Francia tiene 58 plantas de energía nuclear que producen el 70% de su energía eléctrica. Como consecuencia, es el país desarrollado que menos genera gases contaminantes. Alemania, por su parte, acaba de cerrar sus últimas tres plantas nucleares y actualmente la tercera parte de su generación eléctrica es a base de carbón, altamente contaminante.
La aguda dependencia del gas ruso que se hizo evidente al estallar la guerra en Ucrania, no ha hecho mella en la decisión del mundo político, impulsada por el Partido Verde, de prohibir la generación nuclear de energía, para preferir el uso de energías alternativas como la solar y la eólica, más baratas y menos peligrosas. Pero el gas y el carbón allí siguen.
De hecho, el 15% de la energía que se produce en el mundo es nuclear. Japón tiene 42 plantas, a pesar del desastre de Fukushima en 2011; Rusia, que tiene enormes reservas de gas, 37. China, a la que se acusa de ser el país más contaminante, 46; y Estados Unidos, donde se ponen menos reparos a las diversas fuentes de generación de energía y es un país que funciona principalmente con petróleo, 98. O sea la energía nuclear es una especie de hijo pródigo que busca hacerse perdonar sus pecados pero que está allí para quedarse.
La contradicción mayor es Alemania, país que posee la más alta tecnología para producir plantas nucleares pero que prefiere por razones políticas funcionar a base de carbón, mientras se convierten a energía solar o eólica.
A Ángela Merkel le atribuyen el estropicio. En la agenda del Partido Verde contaminar la atmósfera con emisiones de C02 es menos peligroso que los riesgos, cada vez menores de las plantas nucleares. Se calcula que el funcionamiento de las plantas nucleares evita anualmente en el mundo la emisión de 700 millones de toneladas de CO2.
La gente piensa que tener una central de energía nuclear cerca es como tener una bomba atómica en el vecindario, pero desde hace años, grandes barcos mercantes y militares, y submarinos, funcionan con energía nuclear. Para no hablar de la existencia de bajo perfil de 439 centrales nucleares en el mundo.
El asunto no es tan sencillo, habida cuenta de que la generación de energía nuclear no es contaminante, pero el manejo de los residuos radiactivos si lo es, aunque pueden almacenarse con seguridad a diferencia de las emisiones que se lanzan a la atmósfera; su costo también es muy elevado, hasta 10 millones de euros por una unidad de generación, comparada con las energías alternativas no contaminantes, mucho más baratas; y el riesgo de un accidente esta dolorosamente presente: Three Miles Island, en Estados Unidos; Chernobyl, en Rusia y Fukushima, en Japón, todas plantas que tenían muchos años de funcionamiento. La tecnología ha evolucionado de modo importante de modo que en los generadores de cuarta generación el riesgo se ha reducido al mínimo.
La razón por la que nadie habla de generación de energía nuclear en el omnipresente debate sobre el calentamiento global, es política. De alguna manera se la asocia con su uso militar y su pecado original de haber destruido a Hiroshima y Nagasaki en 1945.
La gente piensa que tener una central de energía nuclear cerca es como tener una bomba atómica en el vecindario, pero desde hace años, grandes barcos mercantes y militares, y submarinos, funcionan con energía nuclear. Para no hablar de la existencia de bajo perfil de 439 centrales nucleares en el mundo.
Es curioso ver como los países más contaminadores, Estados Unidos, China, India y Rusia, son los que más centrales atómicas poseen, lo cual quiere decir que la opción se va abriendo paso donde debe ser. Los países del tercer mundo, más pobres y menos contaminadores no generan energía nuclear.
Es un costoso privilegio de las potencias. Pero el debate sobre el calentamiento global está en mora de considerar ese factor. ¿Qué tal un proceso de financiamiento de centrales nucleares en América Latina, a cambio de compromisos para preservar la selva amazónica? Uno se pregunta ¿por qué no se le habrá ocurrido eso al Presidente Petro que tiene el medio ambiente a la cabeza de su agenda y su propia cabeza ocupada con la idea de hacer grandes transformaciones?
Con mayor razón cuando la investigación tecnológica avanza de manera sorprendente. Un argumento de autoridad para terminar esta nota de rescate del hijo pródigo. El mismísimo Bill Gates piensa que la energía del futuro está en el reactor nuclear de sodio impulsado por su empresa TerraPower, llamado Natrium, como una solución para la generación de una energía limpia, segura y barata, tecnología en la que lleva trabajando desde hace décadas. Hasta razón tendrá, aunque los ambientalistas se desmayen.