Se empieza a repetir el término de ‘Golpe de Estado Blando’ en relación con lo que se vive en el momento entre nosotros.
Vale la pena precisar un poco el sentido de este concepto.
Lo obvio es que es la búsqueda de un cambio de gobierno por medios no violentos. Pero dos puntos principales lo caracterizan, y hace que como proceso o fenómeno político sea algo más concreto.
Por un lado se ha estudiado como algo recurrente y reciente para desplazar gobiernos considerados o autodenominados ‘progresistas’ mediante una serie de etapas sucesivas. Es lo que le ha tocado vivir a este gobierno
Como es natural que toda desviación de las políticas en curso sea debatible, consiste en cuestionar cómo primer paso lo acertado de las medidas que propone o adelanta (la crítica al enfoque sobre política petrolera); a renglón seguido se presentan otras medidas como perjudiciales ya no para la economía o inconvenientes administrativamente sino por la forma en que afectan a la ciudadanía (la amenaza de unas eventuales consecuencias al modificar la estructura del sistema de salud); después se encuentra alguna forma de descalificar directa o indirectamente a los miembros del gobierno o a sus allegados (las denuncias contra Nicolás Petro); creado un ambiente de desconfianza y cuestionamientos se invita a manifestaciones públicas populares y pronunciamientos de la dirigencia pidiendo suspender los cambios que se proponen (la invitación a las marchas de febrero fue de iniciativa de la oposición aunque postergaron la fecha para que fuera después de la de apoyo al gobierno); ya radicalizada la oposición al gobierno, se sugiere la posibilidad de un golpe violento (usualmente con el ‘ruido de dables’, en este caso, como toda la cúpula formada y vinculada al anterior establecimiento había sido retirada, mediante la manifestación totalmente inusual de los militares en retiro); y que el Golpe Blando se concrete pasa a depender de que se encuentre una acusación que ponga en entredicho la legitimidad del gobierno elegido o directamente contra su cabeza.
Pero por otro lado, esto sucede sin que exista conspiración, ni organización, ni liderazgos detrás de estos procesos. Hasta cierto punto hay una convergencia no deliberada entre la forma en que reaccionan los diferentes sectores afectados y la función que acaban ejerciendo quienes se vuelven protagónicos como sus voceros . Que quienes se beneficiaban de la situación o condiciones previas busquen preservar sus prebendas es inevitable. Y que eso se convierta en la oposición es el curso natural de la actividad politica. Los poderes establecidos, representenlos quienes los representen, tienden a preservar tanto su jerarquía como sus privilegios. Igualmente, los medios de comunicación viven de motivar emociones y reacciones, el escándalo y la truculencia son sus recursos primarios, que sean ciertos o creados por ellos es indiferente. Toda polémica es alimento para ellos, por lo tanto la simbiosis con quienes confrontan al gobierno es más o menos automática. La propuesta de cambio implica y obliga además a enfrentar esa condición de los medios como primer poder de facto sin función ni responsabilidad ni control alguno como sucede en una sociedad como la nuestra.
El papel protagónico del Fiscal no es en general parte del libreto
El papel protagónico del Fiscal no es en general parte del libreto. Se explica aquí por la naturaleza misma de nuestra Fiscalía que no reporta a ningún poder, ni dentro de nuestro ‘sistema de pesos y contrapesos’ tiene contrapeso alguno. Y la tentación de capitalizar esa ausencia de lider para el intento de golpe invita a asumir ese rol y aprovecharlo para posibles proyectos futuros (como ya se vio en el caso de Alfonso Valdivieso durante el proceso 8.000).
No es una ‘falsa narrativa’ lo del ‘Golpe de Estado blando’…. Amanecerá y veremos.
