Es raro el caso de Soyinka. A sus 87 años tiene una lucidez intelectual que le permite aún escribir unas novelas sólidas, potentes, una capacidad de denuncia inusitada. Por lo general ganar el Nobel significa para los escritores el fin de sus mejores obras pero Soyinka es una máquina y, por eso, de 1986 para acá, cuando recibió el premio, el escritor nigeriano a afilado aún más su lápiz hasta convertirlo en un puñal.
Con escepticismo arranqué la lectura de su última novela, Crónicas desde el país más feliz de la tierra, publicada recientemente por Alfaguara, y quedé de una pieza. No, no se confundan, no es un retrato de Colombia sino de una Nigeria imaginada por el genio, sumida en la corrupción, en el crimen, sepultada por un culto evangélico, la Ekuménica, que rige el destino de todos los que viven en ese inmenso país, desmesurado por sus recursos naturales, por el auge petrolero que ha convertido a su capital, Lagos, en una metrópolis apocalíptica, en donde los pandilleros entrenan a las hienas para atracar con estos animales, en donde la venta de carne humana es prácticamente una política gubernamental.
Hubo una película de 1971, protagonizada por Charlton Heston, llamada Soylent Green, en donde la humanidad tenía un único alimento para consumir, unas galletas verdes que están hechas de cadáveres humanos. Soyinka traslada este escenario apocalíptico a su propio país. En Nigeria hay una obsesión de los hombres por mantener su virilidad. Por eso han matado a tantos rinocerontes, porque creen que sus cuernos tienen poderes tan contundentes como los del viagra. Además tienen una creencia diabólica: no hay nada que alargue más la vida que depositar, adentro de un torso humano, el cadáver de un bebé, dejarlo marinar dos semanas, luego sacarlo y comer sus pedazos. Existe una obsesión por la carne humana. Las grandes hambrunas los han empujado a estos rincones del infierno.
El protagonista de la novela, el doctor Menka, se da cuenta que en Lagos existen mercados paralelos de carne humana, empacada, debidamente certificada por los más exhaustivos controles de calidad. El gobierno de Sir Goodie, el implacable dictador, debe caer de inmediato. Una novela que recuerda, por momentos, La fiesta del chivo, la reconstrucción histórica que hizo Vargas Llosa sobre la República Dominicana de Leonidas Trujillo. Seiscientas páginas que se hacen cortas de lo trepidante que se vuelve. ¿Qué consume Soyinka para hacer estas catedrales a sus 87 años?
En Nigeria las historias de horror no sólo pertenecen a la ficción. En Lagos cerraron en el 2014 un restaurante que vendía carne humana a 150 dólares el plato. La policía encontró dos cabezas en la cocina del local. En enero del 2022, en el estado de Zamfara, fueron detenidos cuatro hombres por desmembrar un cuerpo humano y vender sus pedazos de carne para consumo. Soyinka, como los grandes creadores, lo único que hace es trasladar lo que sucede en la realidad a la ficción. Y lo logra como lo que es, un maestro.