Todo comenzó cuando las autoridades respondieron a denuncias de una balacera en el puente peatonal de la calle 121 con carrera 9ª en el barrio Santa Bárbara, al norte de Bogotá en la noche de ayer, 30 de enero de 2020. Lo que encontró la policía cuando llegaron a lugar fueron 3 cuerpos sin vida de quienes serían, presuntamente, los atracadores muertos por impacto de balas. Al lado de estos se encontraron armas blancas.
Y es que la inseguridad está tan generalizada y, al mismo tiempo, tan estructurada en Colombia, que muchas personas estan convencidas que deben suceder varios episodios como este para que los delincuentes piensen 50 veces antes de atracar a alguien en Bogotá. Una lógica que sabe que no está bien matar a alguien, pero que defiende que es mejor sentar un precedente de que se puede perder la vida por querer apropiarse de lo ajeno a la fuerza.
Fueron tres ladrones que perecieron ayer por escoger ellos mismos el lugar, el momento y la persona equivocada, impulsados por la ambición de delinquir impunemente un jueves a las 11 de la noche en el norte de Bogotá. Muchas reacciones hacen alusión al Karma para aplaudir semejante hazaña tan sangrienta. Porque, según dicen muchos, estas personas no merecían salirse con la suya. Porque un ladrón nunca merece salirse con la suya. Y, como la justicia colombiana no funciona, no se mueve, no cumple, pues está bien que este tipo de cosas pasen de vez en cuando. Porque cuando la justicia se ejerce desde adentro de los mismos afligidos con la determinación e irreductibilidad que en ocasiones deseamos, decidimos quedarnos con mas gratitud que lamentaciones en nuestra mente.
Por eso no me siento mal de sentir que el asesino de los tres atracadores en Bogotá, como para muchos, es mi nuevo héroe.