El pasado sábado visite a un preso político en la Torre 5 de la Cárcel de Máxima Seguridad de Valledupar y lo que me encontré es sin ninguna duda la situación más aberrante de violación de todos, incluso los más mínimos, derechos humanos.
Para entrar hay que registrarse a través de una pequeña ventanilla, que queda inmediatamente después de la puerta de abarrotes de la entrada principal. Luego uno es requisado y se le ponen tres sellos en los brazos, dos visibles y uno invisible, posteriormente la requisa y sentarse en la silla para que el perro huela para constatar que no hay drogas.
Una vez se pasa esa primera parte se sigue unos cien metros hasta otra reja y luego un guardián solicita la cédula y verifica las huellas digitales, entregando una tarjeta con un número y se queda con el documento de identidad hasta la salida.
Después otros tres guardianes hacen una última requisa para autorizar la entrada a un zaguán interminable en el que hay unas puertas que dan la entrada a las torres en las que se encuentran los presos de esa cárcel.
En el zaguán se empieza a descubrir la lamentable situación física de ese cementerio de libertades, todos los muros que están a punto de caerse, la humedad ha se ha carcomido paredes enteras y por supuesto, la falta de mantenimiento es evidente por todas partes.
Una vez se llega a la torre cinco, el guardián me recibe el papelito que me fue entregado en la ventanilla de la entrada con los datos del preso que voy a visitar y se va en su búsqueda por unos veinte minutos.
Cuando se está haciendo desesperante la espera aparece el guardián con el preso que voy a visitar, las lágrimas empiezan a aflorar cuando veo a mi amigo, completamente rapado, con un uniforme café con rallas fosforescentes anaranjadas, que inmediatamente me recuerdan las imágenes que se difundieron por todo el mundo sobre los presos en Guantánamo, se está quedando ciego y por lo tanto tiene unas gafas culo de botella que ya le hicieron huellas en la nariz.
En la mano trae dos gaseosas para atender la visita, del patio no pueden sacar absolutamente nada y el guardián lo requiso exhaustivamente para poderlo sacar a la visita.
Un abrazo amargo, con el alma a flor de piel y la nostalgia hecha lágrimas es el saludo inicial, luego se pasa a una pieza para poder empezar a hablar.
Foto: archivo pachakuti.org
“Esta cárcel no tiene agua potable, el agua la extraen de un humedal que queda contiguo a la cárcel lo que genera una cantidad enorme de enfermedades de la piel, tampoco podemos hacer deporte, en las celdas que son minúsculas nos ponen de a tres y hemos tenido que interponer innumerables tutelas para ganar unos pocos derechos, que son violados totalmente, por parte de la guardia y la dirección de la cárcel y aunque hemos ganado varias, es poco lo que cumplen. El desacato es absoluto”, me dice mi amigo apenas nos sentamos y continua: “Enfermarse aquí es una odisea enorme, hace unas semana se murió un preso en la celda por falta de atención, estudiar es casi imposible porque no permiten la entrada de libros o textos necesarios para poder hacerlo y para completar a los presos políticos nos tienen diseminados en los diferentes patios, lo que pone en riesgo nuestras vidas y no nos permite hacer propuestas conjuntas de mejoramiento de la situación”.
Es por ello que solicita desde ese botadero de seres humanos la visita urgente de la Comisión de Paz del Congreso Nacional y de los Entes de Control para que constaten la situación infrahumana en la que están pagando sus penas y poder hacer propuestas que permitan mejorar la situación de quienes conviven en ese cementerio de libertades.
