“Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. Pero entre ese hambre repetido, cotidiano, repetida y cotidianamente saciado que vivimos, y el hambre desesperante de quienes no pueden con él, hay un mundo de diferencias y desigualdades”. El Hambre por Martín Caparrós.
Tiempo atrás recuerdo que mi padre solía señalarme la misma casita hecha de cajas de cartón, con un techo a medio armar y repleta de bolsas de basura ubicada en el Puente del Mico, un poco antes de la Terminal de Transporte de Medellín y me decía: "esto es pobreza, son personas que sufren hambre, el gobierno le dicen 'los invisibles visibles' pues todo el mundo sabe de ellos pero nadie hace algo para ayudarlos", en ese entonces estaba muy pequeña para darme cuenta del poder de sus palabras y de la verdadera pobreza que sufren estas personas; para ellas un pan con agua panela al día es un privilegio. Me pongo a pensar en los deshechos de comida y la mala cara que hacen muchas personas al ver un plato de esta, mientras que estas personas buscan alimentos en basureros o piden dinero en las calles aunque sea para una comida al día, ¿es esto justo?
Citando textualmente a Joaquín Estefanía –director de la Escuela de Periodismo- en su conferencia del día dos de Octubre del presente año en el Aula Magna Monseñor Manuel José Sierra Ríos ubicada en la Universidad Pontificia Bolivariana: "Dar una bolsa de comida conlleva a una dependencia", llego a pensar ¿cuánto nos cuesta a los colombianos más específicamente a los paisas colaborar a las personas de pocos recursos con un plato de comida al día? Una de cada ocho personas sufren de hambre y no porque nuestro país produzca pocos alimentos si no porque estas producciones están concentradas en unos pocos, así lo asegura Martín Caparrós –escritor, periodista, novelista y cronista argentino-.
En el coloquio Reportar el Hambre, Martín Caparrós realizó un acercamiento de su libro El Hambre. Con cara de indignación, preocupación y tristeza en sus ojos; incesantemente repetía “cada ocho segundos muere una persona por desnutrición; mientras estoy yo aquí contándoles sobre mi libro, habrán muerto más personas de las que se encuentran en este auditorio”.
Mientras Martín Caparrós leía el primer fragmento de su libro, el auditorio se encontraba en completo silencio, todos estaban a la expectativa de este ensayo analítico expresado en forma de crónica. Llegó un momento en donde su texto conmovió e hizo llorar a algunas de las personas que allí se encontraban; por medio de líneas, el autor Argentino proclamó:
- “Si pudiera pedir lo que quisiera, cualquier cosa a un mago capaz de dársela, ¿qué le pediría?
- Quiero una vaca que me dé mucha leche, entonces si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos para venderlos en el mercado y con eso más o menos me las arreglaría.
- Pero lo que te digo es que el mago te puede dar cualquier cosa, lo que le pidas.
- ¿De verdad cualquier cosa?
- Sí, lo que le pidas.
- ¿Dos vacas?
Me dijo en un susurro, y me explicó:
- Con dos sí que nunca más voy a tener hambre.
Era tan poco, pensé primero. Y era tanto”.
Esta última frase marcó a los asistentes. Muchas personas si pudieran pedir un deseo no pensarían en algo para poder saciar el hambre de todos los días, más fácil pensarían en pedir dinero o poder. Básicamente esto se presenta porque el alimento siempre se encuentra disponible para muchos, pero para esta mujer la realidad es diferente; su día a día no gira en torno a conseguir más dinero o comprar el celular más reciente, sino en conseguir alimento para poder vivir.
Martín Caparrós asegura que “el hambre no es una fatalidad. Con la producción de alimentos que hay, se podría alimentar al doble de la población actual” el problema es que la mayoría de nosotros tratamos de no saber lo que pasa en el exterior y preferimos comer y comer hasta explotar que compartir un pedazo de pan.
En este coloquio ambos expositores llegan a la misma conclusión: el hambre no viene de un proceso de escases si no de distribución, los alimentos se han convertido en un negocio financiero y no existe un mal social más antidemocrático que el hambre.