El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas, mantiene las banderas de la antiausteridad a pesar de la derrota de los que se le abrieron al primer ministro griego

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octubre 03, 2015
El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

"La gran ganadora es la troika" dijo tajantemente Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia, veinticuatro horas después de las elecciones generales en su artículo para The Guardian. “Alexis Tsipras ha sacado una resonante victoria de las fauces de la humillante rendición a la troika de acreedores de Grecia. Desafiando a los partidos de oposición, las encuestas de opinión y la fila de críticos (incluyendo este escritor) ha conseguido un gobierno con una reducida pero manejable mayoría”. Esa mayoría garantizará a los acreedores el cumplimiento de las reformas, sentenció Varoufakis en el diario inglés. Su disidencia política, la Unidad Popular, formada alrededor del rechazo al tercer rescate económico de Grecia, se había quedado por fuera del Parlamento tras recibir una estruendosa derrota en las urnas.

Quien fuera la superestrella del comienzo del gobierno de izquierda radical de Syriza había caído del pedestal. Ocho meses antes,  desafiante, atlético, cabeza rapada sobre un cráneo que solo los griegos han podido esculpir por los siglos de los siglos, Yanis Varoufakis , camisa azul por fuera del pantalón,  jeans negros, botas enormes  y abrigo de cuero se disponía a estrechar la mano de Georges Osborne, Chancellor of the Exchequer —ministro de Fianzas— de Gran Bretaña, su homólogo. Su estilo estaba rompiendo los moldes de los tradicionales grises del mundo financiero, y lo sabía. Estaba transgrediendo el protocolo británico, y lo sabía. Estaba allí, “proveniente de un país en bancarrota”, al comienzo de una gira europea con la deuda sobre sus hombros para cumplir las promesas electorales de poner fin al ahogo económico impuesto a Grecia por las grandes instituciones financieras.

De Fleet Street a Nueva York, los columnistas de los grandes diarios no ocultaron su contenida  simpatía por el griego “descorbatado”, de inglés fluido y cosmopolita, que había llegado del sur portando un aire fresco más cercano al de una estrella de rock en sus espléndidos 53 años.

Varoufakis, un ministro de Finanzas en moto contra la troika - El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

Varoufakis, un ministro de Finanzas en moto contra la troika

Una semana antes había sido nombrado por el carismático primer ministro Alexis Tsipras  como ministro de Finanzas, encargado de negociar la deuda griega, por su reconocida postura antiausteridad. Y ya se había entrevistado en Atenas con Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo en una cita en el que se reseñó más su llegada en una moto Yamaha 1.300 c.c., que el duro mensaje que envió a los acreedores.

Porque en solo veinte días, Yanis Varoufakis se convirtió en una celebridad mundial. Las mujeres lo asediaban en Atenas por una selfie y la diputada portuguesa Isabel Moreira no tuvo ningún reparo en decir en su página de Facebook: “Maldita sea, el ministro de Finanzas griego es sexy”. Su nuevo apelativo de Varoufucker recorrió las redes sociales donde se ofrecían camisetas con la palabra y su imagen.

Sin ganar una batalla, el imaginario popular lo convirtió en héroe, un Aquiles moderno capaz de salvar la patria de las garras de la troika formada por el  Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI, en sus duros condicionamientos económicos.

Pero desde el principio, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, dio una muestra de lo que sería el fragor de la batalla. “Las promesas electorales a costa de terceros no son realistas”, dijo Schäuble. Y remató con un “solo estamos de acuerdo en que estamos en desacuerdo”, al fin de la entrevista con Varoufakis en Berlín. Y aunque el griego ripostó: “No estamos de acuerdo ni en estar en desacuerdo”, estaba claro que la batalla contra Ángela Merkel, la Dama de Hierro de Alemania, sería digna de las leyendas griegas.

La batalla tenía fecha límite. Contrarreloj. El último día de febrero Grecia estaría resteada. Sin un euro para pagar en marzo salarios, y pensiones… y la deuda. El héroe nacido en Atenas  —24 de marzo de 1961— con cerebro de economista que dejó las universidades por la política se preparaba para afrontarla.

Su bagaje ya había recorrido los medios. Economista de la Universidad de Essex, maestría en estadística de la Universidad de Birminghan, experto en teoría de juegos y autodenominado “marxista libertario”. Su antipatía por Margaret Thatcher lo llevó a enseñar a Sidney donde tuvo un programa de televisión antes de regresar a Grecia en el 2000, para dar clases en la Universidad de Atenas y para asesorar al socialdemócrata Yorgos Papandreu, el hijo de Andreas, antes de que fuese primer ministro, y para crear un programa doctoral en Economía que sucumbió en medio de la crisis financiera del 2010. Por eso decidió ir a Estados Unidos y aceptar la cátedra de Economía en la Universidad de Texas, y trabajar en Valve, una poderosa empresa de videojuegos.

También se había escudriñado su vida privada. Xenia, su gran amor, la hija de su primer matrimonio con una australiana de origen griego que su madre llevó a su país casi recién nacida dejándolo con el corazón destrozado. Para ella, que hoy tiene diez años, fue su último libro Discussing economics with my daughter (ed. Patakis Plublishers), en el que, explica de forma clara y literaria la crisis griega. Ahora vive con  Danae Stratou, procedente de una familia patricia, hija de la artista Eleni Potaga-Stratou, en una casa al pie de la Acrópolis y en una segunda residencia en la isla de Aegina.

Pero era la hora de la deuda. Se acabó el tiempo para el blog, los trinos, el descanso en Aegina, y la escritura de libros como El Minotauro global (Capitán Swing) que Tsipras solía regalar a los amigos. Todo el empeño estaba en esa deuda de 315.000 millones que propició la caída del gobierno conservador de Antonis Samarás, líder de la Nueva Democracia, y la victoria del Syriza, de izquierda radical el 25 de enero.

Cifras, propuestas, rumores, gestos recorrieron Europa desde entonces. En el comienzo, una fuerte salida de Varoufakis diciendo que no aceptaba negociar con la troika, que exigía un superávit presupuestario primario  de 3 % del PIB en 2015 y 4,5% en 2016, recortar 150.000 puestos en la administración pública, una reforma pensional  con una estrecha relación entre cotizaciones y prestaciones, mantener el salario mínimo reducido, seguir privatizando puertos, empresas de energía y de bienes inmuebles. A ello ripostó con la Ley Salónica que pasó el salario mínimo 586 a 751 euros, restableció la mesada trece para las pensiones mínimas, y desechó las privatizaciones de infraestructura.

Así se llegó a la crucial reunión de la eurozona en Bruselas para definir el futuro de la deuda en medio de un torbellino de propuestas griegas, y rumores de salida de la zona euro. Al final solo quedó en claro la gran distancia entre unos y otros.

La situación empezó tornarse dramática, aunque la ayuda se prolongó hasta finales de junio. Vendrían, entonces, un sinfín de acciones empezando por la primera visita oficial de Tsipras a Berlín para recabar el apoyo de la canciller alemana Ángela Merkel, con una lista propia de reformas. Merkel ya tenía la sartén por el mango y Varoufakis fue reemplazado el 27 de abril como negociador. Su talante y férrea postura no eran bienvenidos.

Tsipras  se fue quedando contra la pared, presionado por el ala más izquierdista de su partido, opuesta a nuevas concesiones para los acreedores. Es entonces cuando ad portas de una nueva reunión de la zona euro, el primer ministro se jugó un referendo sobre las medidas de austeridad y  pidió un tercer programa de ayuda al Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede).

Después del triunfo  en el referendo, Varoufakis dimitió  - El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

Después del triunfo en el referendo, Varoufakis dimitió

Los griegos lo apoyaron estruendosamente con un “no” rotundo a las reformas. "¡Nuestro NO es un majestuoso SÍ a la Europa democrática y racional!", tituló inmediatamente Varoufakis en su blog.  Pero al día siguiente renunció diciendo: "Poco después del anuncio de los resultados del referéndum, se me informó que algunos miembros del Eurogrupo y sus socios deseaban mi 'ausencia' de las reuniones, una idea que el primer ministro  juzgó potencialmente útil para obtener un acuerdo".

Desde entonces se empezó a concretar el tercer rescate griego con la impronta de las draconianas medidas impuestas por Ángela Merkel, que no fueron apoyadas por un ala de Siryza. Como consecuencia, Tsipras predió la mayoría de su partido en el parlamento y en dos oportunidades logró el “si” a las reformas gracias al apoyo de la oposición. Con ello se dio vía libre al rescate de 86.000 millones de euros que traerían los primeros 26.000 millones con la aprobación de todos los ministros de la zona euro.

El 20 de agosto fue un día para recordar. El  Mede transfirió los primeros 13.000 millones de euros del tercer rescate y Atenas pagó al Banco Central Europeo (BCE) deudas por unos 3.400 millones de euros. Por la noche, Tsipras anunció su dimisión para allanar el camino a la celebración de elecciones anticipadas el 20 de septiembre con miras a y lograr un nuevo mandato antes de que empezar a implementar los nuevos recortes.

Varoufakis ya se había convertido en el crítico implacable de las reformas a las que cedió Tsipras en el tercer rescate. Propició la escisión de Siryza y la formación de la Unidad Popular, con el liderazgo de Panayiotis Lafazanis, un izquierdista radical que salió de la cartera de la Reconstrucción Productiva, Medio Ambiente y Energía, en el paquete de los obligados a dimitir por Tsipras. Las aspiraciones de ser la tercera fuerza política del país, tras radicales y conservadores, se esfumaron esel domingo 20 de septiembre.

 

En el Parlamento, Varoufakis se convirtió en el gran contradictor de Tsipras - El héroe griego que Tsipras tumbó del pedestal

En el Parlamento, Varoufakis se convirtió en el gran contradictor de Tsipras. Foto: Getty Images

Syriza con el 35,46 % de los votos quedó el borde de la mayoría absoluta con 145 escaños  —seguido por el conservador Nueva Democracia (28,10 %) y el neonazi Amanecer Dorado (6,99 %)— en lo que se considera un triunfo personal de Alexis Tsipras, quien volverá a reeditar su coalición con la derecha soberanista de Griegos Independientes (18 escaños) para asegurar las reformas en el Parlamento. La Unidad Popular no alcanzó ninguno, en una sonada debacle para los disidentes. Varoufakis conoció ese domingo la derrota. Grecia enfrenta desde hoy el armagedón del tercer rescate.

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