Creía en lucifer y era una autoridad en el tema. Se consideraba un luciferino gnóstico, un tipo que estaba imbuido de lleno en las viejas tradiciones celtas. Concebía a Lucifer como una especie de Prometeo, el ser que portaba la luz, el fuego, la sabiduría.
Se llamaba Anatoly Moskvin y estaba obsesionado con el ocultismo. Era historiador pero adoraba y le intrigaba la Svastica, el símbolo supremo de los nazis a pesar de que sus descendientes en la localidad de Nizhny Novgorod habían sido triturados por las pesadas ruedas de los tanques alemanes durante la invasión que ordenó Hitler a la URSS entre 1941 y 1944. Su obsesión en la historia eran los cementerios.
Su afición por los muertos llegó a los 12 años. Venía del colegio en una fría mañana de invierno y un grupo de personas empezó a atacarlo. Se celebraba el funeral de una niña de 12 años y la turba lo obligó a darle un beso en la boca. Le gustó, le gustó tanto que la besó una y otra vez. La madre de la niña, que estaba a su lado, le puso un anillo en el dedo índice y otro a su hija. Los casó. A los 12 años Anatoly se había casado con un cadáver. De ahí arrancó su pasión por los muertos.
Los papás del loco
En el año 2000 publicó un artículo en una revista especializada llamada Necrología justo en la semana en la que empezaron a aparecer denuncias de profanación de tumbas en Nizhny Novgorod. Movskin tenía 45 años y aún vivía con sus papás. Era virgen porque se consideraba asexual. Los papás empezaron a sospechar que algo rara pasaba con su hijo. En agosto, en pleno verano, empezaba a llenar su cuarto con muñecas. Unas muñecas extrañas. Apegándose al rumor que cundía en el pueblo de que algún loco estaba saqueando las tumbas del cementerio, llamaron a la policía y descubrieron que estas tumbas guardaban adentro cadáveres de niña.
En total fueron 29 los cadáveres que sacó de sus tumbas y transformó en muñecas. Seguía un método para embalsamarlos Posteriormente, las vestía con ropas de tallaje infantil, medias y botas altas para dar sensación visual de que en realidad son muñecas. Además, algunas de ellas las maquillaba con un pinta labios rojo que empleaba en la mayoría de ellas.
Se veían tan aterradoras como esta:
Jamás tuvo relaciones sexuales con ella. Su intención era, cegado por su locura, cuidarlas para que, cuando la ciencia encontrara una manera de revivirlas, ellas estuvieran en buen estado. A veces se reunía con ellas y las ponía en una mesa y jugaba al té con ellas. Era su manera de llenar un vacío que lo atormentaba, el de tener hijos, algo que nunca pudo hacer por ser un soltero empedernido y bueno, no creemos que pudiera aprobar ningún test sicológico.
El juicio fue un escándalo en Rusia. Al tipo lo declararon “mentalmente incompetente” y lo condenaron a pasar cinco años en una institución mental. Había saqueado por lo menos 130 tumbas de niñas. Al salir libre les lanzó a sus papás una demoledora advertencia: “No las enterréis muy hondo, que en el momento en el que salga voy a volver a por ellas”
Datos tomados de un artículo publicado en COPE
