No soy experto como crítico o comentarista de fútbol, pero sí tengo experiencia y formación en el tema de la comunicación. Lo hecho por Emiliano Martínez, arquero de la Selección Argentina, en el cobro de penaltis contra la Selección Colombia en la fase semifinal de la Copa América fue una clase de cómo el poder de la palabra rompe los esquemas de concentración y adquiere su dimensión generando inseguridad y dominio total de lo que quieres y deseas frente al otro, en este caso su competidor.
Se asegura que históricamente son muchas las cosas que se dicen en el campo de juego los futbolistas, en una clara demostración de gestos antideportivos, frente a los cuales la Fifa se ha hecho la de los oídos sordos y no hay una reglamentación o al menos una libertad para que el árbitro que está presente en todo ese ambiente tóxico entre los jugadores, haga respetar la cancha y la sana competencia en sí. Los agravios abundan y el silencio para sanciones o llamados de atención no se ven.
Volviendo al caso de Martínez, la prensa especializada tituló entre otras que se había logrado la clasificación a punta de labia, con insultos, groserías y demás. Puede que haya sido así en su primera lectura, pero concretamente lo que logró Martínez fue el efecto psicológico, anímico, aumentar las tensiones y estimular al error en un momento de máxima tensión, aumentando la dificultad en los jugadores de la selección cafetera.
Lo anterior cómo se alcanza. Con un convencimiento absoluto de excelente autoestima y que son los dueños de la verdad… muy propio de los argentinos, se suele decir "orgullosos y convencidos de lo que son". Martínez, con esa actitud y de manera convincente, impulsó el mensaje negativo para cada uno de los cobradores de penalti de Colombia. Utilizó frases como "¿estás nervioso, eh?", "estás nervioso", “mira que te como…”, cuando Mina estaba en disposición de disparar frente al arco argentino. O también a Dávidson Sánchez. “Lo siento, pero té como hermano", le gritó en plena carrera, y le detuvo el disparo.
Ahora bien, lejos de ser una actitud inventada o acostumbrada del arquero argentino, sin lugar a dudas tiene cimiento en una preparación sicológica, no solo en el camerino sino una fortaleza adquirida en su formación deportiva. Es fácil interpretar que una potencia del futbol mundial como lo son los argentinos deben incluir en su academia deportiva temas emocionales, el manejo de la situación en coyunturas críticas que no son parte de su formación atlética y física, sino del sentir y la expresión de la persona por dentro.
La pregunta del millón es: ¿qué tanta formación en este sentido tienen los jugadores de la Selección Colombia de hoy en día? Creemos que es muy poco lo que se hace en ampliar la seguridad en sí mismos, autoestima, herramientas de concentración de los atletas y no sucumbir ante un juego de palabras como ocurrió cara a cara ante el guardameta argentino.
Así se vea como un tema trivial, valdría la pena una revisión sobre este capítulo de la comunicación verbal, el poder de la palabra y la actitud de nuestros deportistas y su crecimiento integral como seres humanos.
Martínez no solo utilizó su capacidad como arquero, sino su poder comunicativo, válido para cualquier atleta en cualquier deporte para hacer ruido y generar implosión en los nuestros… todos nos sentimos chiquitos porque la palabra mal o bien usada fue contundente.
