimos soslayar lo fácil, “qué importa que el de abajo coma mierda, yo ya la comí, y los de arriba por mí no se preguntan”, arrancar ese arribismo mezquino y deshumanizante de nuestras vidas es un gran primer paso. No olvidar que en el fondo somos iguales y diferentes, a la vez, es una buena forma de sobrellevar la existencia. Romper el sistema no es fácil, pero os aseguro —con voz de pregonero renacentista— que la oportunidad está cerca, desperdiciarla sería condenarnos. Hoy el COVID-19 nos reta a ser solidarios, pero mañana nos planteará el revuelco total del sistema económico mundial. ¿Qué haremos entonces? Será la cuestión qué responder. Tal vez haya una plataforma, un mensaje, una posibilidad de cambio y obvio debemos tomarla.

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