El hambre y la desnutrición, un mal de nunca acabar

El hambre y la desnutrición, un mal de nunca acabar

Aunque se han intentado tomar medidas para mitigar esta problemática, no parecen ser suficientes para darle un fin definitivo

Por: Miguel Silvera Padilla
enero 18, 2019
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El hambre y la desnutrición, un mal de nunca acabar
Foto: Pixabay

821 millones de personas padecen de hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento a causa de la desnutrición, lo que pone en peligro el objetivo de erradicar el hambre, según la OMS (Organización Mundial de la Salud). El hambre ha aumentado en los últimos tres años, volviendo a los niveles de hace una década. Este retroceso envía una señal clara de que hay que hacer más y de forma urgente si se pretende lograr el objetivo de Desarrollo Sostenible de alcanzar el Hambre Cero para el 2030. La situación está empeorando en América del Sur y en la mayoría de las regiones de África.

Por otra parte, y de acuerdo con cifras del INS (Instituto Nacional de Salud), el año anterior en Colombia se registró un aumento del 30 % en el número de niños que murieron por hambre, lo que denota una preocupante situación. Los lugares donde más se evidencia son: La Guajira, Cesar y Magdalena, siendo las zonas con mayores índices de desnutrición y de muertes a causa de esta.

Entre tanto, los entes de control e investigación del Estado como la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría le han hecho seguimiento a las escandalosas cifras de corrupción en los contratos de alimentación realizados a través del programa PAE (Programa de Alimentación Escolar) ejecutado en La Guajira.

Además, en julio de 2016, la Corte Suprema de Justicia ordenó al gobierno estructurar y ejecutar un plan para solucionar la problemática de desnutrición y salud de los niños indígenas de La Guajira, y en agosto de 2017 el Consejo de Estado solicitó tomar medidas de urgencia para salvaguardar la vida e integridad del pueblo wayúu. Pero pareciera que las medidas que ejecutan, son lentas pues los resultados no son muy notables.

Por su parte, la médico pediatra Arabella Martínez al ser consultada sobre el tema precisó “Colombia según la última revisión de las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos (GABAS) es dueña en doble carga nutricional: por un lado la desnutrición y por el otro el sobrepeso y la obesidad; ambas condiciones perjudican la salud de nuestros infante. Referente a la desnutrición de nuestros niños colombianos es más que triste la situación, alarmante y todo los calificativos que encierren el concepto conmovedor que genera. Ahora bien, La Guajira ha sido el caso quizá más sonado, pero a lo largo y ancho de nuestro territorio lamentablemente habita la desnutrición. Y lo que hay detrás de la problemática de este departamento que es de todos, es mucho más que hambre, es una geografía inclemente, es una mala administración de los recursos por parte del Estado es tal vez una indiferencia social, es una carencia de verdaderos líderes, y es un señalamiento hacia otros dónde quizá también valga la pena preguntarnos en qué fallamos como ciudadanos”.

Martínez manifestó además: “aunque abono los esfuerzos que ha hecho el gobierno para mitigar el flagelo, creo que no son suficientes. Deberían estar dirigido a la raíz del problema que a manera personal, debe generar fuentes de sustento para la etnia, políticas claras para empoderar a sus mujeres con sus artesanías, es brindarle a la familia entera la posibilidad de producir y donde sus productos sean valorados. Es destinar recursos para domar el desierto volverlo menos hostil con rutas de acceso y demás que faciliten su atención en salud, en educación sin anular su cultura. Es estimular el liderazgo en ellos mismos, en eso se necesita invertir para desterrar este mal que está acabando con nuestros orígenes y nuestras raíces”.

Lo peor es que no parece despertar la atención suficiente de las autoridades y mucho menos de la ciudadanía, porque aún no se ha visto la primera gran marcha convocada para tal fin o el rechazo constante de los medios de comunicación en aras de crear una presión social, como sí ha ocurrido con otros acontecimientos. Lo que puedo inferir es que nos importa un bledo lo que ocurre en esta parte del país, a pesar de todo lo que nos brinda esta región en materia económica (gas, carbón), entre otras cosas.

Y, como dice aquel viejo y glorioso vallenato: “No sé por qué en La Guajira se mete hasta el mar así, como si pelear quisiera, como engreída, como altanera...". Sí, esa misma Guajira que carece del cubrimiento de las necesidades básicas, esa en la que el 45% de su población no tiene acceso a la electricidad, agua potable y alcantarillado.

¡Que viva Colombia a lo largo y ancho de su desigualdad, que bastante que se siente en cada rincón de esta patria querida!

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