Todos los días compartimos datos personales, usualmente a cambio de algún servicio. Las empresas y los gobiernos los analizan y cruzan para mejorar sus procesos, ventas o controles. Nada malo hasta ahí, pero el mayor conocimiento de nosotros por parte de unos pocos está vislumbrando unos escenarios que deberíamos analizar con más cuidado, y que posiblemente requerirá de leyes que protejan la privacidad de los ciudadanos.
Hoy es imposible pasar desapercibido. Proveemos información personal al utilizar las plataformas electrónicas que prestan servicios, ya sea una red social, un pago electrónico (en un sitio físico o por internet) o manifestar interés en alguno de las ofertas de los diferentes portales. La damos sin mucha preocupación, el beneficio obtenido de un tiquete o un hotel más barato vs. el costo de alguna propaganda orientada a nuestros gustos personales. Es algo con lo que podemos vivir. Las empresas, analizan internamente estos volúmenes de información principalmente para idear mecanismos de promoción de sus productos, pero sobre todo para conocer más sobre nosotros, sus clientes.
En Colombia, el gobierno ha logrado controlar la evasión tributaria mediante el cruce de sistemas de información, como el reciente realizado por la UGPP (Unidad de Gestión Pensional o Parafiscales) con las bases de datos de la declaración de renta en la Dian. A más que un ciudadano le llegó en el último año notificaciones para que realice el aporte a la seguridad social de acuerdo a todos los ingresos, y las correspondientes multas por no haberlo hecho anteriormente.
En Colombia, el gobierno ha logrado controlar la evasión tributaria
cruzando sistemas de información, como el recientemente realizado por UGPP
(Unidad de Gestión Pensional o Parafiscales) entre declaración de renta y Dian
En occidente, son compañías independientes las que poseen información sobre los usuarios, con intereses diferentes sobre los mismos, utilizan sistemas que no se conectan, ya sea por problemas técnicos o porque todavía no le han visto la utilidad. Las franquicias de tarjeta de crédito saben a dónde viajan sus clientes, donde compran ropa o el mercado, que restaurantes frecuenta, etc. Lo suficiente para hacer campañas que promuevan el uso de este medio de pago. Facebook conoce el perfil de sus usuarios y sus intereses, y de acuerdo a esto orienta la pauta publicitaria. Igual lo hace Google, quién conoce lo que atrae a los usuarios de acuerdo a sus búsquedas. Uber cómo se mueve en la ciudad y cómo se comporta (la plataforma basa la generación de confianza en que tanto el pasajero evaluó al chofer, como que el chofer evalúe al pasajero). Y así, todas las demás plataformas que se utilizan para comprar artículos y servicios. Pero a no ser que estas empresas se unan, como cuando Facebook adquirió WhatsApp, la información de nuestros hábitos está todavía fragmentada.
En la China en cambio, existen plataformas como Alipay de Alibaba Corporation fundada por Jack Ma, o WeChat Pay que no son aplicaciones individuales como las que conocemos, sino centralizadas. En las principales ciudades de China, la gente paga casi todo a través de los celulares, mediante aplicaciones pertenecientes a alguno de estos conglomerados. El año pasado, $ 5.5 trillones de dólares fueron pagados a través de celulares, en contraste con Estados Unidos donde en 2016 fueron apenas $ 112 billones de dólares. Estas plataformas chinas han construido una reputación de confianza y conveniencia que lleva a la gente a hacer todo a través de ellas. Por lo tanto, la plataforma sabe a qué horas cada ciudadano tomó el metro o alquiló una bicicleta, en que restaurante almorzó, que comió, si fue a cine en la tarde, que compró en el supermercado, que película vio por “streaming”, etc. La misma plataforma acumula y procesa toda la información sobre cada individuo, y la evalúa.
Compañías como Alipay y Zhima Credit, no se han conformado con utilizar la información como mecanismo publicitario, han diseñado sistemas para calificar y puntear a las personas basados en sus actividades, lo que equivale a un sistema de evaluación social. El sistema analiza el comportamiento del individuo, si paga oportunamente, aumenta su puntaje, si se atrasa en pagos, disminuye, si hace ejercicio aumenta, y así, va otorgando puntajes, entre 350 y 950. El sistema está integrado con el gobierno chino y permite conocer las cuentas que ha dejado de pagar con el estado, o las ofensas o crímenes que ha cometido. Personas con puntajes sobre 650 pueden alquilar carros sin depósitos, y durante un tiempo aquellos que tenían puntajes sobre 750 podrían saltarse la línea de chequeo de seguridad del aeropuerto de Beijing. Por encima de 722 puede aspirar a préstamos para arrendar apartamentos, o con un poco más de puntos obtener visas a otros países sin problema.
En los últimos treinta años, China creció hasta convertirse en la segunda economía mundial, pero sin mucha infraestructura financiera de crédito existente. Hasta hace pocos años casi todo se movía en efectivo. En cambio, para finales de 2011 ya existían 356 millones de celulares inteligentes. Esta situación abrió grandes oportunidades para unas pocas compañías que obtuvieron licencias del gobierno para implementar sistemas de pago electrónico a través de celulares y crear sus propias compañías de crédito privado. Compañías que, a su vez, ofrecen amplias variedades de servicios de consumo. El sistema centralizado ha permitido que se consoliden monopolios de empresas que conocen casi todo sobre los hábitos de sus clientes. La historia del control centralizado chino sobre la sociedad, ha facilitado la aceptación de estos sistemas de evaluación social.
En Colombia, todavía estamos lejos de algo similar, nuestra situación social y política es diferente a la China, el gobierno ha emitido normativas para limitar la información que se recolecta y su uso, como la Ley de Habeas Data y de datos personales. Además, existen mecanismos de control tecnológicos sobre la información que capturan las empresas, como la encriptación de mensajes, o la utilización de algún navegador seguro que limite el uso de cookies. Así como en el siglo XIX se crearon sofisticadas leyes sobre propiedad intelectual, próximamente el mundo necesitará un nuevo grupo de leyes para gobernar la propiedad y el intercambio de datos, con el propósito de otorgar derechos sólidos a los individuos.
@aarcilaa