Sin música no viviría, de eso estoy seguro. No la escucho por moda o por tendencia, simplemente no me resisto ante una buena pieza bien hecha llámese vallenato, reggae, kompa, rock, merengue, porro o jazz.
Y es del último al que quiero referirme, sin el ánimo de parecer petulante o sabelotodo, en el marco del mal llamado Festival de Jazz de Mompós. El Jazz es otra cosa.
Venir aquí a dar explicaciones cómo está definido, tampoco es mi intención, pero, reitero en Mompós no hay, no habrá y nunca ha habido Jazz, como centro de un festival.
La importancia es tomar el nombre, para dar forma a una especie de convocatoria musical de todo tipo, porque la palabra Jazz es bonita y porque remite a la altura social y la pretensión de ser gente de bien con una pose.
Desde el oficinista más lacayo de la gobernación de Bolívar, hasta los encopetados con sangre azul y vejetes aristócratas empobrecidos, pasando por senadores y expresidentes con olor a berrenchín, a ninguno de ellos les gusta el Jazz, salvo una que otra excepción. (Yo estuve ahí).
Vienen por otra cosa. Vienen a parrandear para que la gente los vea en su sitial VIP, embriagados de poder mientras la gente aplaude sus ires y venires hartos de ron o whiskies caros y también otras cositas non sanctas.
Lo que más rechina, es que a nadie le interesa el Jazz. Mientras tocan a Louis Armstrong o Miles Davis los VIP, distraídos o enajenados celebran con sus decrepitudes y salivazos y aprovechan para brindarse tragos y besos como si fuera un intermedio.
El jazz, los valses y los clásicos, han sido eso por aquí, o cuando mucho como fondo en grados y bodas, pero una sola pieza porque esa música aburrida no sirve.
Pero deja que digan que suena Mr Black o J Balvin , para que veas a muchos cachacos con la carranga a flor de piel creyendo que bailan champeta. O que suene el pase del Nokia, para que sientas el estruendo de un montón de corazones palpitando al mismo tiempo.
¿Para qué llamarlo Festival de Jazz?