Con paso firme, como queriendo hacer contraste con la turbulencia de su país el 7 de diciembre, Dina Boluarte entró al Parlamento para convertirse en la primera mujer presidenta de Perú. Era la tercera vez en cuatro años que se posesionaba un presidente sin haber sido elegido por votación popular. En ese hemiciclo había asumido Martín Vizcarra para suceder al renunciado Pedro Pablo Kuczynski en medio del escándalo de los “mamanivideos, y Francisco Sagasti, presidente el Congreso, para sucederle a él.
La vicepresidenta de 60 años estaba juramentando el cargo que poco antes había dejado Pedro Castillo al ser destituido tras una intentona golpista que lo llevó a la cárcel y quien afanosamente buscaba asilo en Mexico. Alcanzó a hablar con el Presidente Lopez Obrador, pero en el entretanto las fuerzas militares y la ciudadanía bloqueó la embajada azteca en Lima. Su retirada ahora será más difícil porque está en manos de la justicia y de una dura fiscal que muy seguramente no aflojara para despejarle el camino a Pedro Castillo.
Uno de los responsables del fracaso de Pedro Castillo fue Vladimir Cerrón, dueño del partido Perú Libre
con quien rompió Dina Boluarte
A inicios de este año, Boluarte había sido expulsada de Perú Libre, el partido de Castillo, por no compartir los puntos de vista de su secretario general, Vladimir Cerrón. “Yo nunca he abrazado su ideario..., siempre he sido de izquierda y seguiré siéndolo, pero de una izquierda democrática y no totalitaria”. Hasta hace una semana fue la ministra desempeñando la cartera de Desarrollo e Inclusión Social, cargo que dejó por no estar de acuerdo con el nombramiento de Betsy Chávez, la fugaz primera ministra del hoy destituido presidente.
Dina Boluarte, con su perfil discreto entró a la política en compañía del también maestro del Perú profundo, Pedro Castillo. Antes de cualquier campaña, era conocida en los medios de comunicación, porque los visitaba para interesarlos en la cultura y las manifestaciones culturales de Apurímac, su tierra natal. Ella se precia de conocer entre las 3.500 variedades de papa de Perú, las de su región, la blanca, la huayro, o la deshidratada llamada chuño que puede durar en perfecto estado 20 años. Ella es de las que baila los ritmos de su tierra.
Dina Boluarte, de la región surandina, conoce como nadie su pueblo y sus costumbres
Hace 60 años nació en Chalhuanca, en la región surandina, más cerca de Cuzco que de Lima, a la que se tarda siete horas y media en auto. En Coratuse, fue maestra reemplazante a los 18 años, “esa fue mi primera chamba”. Años después buscó en dos oportunidades, dentro de la política, un cargo de elección popular. En el 2018 se postuló a la alcaldía de la municipalidad de Surquillo, -uno de los distritos de Lima de mayor crecimiento- y en el 2020 al Congreso en las elecciones extraordinarias. En ambas oportunidades falló.
Abogada de la universidad San Martín de Porres de Lima, allí mismo recibió una maestría en Derecho Registral y Notarial, que fue la carta de presentación para el cargo que ha ocupado por catorce años como jefa de oficina de una de las sedes del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec). Cuando se inscribió ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) como postulante de Perú Libre anotó que tenía ingresos anuales de 66.520 soles, unos USD 17.000, una propiedad y una camioneta Honda de USD 26.000 a precios del 2018.
Llegó la segunda posición política más importante del país como fórmula de Castillo, que, asido al enorme sombrero de Chota, su pueblo, y un lápiz gigantesco, construyó la imagen y la votación para llegar a la presidencia rompiendo todos los moldes de la política peruana en su historia democrática reciente.
Del Reniec a la vicepresidencia fue un salto triple de Boluarte. En Perú, la vicepresidencia es un cargo que ha crecido en importancia entre la suerte de mandatarios que fueron destituidos o renunciaron acosados por las denuncias. Los peruanos eligen dos vicepresidentes por si el primero no puede asumir el cargo, algo poco usual en el mundo. Pero esta vez Dina Boluarte fue la única en la fórmula de Castillo porque Perú Libre inscribió como segundo a Vladimir Cerrón -el director del partido- pero fue tachado por la justicia electoral debido a una condena por corrupción que lo inhabilitaba para ocupar cargos de elección popular.
"Convoco a la más amplia unidad de todas y todos los peruanos"
“Soy de un partido de izquierda” repitió como un mantra a los medios de comunicación que buscaban develar quién era la vicepresidenta electa de Perú. Frases suyas hicieron carrera desde el comienzo de la campaña del balotaje, cuando se fue lanza en ristre contra el fujimorismo. “No queremos un Congreso obstruccionista como el que teníamos manejado por los fujimoristas, protector de los 'cuellos blancos', los 'hermanitos', de los corruptos. Si eso sucediese, seguramente será necesario cerrar el Congreso”, dijo ante los medios de comunicación. Y por si faltara algo más provocador, lanzó esta sentencia: “La clase media acomodada limeña seguramente dejará de ser clase media acomodada. Debemos darnos cuenta de que el Estado está ausente”.
Ese discurso se fue atemperado con el correr de los meses en el gobierno. Y el miércoles que quedará en la historia peruana sus palabra fueron un llamado a la unidad y a la calma: “Siendo consciente de la enorme responsabilidad que me toca, mi primera invocación, como no podía ser de otra manera, es convocar a la más amplia unidad de todas y todos los peruanos. Señores, conversar, dialogar, cómo ponernos de acuerdo (es) algo tan sencillo como tan impracticable en los últimos meses”. Hoy en la Casa de Pizarro tiene mucho qué hacer para lograrlo.
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