¿El hombre, la peor plaga destructiva?

¿El hombre, la peor plaga destructiva?

El afán de riqueza y poder nos ha convertido en esclavos y nos ha hecho incurrir en comportamientos que van en detrimento del planeta

Por: Felipe Solarte Nates
enero 16, 2020
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¿El hombre, la peor plaga destructiva?
Foto: Pixabay

Regidos por un sistema económico que explota sin control los recursos naturales con los que la evolución durante millones de años dotó al planeta, y gracias al acelerado desarrollo científico y tecnológico convertido en destructivo en manos de depredadores insaciables de riqueza, todos los seres vivos en la tierra estamos en peligro, desgraciadamente al convertirse una de sus especies en peor plaga que las langostas, las ratas y las cucarachas, cuando encuentran su medio de reproducción ideal.

El humano, al que el cristianismo triunfante en occidente elevó “como ser superior de la creación”, a quien “Dios le entregó la tierra para que la dominara y pusiera a su servicio”, a partir del rápido conocimiento científico desencadenado desde la Ilustración y la Revolución Industrial, contó con mayores herramientas tecnológicas de alto impacto sobre la atmósfera y los delicados y biodiversos ecosistemas tejidos durante millones de años.

Además, fabricó armas de destrucción masiva capaces de acabar con la mayoría de especies y peligrosamente en manos de cretinos ambiciosos de riquezas como los Trump, los Putin y otros dictadorzuelos de menor rango, pero iguales de diabólicos y hasta elegidos ‘democráticamente’ en ‘Estados de opinión’, donde el analfabetismo funcional y político de las mayorías, junto a las religiones fundamentalistas cristianas e islámicas, facilita su manipulación como a fieles borregos, listos para acudir obedientemente a los supermercados a comprar más de lo que necesitan, y a los mataderos de las guerras que periódicamente organizan sus líderes a nombre del “patriotismo, la religión verdadera, la civilización y las buenas costumbres”.

Aunque, si bien es cierto que en millones de años de evolución, la tierra sufrió numerosos cataclismos originados en erupciones masivas de supervolcanes o en el impacto de grandes meteoritos, como el que al caer en el golfo de México desencadenó la extinción de los dinosaurios, -sin olvidar las glaciaciones que al derretirse hace aproximadamente 20.000 años generaron grandes inundaciones y lluvias que algunos pueblos como los persas, judíos y chibchas en sus religiones y leyendas las asociaron al Diluvio universal-; los rápidos y drásticos cambios que hoy sufre el clima en la tierra, más se deben a la acción destructiva del hombre que a ritmo de motosierras e incendios provocados, cada vez recalienta de gases de efecto invernadero a la atmósfera y contamina el aire, arrasa selvas y ríos quitándoles el hábitat a mamíferos, aves, insectos, peces y microorganismos, seca y contamina las fuentes de agua con sustancias químicas, también la tierra y los seres vivos.

Además convierte al planeta y océanos en basureros repletos de derivados del petróleo como los omnipresentes plásticos y toda suerte de desechos generados por la sociedad de consumo en la que a través de la educación, las costumbres, la publicidad y las redes, nos metieron los ricos Mac-patos de Wall Street, adalides del neoliberalismo, la doctrina capitalista equivalente a sumarle mortecina de postre a una mierda bien podrida y muy apetecida por los gallinazos.

El afán de riqueza y poder, tan idolatrados en las campañas publicitarias, nos ha convertido en esclavos de la basura de artículos innecesarios y comida chatarra lujosamente empacada, que además de atiborrar los rellenos sanitarios hace lo mismo con nuestros cuerpos saturados de azúcares, grasas, hormonas, preservativos químicos y otras sustancias causantes de la obesidad, diabetes, cáncer y numerosas patologías, previsibles, si mantenemos sanos hábitos alimenticios y de vida cotidiana.

Ante este tétrico futuro, no es de extrañar la lucha que hoy lideran las Gretas Thumbergs y millones de jóvenes preocupados por el basurero invivible que les estamos dejando de herencia los mayores, mientras algunos investigadores y gobiernos promueven fuentes de energía alternativas a las industrias dependientes del carbón y especialmente del petróleo y adelantan estudios y proyectos productivos que reciclen y no contaminen los ecosistemas.

A la par fortalecen formas de integración entre diversos pueblos y promueven sistemas de organización social y económica en los que el cooperativismo, y no el afán de lucro individual y desbordado, sean la base organizacional del trabajo y de integración de diversas culturas que sobrevivimos en la tierra y no nos resignamos a que el futuro sea apocalíptico, si no logramos que la mayoría de habitantes cambiemos hábitos cotidianos de alimentación y consumo y las formas de organización social, económica, política, respetando la diversidad cultural y de creencias.

En Colombia, desgraciadamente a líderes comunitarios que defienden un ambiente sano, los matan y persiguen, tanto grupos armados ilegales que explotan el narcotráfico, la minería, el contrabando, la extorsión y también grandes grupos económicos que no quieren restituir tierras robadas a campesinos y aliados con agentes del Estado y paramilitares, incendian y talan selvas para adelantar macro-proyectos minero-energéticos, ampliar sus cultivos agroindustriales y ubérrimas haciendas ganaderas y recreacionales.

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