Hasta hace unos treinta minutos antes de iniciar este texto me parecía imposible que al señor Álvaro Uribe Vélez le fueran a dictar medida de aseguramiento siquiera, mucho menos algo más grave. Aún me tiemblan los dedos mientras escribo estas líneas porque me embarga un sentimiento que pocas veces me ha producido mi país y su justicia, de hecho los únicos acontecimientos ligeramente comparables fueron las dos victorias de Mariana Pajón en los Juegos Olímpicos y la de Egan Bernal en el Tour de Francia.
Estoy así de emocionado y alegre con lo sucedido hoy básicamente porque entiendo que nunca en Colombia se había presentado evento semejante, no solo por su impacto en la opinión pública sino por su significado. ¿Y qué significa entonces?
Significa que pese a las tremendas presiones de periodistas prepago, gremios, fanáticos religiosos, gamonales, caciques de vereda e incluso, de gentes al margen de la ley, el sentido de responsabilidad hacia el país primó sobre el miedo.
Significa que por más poder o capacidad mediática que tenga una persona, no puede estar por encima de la ley. Significa que los colombianos podemos empezar a creer, así sea lentamente, en que en este país sí puede haber justicia.
Significa que aquellos que nos ganamos la vida trabajando (nada de nombramientos en embajadas sin siquiera saber hablar inglés, nada de contratos millonarios a dedo, nada de puestos por rosca, nada de zonas francas regaladas, nada de notarías a cambio de favores, nada de nepotismo, nada de declaraciones de renta en ceros, nada de viajes a San Andrés durante la cuarentena, nada de amiguismo con la mafia) y hemos visto cómo este cartel que nos gobierna se nos ríe en la cara volvemos a tener una leve esperanza de cambio.
Ahora bien, la detención del mencionado personaje no es por sí misma la solución a los diversos y muy profundos problemas de nuestro país. Claramente no nos convertiremos en Noruega solo por lo que pasó hoy, pero quiero creer que el mensaje que se le está dando al país y al mundo entero es que acá si pueden pasar cosas, que tarde o temprano el crimen tiene su castigo. Que el cartel que nos gobierna no es invulnerable, que aún hay colombianos que no se venden al mejor postor.
También sé que es muy posible que el señor Uribe Vélez no ponga un solo pie en la cárcel, que salga impune de este proceso y utilice tal hecho a su favor para mostrarse como aquel mártir que fue injustamente acusado por sus malvados detractores pero que gracias a la verdad y a la provisión divina, se comprobó su inocencia. Infortunadamente ese es el más probable de los escenarios pero a estas alturas considero, en mi escaso conocimiento político, que es mil veces preferible eso a que simplemente se hubiera archivado el proceso en su contra, así como se han archivado o congelado cientos más y por crímenes mucho peores.
Hoy vuelvo a tener la esperanza de que Colombia un día llegue a ser un país decente y avanzado como Perú en donde si no recuerdan, hace un par de años cayó el presidente PPK por líos de corrupción con Odebrech, donde Alan terminó volándose los sesos ante el inminente cerco judicial y donde Fijimori sigue privado de la libertad. ¡Cuánto tenemos por aprender de ellos!
Ojalá que el viejo dicho que afirma que ningún mal dura cien años y que tampoco ningún cuerpo lo resiste se haga realidad para nuestra maltrecha Colombia. Que empiece a cesar la horrible noche colombiana.