Desde inicios de su mandato, el presidente Gustavo Petro no pierde escenario público o privado para insistir en que hay sectores en Colombia empeñados en asestarle un golpe blando para desafectarlo del Poder. La denuncia viene siendo utilizada como estrategia para victimizarse con el objetivo de justificar lo pésimo gobernante que es, utilizando como manto que no le permiten cumplir con su Plan de Gobierno. Ante este hecho, diversos voceros públicos le han exigido pruebas del supuesto golpe blando, las cuales, si existen, no han sido dadas a conocer. “El presidente Gustavo Petro debe darles a las autoridades las pruebas de los que, según él, ‘se han organizado para darle un golpe de Estado’, acusación de un delito que a muchos nos cuesta trabajo creer y que él debe demostrar”, escribió en la red social X el exsenador Jorge Enrique Robledo, quizás uno de los más respetuosos y documentados críticos de Gustavo Petro.
Cada vez que una entidad de control del Estado resuelve un asunto que no beneficie a los intereses del Gobierno, de inmediato se activa la estrategia del golpe blando, con el agravante de que la tesis, no comprobada por ningún organismo de investigación, comenzó a abrirse camino en algunos foros internacionales especialmente influenciados por el progresismo. Por esa estigmatización del presidente Petro, hoy son señaladas de golpistas casi todas las instituciones del Estado que no son apéndices de su Gobierno, como las Altas Cortes –Constitucional, Suprema de Justicia, Consejo de Estado–, el Consejo Nacional Electoral, el Congreso de la República, o cualquier Tribunal que falle en su contra, además de todas las personalidades democráticas que no estén de acuerdo con su pésimo mandato.
Y es que la ortodoxia neoliberal de Petro, ceñido con estricto apego al Consenso de Washington, aliado del presidente Joe Biden, cumplidor de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, creyente en el tanque de pensamiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –OCDE–, hace aprobar e impulsa reformas –tributaria, pensional, laboral, educativa, etc.–, que benefician al capital transnacional. Esto ha hecho que, poco a poco, los colombianos estén reaccionando a la borrachera petrista, que deja una resaca con consecuencias imborrables, como la crisis económica profunda provocada por su extremismo ambiental, que liquida las rentas petroleras y mineras de la Nación en beneficio de algunas transnacionales de la transición energética, a las cuales les está haciendo el mandado para que prosperen sus jugosos negocios en Colombia.
Los dirigentes que tengan la entereza de enfrentar las teorías y las decisiones del presidente Petro –muchas de ellas caídas de los cabellos, como su extremismo ambiental–, corren el riesgo de ser estigmatizados y caer en las garras de una jauría de barras bravas contratadas por el Gobierno Nacional, que pululan en las redes sociales y en diversos medios de comunicación. Importantes dirigentes han tenido que salir a defender su honra y buen nombre –como las periodistas tildadas de “muñecas de la mafia”– porque personalmente el presidente Petro abusa de su poder, descargándolo en su contra. Infortunadamente, los que votaron por Petro se dejaron meter un “cuento chino”, lleno de mentiras y fantasías, que tiene al país sin rumbo fijo. Para bien o para mal, el tiempo no se detiene. ¡Recuerden que, a un gobierno amigo de Estados Unidos, nadie le asesta un golpe blando!