Miguel Pla entendió que su fuerza estaba en las manicuristas que pintan con sus esmaltes: Ardiente, Buscona, Caprichosa, Fufurufa, Golosa, Insaciable, Osada, Pícara y Zángana entre los más de 160 que ha creado desde el año 1982. Tenía claro que este era un gremio que iba en aumento y no se equivocó. Este año, después de un detallado censo se estimó que en Colombia un poco más de 500.000 mujeres trabajan como manicuristas y que el 60% de ellas utilizan los productos de Masglo, compañía de Luis Árevalo, dirigida por Miguel Pla. Pero todo esto tiene una historia que comenzó hace 33 años. Como a Miguel le gustaba andar tanto las calles, un día se encontró con una necesidad de mercado y no dudó en proponerle a don Luis una nueva unidad de negocio: vender lacas y colorantes para la industria cosmética. En el año 1982 cuando registraron la compañía Cerescos Limitada, a Miguel no le importó pintarse las uñas del primer esmalte rojo que sacaron y con maleta en mano se fue de salón de belleza en salón de belleza ofreciendo las botellitas.
Pero tenían que perfeccionar la industria. De modo que contrataron al ingeniero químico, Jaime Ángulo, para que iniciara la búsqueda de nuevas fórmulas con las materias primas adecuadas que no perjudicaran las uñas. Nueve años más tarde registraron la marca Masglo nombre con el que comenzaron a sellar los empaques que años después los harían tan respetados en el mundo de la belleza. El trabajo no fue fácil, Miguel siguió patinando las avenidas y su estrategia de mercadeo era la de dejar los productos en consignación y regresar un mes después a recoger el dinero de las ventas. Pla aún conserva un libro de contabilidad del año 1985 donde registró su primer gran venta: $200.000. Los empleados recuerdan que un esmalte tenía un precio de $800.
Desde aquellas épocas la compañía comenzó a ser tan reservada en la elaboración de sus colores que en los primeros años se esperaba a que todos los trabajadores salieran de la planta para que en la media noche y a solas, el ingeniero comenzara a mezclar los líquidos los cuales se convertían en bellas gamas de rojos. Aún hoy en día, la fórmula de Masglo es el secreto mejor guardado de la industria de la cosmética latinoamericana. Entonces sacaron más de 40 tonos y los numeraron con el objeto de no equivocarse a la hora de las ventas. Tenían claro que las mujeres quieren ser únicas y tener su propio estilo, así que debían ofrecer variedad de colores.
Pero llegó la tragedia. En aquella pequeña planta ubicada en el barrio 12 de Octubre, algo ocurrió mal y las pinturas (que son tan inflamables) volvieron cenizas los más de 10 años de trabajo. Era 1992. Miguel Pla, mechudo, alto y flaco no se dio por vencido. Lloró, pero comenzó de nuevo con la ayuda de la familia de su suegro. En los noventa las mujeres dejaron de ser tan conservadoras y en Masglo de inmediato se dieron cuenta de modo que iniciaron la elaboración de diferentes colores, empezaron por los primarios y la marca tomó vuelo frente a la competencia.
Pla también puso sus ojos en las manicuristas, pero además todas sus energías en concentrar la venta en ellas y no en las grandes plataformas y almacenes de cadena, donde tradicionalmente le apuntan las empresas productoras. Le funcionó. La venta directa tomó vuelo teniendo en cuenta que siete de cada diez mujeres van o han acudido al servicio de manicuristas. A ellas les preguntaban por el esmalte de su preferencia y responden sin vacilar: Masglo. El voz a voz pasó a ser una gran bola de nieve que aún no ha parado.
Hace poco surgió una polémica de tamaños desproporcionados por el nombre de los esmaltes. Curiosamente el tema se convirtió en agenda nacional después de que un medio de comunicación de gran relevancia pusiera el tema sobre la mesa. En las redes sociales, gente que jamás había reparado sobre estos nombres comenzó a soplar las brasas de la crítica sin argumentos. Muchos pensaron y aún piensan que Masglo acababa de nombrar a sus esmaltes con apelativos como Ardiente, Buscona, Caprichosa, Fufurufa, Golosa, Insaciable, Osada, Pícara y Zángana entre otros. La velocidad de opinar en el mundo del internet opacó el argumento. Pero lo que muchos desconocen es que la idea nació hace 15 años cuando la compañía empezó a tener problemas con la numeración de sus esmaltes que ya iban en más de 40. Las manicuristas se podían confundir al hacer sus pedidos con simples números y Miguel Pla se dio cuenta que era más práctico asociar un nombre con un color que asociar un digito o dos para identificarlos.
Fue el propio Pla quien se sentó a hacer una encuesta para empezar a bautizar las cuatro docenas de opciones que tenían por esa época. Año tras año, según las tendencias Masglo le ha añadido nuevos tonos a su catálogo y hoy cuenta con más de 160 esmaltes diferentes. Incluso, el nombre de Fufurufa que fue el que más levantó ampolla en esta coyuntura lleva en el mercado más de cuatro años: “Ese esmalte me lo aplico hace muchísimo tiempo. No sé cuál es el insulto. Que me pinte las uñas con un esmalte que se llame Fufurufa no significa que me insulte a mí misma, o que apenas me aplique el color me convierta en una mujer distinta. Creo que hay problemas de gran tamaño en el país como para que gastemos energías en situaciones tan superficiales, por ejemplo el Derecho de Petición que hizo la Fundación Chao Racismo por supuesta discriminación e insulto hacia las mujeres del país”, dice María Antonia López, una usuaria de la marca.
En la otra orilla está el trabajo social que desde hace varios años viene realizando Masglo. En ese escenario iniciaron en el mes de noviembre del año 2014 un acercamiento con el ministerio de Trabajo para actuar en dupla y poder agremiar a las mujeres con varios objetivos: en primera instancia formalizar este empleo para que tengan todas las garantías que ofrecen las leyes colombianas. Seguido brindar facilidades para que empiecen a realizar sus aportes en Seguridad Social, de suerte que cuenten con acceso a la salud y que algún día puedan recibir una pensión. De igual forma brindar estudios especializados en el área de la cosmetología, pero que estos sean gratuitos.
Más de 800 mujeres asistieron a Corferias al lanzamiento del proyecto. Ese día se les hizo una propuesta muy difícil de rechazar: a las mujeres que paguen sus aportes de Seguridad Social y muestren sus comprobantes de pago se les realizará descuentos del 36% en todos sus pedidos. Si se mira bien es como si la empresa les empezara a pagar este beneficio. Para ello diseñaron tres planes en asocio con el Gobierno, primero están las manicuristas que ganan menos del salario mínimo, ellas podrán aportar entre $10.000 y $70.000 a salud y pensión; las mujeres que obtengan más de un salario mínimo podrán cotizar sobre esa base y pagar máximo 184 mil pesos. Además, para las mujeres que ya tienen sus propios salones de belleza y tienen la capacidad de aportar también en cajas de compensación familiar sus aportes a salud y pensión no serán mayores de 200 mil pesos.
Ya son 33 años en el mercado y los recuerdos de Miguel Pla buscando clientas con su maleta al hombro han quedado atrás. Hoy la compañía factura más de 5000 mil millones de pesos al mes. El año pasado vendieron 48 mil millones y este año aspiran llegar a ventas superiores a los 54 mil. De hecho solo en catálogo de esmaltes venden mensualmente más de 1,5 millones de unidades, esto sin contar que tienen un portafolio de cosméticos que van desde bases endurecedoras hasta aceites regeneradores. Es posible que los hijos de Miguel Pla lo sucedan en unos años cuando se retire a descansar, pero por ahora sigue yendo a las reuniones con las uñas pintadas y tiene en la cabeza un objetivo que lo hará trabajar solo hasta que se cumpla: formalizar en dos años a 200 mil manicuristas y al cabo de un lustro saber que las 500 mil que contabilizaron disfruten los beneficios de la seguridad social y sigan poniendo bellas a las mujeres de Colombia con esmaltes tan atrevidos como el Buscona.