Anoche, bien tarde, sobrevoló un helicóptero dando vueltas por el sector donde vivo. Era un aparato militar, reconozco el sonido. Lo he visto y oído en las horas del día, cuando sobrevuela a muy baja altura toda la localidad. Es un helicóptero de color verde oliva, cuyos tripulantes mediante un altoparlante emiten advertencias sobre la cuarentena.
En la noche no usan el altoparlante. Me pregunto qué hacen. Recuerdo que diez años atrás llegaban helicópteros de esos a rondar sobre la montaña. Uno sabía cuál era su propósito. Por lo general giraban varias veces, hasta que comenzaban a lanzar ráfagas de ametralladora y cohetes que estallaban con gran estruendo contra el suelo.
Ahora no hay guerra. Al menos en la ciudad, o eso creo. En el día se turnan los helicópteros de la Policía con los del Ejército, pero en la noche sólo vuelan estos últimos. Escucho que en los barrios del sur o el occidente, en Ciudad Bolívar o por Suba, se han presentado protestas, cacerolazos, gente que reclama atención por parte del Estado o el municipio. Tienen hambre.
No reciben ayuda alguna. Y no pueden salir a buscarse la comida. La cuarentena lo prohíbe. Un país donde por lo menos el cincuenta por ciento de su población económicamente activa vive del rebusque, y en el que de un momento a otro sin previo aviso ni otra alternativa, se la priva de su precaria fuente de ingresos, se convierte en una bomba a punto de estallar.
Supongo que a eso se deben los helicópteros. Familias de barrios marginales salen con cacerolas enfrente de sus casas a reclamar ayuda. Y la policía, que llega rápido en sus motos, en un santiamén comienza a disparar sus armas al aire y a lanzar granadas de gas contra mujeres hombres y niños. Sin embargo, los llamados a nuevos cacerolazos se repiten.
En Medellín hablan de intentos de asalto a supermercados. Son miles y miles los que madrugan a vender tintos en todas partes. Hay señoras que preparan empanadas y las venden con un vaso de gaseosa, o arepas con chorizo, arroz de leche y masato. El señor de las flores. La mujer que expende gorras, bufandas, guantes y otros accesorios.
La viejita que vende envueltos de maíz, los vendedores de aguacates y frutas en carritos. Frente a las plazas de mercado hay más puestos de venta de alimentos que dentro de ellas. Así por toda la ciudad y en todas las ciudades. Los restaurantes y miles y miles de negocios pequeños están cerrados. La gente que se sostenía con ellos, ahora está quebrada.
El gobierno nacional dispuso el giro de ciento sesenta mil pesos para dos meses a las familias más necesitadas, con eso no se sostendrán más allá de cuatro días. Y ya se oye de los fraudes que involucran miles de cédulas falsas. Se enriquecen los avivatos. Esos giros no solucionan nada, aunque funcionaran como un reloj. Tiene que ser mayores y cubrir mucha más gente.
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Funcionarios de todos los niveles administrativos inauguran la feria de contratos por cuenta de la emergencia, con escandalosas denuncias por sobrecostos
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Hay protestas carcelarias pacíficas y anuncios de huelga de hambre de los reos. Temen al contagio mortal dadas las condiciones infrahumanas que soportan en las cárceles. Villavicencio es la prueba. Y hay imágenes de la guardia disparando contra los presos. El decreto que expidió el gobierno, tras complicados trámites, permitirá la libertad domiciliaria quizás a cuatro mil.
Ni uno solo de ellos será exguerrillero de las Farc. Pese a que por el Acuerdo de Paz todos ellos fueron amnistiados. Al igual que el Ingreso Solidario, la medida resulta absolutamente insuficiente. Para un número aproximado a los 132.000 hacinados en las cárceles, no se previó ni una fórmula que mejore sus condiciones de reclusión ni sus servicios de salud.
El autoritarismo hace carrera a marchas forzadas bajo el pretexto de combatir la pandemia. En los campos avanza la erradicación forzada. El Centro Democrático propone reducir el Congreso, quitándole al partido Farc las curules aprobadas en el Acuerdo. Y se habla ya de que serán reducidos los recursos de la implementación por cuenta de la crisis.
El presidente llama ratas a los corruptos. Pese a cargar sobre su espalda los Neñes y los Goyos. Y pese al Memo Fantasma que carga la vicepresidenta. Justo cuando funcionarios de todos los niveles administrativos inauguran la feria de contratos por cuenta de la emergencia, con escandalosas denuncias por sobrecostos. La viga en el ojo propio.
Expertos aseguran que el Banco de la República podría prestar al gobierno los inmensos recursos que requiere la situación. Pero todo indica que se privilegiará a la banca privada. Es ella quien debe salvarse por encima de la gente. Esta puede morirse y la llamarán mártir o héroe, como a ese personal de salud que no cuenta con las dotaciones elementales.
El hambre no da tiempo para los balances bancarios. Por eso los helicópteros de guerra.