El Guajiro Iguarán en 1976

El Guajiro Iguarán en 1976

Cómo le tomaban del pelo a Arnoldo Iguarán en el aula de clases cuando aún no era el Guajiro

Por: CÉSAR CURVELO
agosto 02, 2021
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El Guajiro Iguarán en 1976

A Arnoldo Iguarán se le conoce como el Guajiro en la historia del fútbol colombiano y continental. En el ámbito nacional, es el segundo mayor anotador de la selección Colombia de mayores, con 25 convertidos, solo superado por Falcao García, que se estacionó en los 35. En el plano internacional, fue el goleador de la Copa América 1987, realizada en Argentina, con cuatro dianas.

En 1976, Arnoldo Iguarán cursó estudios de noveno grado conmigo en un colegio anexo a la entonces CUC, hoy Universidad de la Costa, de Barranquilla. Llegó directo de Riohacha como nueva estrella del equipo universitario, y de inmediato lo enrolaron como integrante de la selección juvenil de fútbol del Atlántico.

Nuestro salón estaba en el bloque sur de la U; sus ventanales al entonces Coliseo Cubierto Humberto Perea. Con ocasión de los Juegos Centroamericanos escenificados en la Arenosa en 2018, este fue demolido y en su lugar está el Coliseo Sugar Baby Rojas.

Llegó semanas después del inicio de clases. Luego de la presentación formal de Nirvana, una coordinadora, Arnoldo se sentó en la primera silla que encontró vacía en la primera fila. Había pupitres sin dueño, puesto que el curso tenía sillas de más y pocos se ponían adelante. Sin decir nada, con su temperamento tranquilo y su sonrisa fácil. Era un moreno fortachón distinguible por su african look, tan grande y tupido que le tapaba las orejas y casi no le dejaba ver a los lados.

Una corta anécdota. Sucedió que una vez se le perdió un pequeño monedero a Alice Paloma Alarcón, quien según informaciones que tengo del siglo pasado, debe estar del otro lado del charco, en España. Paloma era la mandamás de las chicas del curso, entre las que estaban Elsa Cervera, Vilma Roca, Romana González y Patricia Manrique. Se buscó la bendita carterita por todos los rincones, bolsos y bolsillos, pero nada que apareció. De pronto, frente a los que estábamos atrás, el Enano Jairo Calle esbozó una sonrisa socarrona y se fue adelante, donde estaba Arnoldo sentado y, cogiéndolo descuidado por la espalda, le comenzó a buscar la carterita entre el enmarañado african look. Los testigos de la literal tomadura de pelo soltamos las carcajadas. Hasta al propio Arnoldo le entró la risaralda.

En el mismo curso estaban Fernando Marriaga, mediocampista armador, o sea 10, y el susodicho Enano Calle, guardameta, ambos también de la selección juvenil del Atlántico. Fue así que cuando se convocó al intercursos de fútbol, el equipo de cuarto A de bachillerato –había otros dos cuartos, el B y el C, obviamente–, contaba de entrada con la más poderosa columna vertebral del colegio, a la que se le podrían sumar Jaime Jaramillo, Abraham Raad, Jesús Chucho Martínez, Heriberto González, Roberto Toto Charris, Carlos Montenegro, el Mudo Galván, Juan Pablo Carrillo y otros que solo recuerdo en breve como Navarro, Donado, Duarte, el Químico, Topo Yiyo, el Charloso, el Yaqui, Menale, Montañez, Orcasitas, Blackie y Bolívar el Pesista. Y yo, que alcancé a jugar de estorbo izquierdo.

Los partidos del intercursos se escenificaron en la cancha-potrero que había detrás del Teatro Amira de la Rosa –ubicado a una cuadra de la CUC–, la cual desapareció como otras tres en las que pude patear un balón número cinco: la que estaba en el Colegio Americano, en la que hoy está el centro comercial de tal nombre; la del Deutsche Schule, Colegio Alemán, en la que se construyó un Viva; y la del Colegio San Francisco, donde se levantó un multilatino éxito. Pongo éxito con minúscula inicial, tal cual como viene el logotipo.

Un punto a comentar de paso. ¡Qué coincidencia de trasformaciones de amplias canchas en galerías supermercantiles! Dado que tanto se habla del progreso de nuestra querida Mocanápolis, me gustaría saber cuántas canchas están en proyecto. Hay baldíos aledaños a barrios populares en el área metropolitana en los que se pueden construir innumerables canchas de fútbol y otros deportes, lo mismo que pistas en parques para la práctica del atletismo, el ciclismo, el patinaje, etcétera. Pero parece que esto le importa un pepinillo a los que sabemos. Dejemos el tema latente y volvamos a lo que estábamos.

La estrategia del equipo era sencilla: adelante, el Bonchi Iguarán y Marriaga, y los otros defendiendo y echando el balón hacia la portería contraria. Cada pique sin marca de uno de nuestros dos superdelanteros era prácticamente gol. Había equipos de décimo y undécimo que opusieron férrea resistencia, pero igual cayeron vapuleados.

En la actualidad, creo Iguarán es el preparador de delanteros de Millonarios, el Ballet Azul de Bacatápolis. Ojalá en la gran península wayú surjan nuevos cracs del balompié. Como ha aparecido Luis Díaz, quien acaba de tener una fulgurante actuación en la pasada Copa América de Brasil, en la que compartió el liderato de goleadores junto con Lionel Messi, con cuatro tantos.

A Arnoldo lo puedes ver en YouTube, en una entrevista con el Pibe Valderrama. Hey, Pibe, ¿y cuándo interviuvas a tu expupilo Luis Díaz?

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