Nos vendieron Gambito de dama como la gran serie feminista. Incluso, Iván Gallo, editor de Las2orillas, escribió en su columna de la revista Bienestar que "es una declaración de principios de lo que es la nueva mujer, la que está deshaciendo ese castillo de naipes que fue el patriarcado". Sin embargo, si bien tiene un punto, hay algo que olvida. Como bien mencionó Sarah Miller en The New Yorker: "Anya Taylor-Joy es demasiado guapa para interpretar a Beth Harmon".
Y no es que tenga algo contra la actriz argentino-británica o las mujeres bonitas como ella, en lo absoluto, lo que ocurre es que una y otra vez desde muchos frentes nos ofrecen la idea de que el éxito va de la mano de la belleza... algo así como lo que pasó con Beatriz Pinzón Solano. Además, la producción de Netflix olvida algo fundamental: la protagonista de la novela de Walter Tevis en la que se basa la adaptación televisiva no es linda; por el contrario, está lejos de serlo. Es una joven desgarbada y sin mucha gracia, eso sí, brillante y con un talento excepcional para el ajedrez. No en vano en el texto de 1983 le dicen: "Eres la chica blanca más fea de todas. Tu nariz es fea y tu cara es fea y tu piel es como papel de lija".
Con eso en mente, fue un desatino, a pesar de su brillante actuación, poner a Taylor-Joy a interpretar a Beth. Por más ropa fea y por más trucos estilísticos que usen para hacerla ver poco agradable, no lo logran. Su belleza no se puede ocultar y eso le quita credibilidad a la historia. Así mismo, el cambio físico que vive a lo largo de la historia tampoco es fidedigno. Mientras en el libro ella se va reconciliando consigo misma a medida que su carrera prospera, en la serie esta metamorfosis no solo es mental sino física. Ahí, como quien no quiere, nos insisten en el rollo de la supuesta fea que en realidad siempre fue guapa y que solo necesitaba de un empujón para destapar su verdadera belleza. Esto dista mucho de la vida real. No todas, por más que nos esforcemos, tenemos cómo vernos bellas... y, de hecho, no tenemos por qué sufrir por esto.
Retomando, como señaló Noelía Ramírez en El País, "Harmon no es el primer personaje que decepciona por su inusitada belleza al ser trasladado al lenguaje audiovisual". Casos hay muchos, montones, que me llevan a preguntarme varias cosas: ¿por qué no hay feas de verdad protagonizando series y películas?, ¿por qué siempre tiene que haber una transformación?, ¿acaso las que no somos tan bellas no podemos tener un lugar estelar bajo el reflector?, ¿si no nos vemos de cierto modo no alcanzaremos jamás el éxito que deseamos?
Aun así, "la serie es mucho más que las vicisitudes de una niña prodigio y sus problemas mentales", como acotó Gallo.