Ángel Alfonso Ortiz Villanueva llegó hace 11 años desde Santa Cruz de Mompox, tierra de la carimañola, los pescados y el jugo de corozo, a la capital del Valle, lugar del pandebono, el masato y el champús.
Se trajo la alegría de la costa para fusionarla con la de los caleños y se dedicó a hacer lo que es un oficio de tradición en Mompox: la filigrana.
Este arte es muy apreciado porque es una artesanía que se realiza con hilos de oro o plata que los mismos artesanos elaboran luego de estirar, torcer y aplanar el metal.
Los joyeros momposinos tienen fama de delicados, creativos y capaces de elaboran piezas únicas valoradas por su gran calidad y belleza.
Ángel Alfonso lleva más de 30 años en el oficio que aprendió de sus mayores. En casa de su abuela un tío tenía taller de orfebrería así que su niñez transcurrió entre el fútbol, la escuela y el ayudar a adelgazar hilos de oro o plata, hacer caracoles o lijando piezas ya terminadas.
“De ver todos los días el soplete, la llama que iba derritiendo los metales, el resoplar del fuelle, y el armado de las piezas, me fui enamorando del oficio”, dice Ángel rememorando cómo llegó a hacerse artesano.
“El taller de mi tío estaba compuesto por varios joyeros. Mi hermano mayor trabajaba con el tío y el fue acercándome a los secretos de este arte. Tengo otros dos hermanos que trabajan la filigrana. Lo primero que hice en solitario fue un par de candongas que fueron muy elogiadas por los joyeros y esto me animó a seguir aprendiendo el oficio”.
Con el pasar del tiempo su hermano mayor decidió abrir un taller y con él se fueron los dos hermanos. Así nació en Mompox el taller de orfebrería “Orvilla Hermanos”, es decir, Ortiz Villanueva por sus apellidos y que duró 8 años. Luego cada uno decidió caminar en solitario.
Ángel emigró a Barranquilla y allí siguió trabajando la filigrana con Sonia Heilbron, una diseñadora caleña quien le propuso trasladarse a la ciudad de Cali para organizar en la capital del Valle un taller de producción. Corría el año 2011.
Desde entonces Cali es su casa. Alguna vez en una visita que hizo al Parque El Peñón, conoció a Manuel Cubillos, un artesano que trabajaba la filigrana empíricamente, pero que aún no había perfeccionado la técnica.
“Cuando le dije que era de Mompox —recuerda—el hombre lo primero que preguntó fue:
—¿Cómo lo estoy haciendo?
Le respondí que muy bien, que yo era filigranista y me comprometí a ayudarlo a mejorar la técnica.
Nos hicimos amigos y me contó que en Cali había una Caja de Compensación, Comfandi, que tenía un programa de joyería.
Hablé con su directora, Flor Gordillo, a quien le mostré un anillo elaborado por mí con el que yo andaba siempre y el cual era mi tarjeta de presentación. Casualmente en aquel momento no había profesor de filigrana y luego de unas pruebas y acreditar mis saberes en el 2012 empecé a enseñar allí”.
Le pregunto a Ángel que lo gradúa a uno de filigranista y me dice: “Cuando se hacen bien los procesos. Cuando la pieza está bien estructurada, bien acabada y siempre tenemos como guía a los maestros quienes son los que dicen que procesos debe ajustar el aprendiz”.
Pero además de las habilidades con las herramientas un buen orfebre debe tener: paciencia, dedicación, tranquilidad y constancia para hacer bien todos los procesos.
“Si volviera a nacer volvería a hacer filigrana porque es una actividad muy completa ya que se tiene que aprender a fundir, a laminar, trefilar, lijar, preparar la soldadura y a darle un perfecto acabado”.
Ángel decide darme algunos datos sobre su oficio. “La filigrana está compuesta por procesos: el primero es la fusión de metales. Esto determina la calidad del material que se va a usar ya que los metales puros no se pueden trabajar. A todo metal hay que hacerle una fusión. Por ejemplo, en el caso de la plata hay dos maneras de hacerlo: con cobre y con latón. Con latón el proceso de oxidación se tarda más.
Una vez hecha la fusión sale un lingote o una barra a la cual se le hace el proceso de laminando usando como herramienta principal el laminador, con el cual se hace la transformación volumétrica a una barra cuadrada luego se hace el trefilado y se sacan los hilos que alcanzan el grosor de un cabello. Además de llamarse la técnica filigrana, también uno hilos reciben ese nombre y con ellos se estructura la pieza”.
Y finalmente hay una herramienta, el soplete, que es la principal según Ángel: “El joyero que domine el fuego, será el mejor ya que la pieza tiene momentos: Algunos requieren de más temperatura, en otras hay que regularla pues no se usa una temperatura constante y hay que saber usar el soplete para que la soldadura fluya. El fuego, aunque no lo parezca, es el que va a determinar la calidad de la pieza”.
Ángel Alfonso hace más de 10 años tiene su escuela de filigrana en Cali y además hace joyas para la venta.
La escuela surgió por la necesidad en Cali ya de muchas personas que querían aprender. “Cuando yo era docente en Comfandi las personas me manifestaban su deseo de continuar el aprendizaje y fueron ellos los que me animaron a montar la escuela de filigrana “Ángel Ortiz” en la que hasta hoy han aprendido el oficio unas 300 personas.
A propósito, son las damas las que más tienen interés en aprender filigrana y aprenden muy rápido pues son delicadas, cuidadosas, persistentes”.
Pero Ángel también tiene sueños que no son solamente personales, sino que en agradecimiento a Cali, la ciudad que lo ha acogido y la que se ha convertido en todo para él, ha propuesto a Escuela Taller, entidad con la que actualmente trabaja, hacer un gato en filigrana. Una réplica del gato de Tejadita, hecha por los alumnos. “Sería un bonito regalo a la ciudad y se haría en cobre mediante la técnica de filigrana. Es una idea que tengo y me gustaría poder realizarla para dejarla a la ciudad”.
¿Cómo se siente ser reconocido como excelente en un oficio tan especial como la filigrana?
“Es un oficio que le llena a uno de mucha tranquilidad y crea deseos de hacer cada vez más cosas bellas. Es gratificante ver nuestra propuesta convertida en objetos hermosos que la gente desea adquirir y que surgieron de un metal. Más emocionante aún ver la alegría y el orgullo de quien lo luce.
Es un arte que se puede aprender a cualquier edad; mi última aprendiz adulta tenía 74 años y hacia trabajos maravillosos”.
Actualmente Ángel está empeñado en que este oficio no se pierda y es por ello que hoy trabaja con Escuela Taller de Cali y con la fundación Save the Children en la formación de 120 jóvenes en técnicas de filigrana para muchachos en situación de vulnerabilidad