El histórico hotel El Prado de Barranquilla, diseñado por la firma de arquitectos Burdette Higgins en asociación con los locales Gregorio Obregón y Karl C. Parrish, es un típico exponente de la arquitectura caribe de los años 30. Durante décadas, fue el mejor hotel de Barranquilla, albergando a la élite política, económica y social que visitaba la ciudad. En un momento donde Barranquilla se proyectaba como una de las ciudades claves en el desarrollo del país.
La época de gloria del hotel se marchitó en los años 80. Eran los tiempos de la marimba y la coca en el país y fue utilizada como fachada para actividades ilícitas vinculadas al narcotráfico y lavado de activos. Lo adquirió la familia Nasser Arana, según se desprendió de indagaciones de la Drugs Enforcement Administration – DEA.
La Fiscalía colombiana siguió un proceso de extinción de dominio en el momento en que los Nasser fueran acusados y condenados por narcotráfico y en 1977, la entonces Sociedad de Activos Especiales tomó posesión del inmueble que pasó a control del gobierno. Se profundizó el tortuoso camino del hotel que ya había comenzado con la llegada del dinero del narcotráfico, y ya en manos de gobierno este fue liquidado. Se entregó como activo para ser administrado por la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) que se convirtió posteriormente en la Sociedad de activos especiales.
Una vez esta fue liquidada, pasó a manos del Fondo Nacional de Turismo (FONTUR), que en 2014 realizó un proceso de licitación para entregarlo en concesión a algún operador hotelero. Inmediatamente sobre la mesa aparecieron atractivas propuestas por las cadenas Radisson, Six Senses, Hotusa y FTP.
Curiosamente al final, en 2016, solo hubo un proponente: FTP, un consorcio integrado por la norteamericana FTP Investment Corporation del norteamericano Bart Steven Seidler, y por la empresa colombiana Espindel Ltda. de Jaime Espinoza. La mayoría la tiene FTP Investment Sucursal Colombia con el 55% y Espinoza posee el restante 45% accionario del consorcio. En cuyos plantes estaba la intervención de $ 21.300 millones para la restauración para la operación durante 30 años que es la vigencia de la Concesión otorgada por el ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
En septiembre de 2018, el Hotel inauguró la torre ejecutiva tras concluir una primera etapa del proceso de restauración con una inversión de $ 7.500 millones en ocho meses que puso en operación 81 habitaciones, a diciembre de 2024, cuenta con 206 habitaciones disponibles.
Los socios entraron en disputas por las intervenciones aprobadas por Jaime Espinosa Rosado durante su gestión en la administración del Hotel, como representante legal suplente del Consorcio, que no fueron realizadas a cabalidad y que ocasionaron un perjuicio de alrededor de 10 mil millones. Espinosa fue denunciado por presunto detrimento patrimonial ante la Fiscalía por parte del Consorcio FTP junto con el Directo Técnico de obras y otras personas.
Adicionalmente, Jaime Espinoza se vio obligado a ceder su participación accionaria a prestamistas a quienes no pudo cumplir con sus pagos. En medio de tensiones con Bart Seidler, este recompró las acciones convirtiéndose en el único propietario, al ser el dueño de las dos empresas que forman parte del Consorcio.
La administración de Bart Seidler tampoco ha estado libre de problemas, en junio de 2022, el Consorcio FTP fue acusado de entregar el manejo de los recursos públicos relacionados con la operación del Hotel El Prado a la sociedad G&G Hoteles que no hace parte del Consorcio, pero según Corrupcíónaldía.com pertenece al consorcio FTP.
El Hotel El Prado ha recobrado su posición como uno de los hoteles de 5 estrellas más destacados de Barranquilla, recordando su glorioso pasado y ha llevado en alto su condición de patrimonio nacional de Colombia, declarado hace 20 años y que obliga a su preservación arquitectónica.