Adele, me gustabas más cuando eras gordita, tus formas se exaltaban en el vestido, tus pómulos resaltan más, te veías poderosa, como una de esas matronas que interpreta Olivia Spencer. Pero no, caíste en la trampa de la sofisticación, de la gordofobia que sacude al mundo. Y te dejaste ver sin tus kilos de más y todo el mundo está derretido por ti:
Cuantas mujeres vamos a sucumbir a dietas extravagantes para negar nuestros genes, nuestra sabrosura. Adele está condenando, indirectamente, a cientos de mujeres a la anorexia, a la bulimia, a la depresión por su autoestima. Ella era el símbolo máximo de que se podía ser gorda, de la potencia de ser gorda, ahora eres sólo una flaca más que canta bien.
No, no más sacrificios, no más. Ya bastante tenemos que todo el bullyng que vivimos en el colegio como para soportar dietas extenuantes sólo porque queremos ser gorda regeneradas como Adele. Ser gorda, como ser gay, no es ningún delito.