Como ya anuncia el título de este artículo en el cual daré mi humilde opinión, algo que me llama enormemente la atención sobre nosotros los humanos es la capacidad que tenemos para transformarlo todo.
Y no hablo de grandes edificios o largos y resistentes puentes, sino del poder para dar sentido a lo que nos rodea o, incluso mejor, como un ser humano propio da sentido a algo que solo entiende él de manera individual.
Una roca en el suelo para alguien que va pasando no es más que eso, una roca; pero una roca que hizo parte del collar de la madre de un pequeño niño tiene todo el valor del mundo.
Y así como se preguntaba León (1996) en su libro, es de vital importancia saber qué es el hombre y quién es ese sujeto que crea significados.
Yo considero que el hombre es una representación, una que se configura con todas las experiencias que ha vivido a lo largo de su vida, como ya bien lo decían varios filósofos de antaño.
El hombre es un sujeto de estudio que a su vez estudia a otros sujetos de estudio (otros hombres) en la búsqueda permanente del conocimiento. Es realmente loco si te lo pones a pensar. Entender al hombre es tratar de entender el pensamiento como tal, todas las acciones que conforman ese ser.
Desde hace algún tiempo he venido reflexionando sobre lo que soy y será de mí, como hombre y conciencia. A decir verdad, los significados que he creado sobre las cosas me permiten sobrellevar la inmensidad del mundo.
Incluso tú, quien está leyendo esto ahora, tienes una ideas formadas por ti sobre lo que es deseable de leer y lo que no, así que en la libre elección de tus gustos has llegado a este lugar.
Sin duda alguna, podemos decir que la mente humana y el humano en sí son sujetos con cualidades complejas de analizar.
Con tantos pensamientos distintos y muchas derivaciones entre sí, los podemos comparar con las estrellas que hay en nuestra galaxia.