El 26 de abril del 2006 Juan David Naranjo tomó un avión desde el aeropuerto de Barajas, en Madrid, hasta Colonia, Alemania. Su nombre no era conocido en Colombia pero el de su hermano mayor sí: Oscar Naranjo, o mejor el General Naranjo. Catalogado internacionalmente incluso como el mejor policía de mundo por sus logros contra los carteles de la droga, incluida el plan que dio de baja al capo mayor Pablo Escobar, el 2 de diciembre de 1993.
Fue el primer general de la policía con cuatro estrellas, hijo de policía, se casó con la hija de un policía y logró la confianza del gobierno de Estados Unidos para moverse en las aguas espesas que se requerirían para dar de baja narcos.
Alguien como Juan David Naranjo resultaba inexplicable en la familia de los Naranjo. Pero sucedió. Se vinculó a un cartel de la droga, uno de los tantos grupos ilegales que su hermano, un Policia en ascenso en la cúpula de la institución, perseguía sin tregua.
Esa noche de abril Juan David Naranjo estaba nervioso. Las instrucciones que había recibido del cártel con el que trabajaba, eran delicadas: tenía por delante la tarea de negociar un cargamento de cocaína que había llegado desde Turbo al puerto de Hamburgo. Eran 75 kilos. Los compradores estaban listos y lo esperaban en un restaurante a las orillas del Rin. Al otro día, muy temprano salió de su hotel y recorrió las calles empedradas, estrechas, rodeadas de las imponentes construcciones góticas de la ciudad. En un restaurante lo esperaban dos colombianos que le transmitieron las instrucciones. Juan David era conocido dentro de la organización como el “Emisario ejecutivo”. Su excelente manejo del inglés y sus conexiones del más alto nivel lo habían convertido en la mano derecha del capo para el que trabajaba, Nicolás Bahamón, quien no era muy conocido en Colombia pero si en Madrid, desde donde manejaba el negocio.
El negocio continuó en un hotel cercano donde en una de las habitaciones, dos alemanes ofrecieron 10 millones de euros por los 75 kilos de coca. El tira y afloje duró todo el dia hasta que logro un precio que lo dejó contento: 12 millones de euros. El negocio se cerró de inmediato.
Tomaron un Alfa Romeo y salieron a las afueras de Colonia. En el maletero de un auto, aparcado al lado de una granja, estaban, entre unas cajas de plátanos, los 75 kilos de coca llegados de Colombia desde Urabá. Cuando se los mostró los hombres sacaron sus armas y sus placas policiales. Había caído en una trampa. Los colombianos que estaban en el restaurante también cayeron, lo mismo pasaba en Madrid con el capo Bahamón. En una sola tarde quedó desmantelada la red.
Al otro lado del Atlántico su hermano, el General Óscar Naranjo recibía información directa por parte de las autoridades alemanas. Pedían discreción. Naranjo hizo todo lo contrario: reventó la noticia; convocó incluso a una rueda de prensa. Fue un trago amargo, pero el pais se enteró de su propia voz.
Juan David pagó 33 meses en una cárcel en Alemania. Regresó a Colombia en el 2011. El General lo perdonó. Su primer año en el país fue de adaptación y luego pudo volver a trabajar en una empresa. Lo habían condenado a 15 años pero por su colaboración con la justicia y su buena conducta pagó un poco más de tres años.
Naranjo no tiene problema con recordar el hecho que golpeó a la familia y al él personalmente por su rol dentro de la institución. Ni entonces, ni nunca lo ha tapado.
