La mejor noticia que hemos recibido los colombianos en el último mes es que el gobierno de izquierda resultó de centro. La diferencia que hay entre lo propuesto inicialmente en campaña por Gustavo Petro como candidato y lo que plantea en la legislación que propone (que es como hablan los presidentes) es resultado de un aterrizaje un tanto forzado pero responsable en la realidad nacional.
Y es que si el gobierno Petro quiere pasar a la historia como protagonista de una transformación nacional hacia un país más productivo, más equitativo, más cuidadoso del medio ambiente, más transparente políticamente y en paz, no puede hacer nada distinto de lo que está haciendo, que es básicamente construir una gran coalición parlamentaria de diferentes vertientes ideológicas que encuentren en el seno del Congreso el justo medio entre las iniciativas gubernamentales y la realidad de los intereses representados en las cámaras.
Lo cual quiere decir dos cosas: la primera y más importante, que el gobierno acata la competencia del Congreso para hacer las leyes, decisión que muchos creyeron no iba a tomar en el ambiente esquizofrénico de la campaña electoral que casi lleva a la presidencia al más incompetente de los más de 60 precandidatos que se embarcaron en esa aventura. La segunda, que comprende su situación minoritaria en el Congreso, lo cual lo lleva a atenuar el alcance original de sus propuestas si quiere tener éxito en su trámite.
El Congreso ha recibido el palo de siempre por parte de quienes consideran que la política no deben hacerla los políticos, sino gente distinguida e incorruptible: investigadores, sociólogos, columnistas, empresarios, que si saben de lo que están hablando y si conocen las necesidades nacionales porque las han estudiado. Sin embargo, cuando la mayoría de las fuerzas políticas acuerdan hacer parte del gobierno, el resultado no es la venta de conciencias a cambio de contratos, ni el archivo de los principios de los partidos como se ha dicho, sino que el Congreso se convierte en el principal responsable de las políticas públicas fundamentales, como debe ser. Es ese Congreso tan desprestigiado, por el cual votaron 18 millones de personas, el que convierte con su participación al gobierno de izquierda en uno de centro. ¡Alá es grande!
________________________________________________________________________________
Es ese Congreso tan desprestigiado, por el cual votaron 18 millones de personas, el que convierte con su participación al gobierno de izquierda en uno de centro. ¡Alá es grande!
________________________________________________________________________________
Ese viraje se había venido haciendo desde la primera vuelta electoral y aun antes. Propuestas como la suspensión de la explotación de gas y petróleo, las señales equívocas sobre invasiones y expropiación de tierras, los subsidios cuantiosos y permanentes, la eventual declaración de la emergencia económica, la supresión del Esmad, una draconiana reforma tributaria, la extensión del gobierno más allá de su período, la paz total, el desconocimiento de la democracia, el enfrentamiento con las fuerzas armadas, terminaron por ser ideas de las que ya no se habla o proyectos que se desarrollarán en el tiempo, en períodos de transición que no perjudiquen el tejido social y productivo, y se harán de acuerdo con las leyes vigentes y la Constitución, y solo a través de ellas. O sea, con el apoyo mayoritario de la coalición de gobierno y aun de los partidos que se declararon independientes, ni la una ni los otros dispuestos a aprobar nada a pupitrazo limpio.
Es así como se gobierna en democracia cuando el presidente no tiene mayorías en el Congreso. El presidente Petro, parlamentario experimentado, conocía mejor que nadie el poder de convertirse en jefe de la oposición, el impacto enorme que ello podía tener en la opinión pública electoral y el casi ninguno que una voz solitaria tiene en el Congreso. Nadie tenía que darle lecciones sobre eso.
Hay sin embargo un artífice a quien tirios y troyanos le reconocen su papel en ese proceso y es Roy Barreras, quien como jefe de campaña y presidente del Congreso ha tenido un aporte fundamental en la construcción de la coalición. Aun sus adversarios, dentro y fuera del Pacto Histórico, le reconocen esa tarea como si fuera un defecto: el ejercicio de un poder maquiavélico, de pura manipulación no exento de perversidad, cuando en realidad ha sido un inteligente e indispensable esfuerzo de concertación política.
Para decirlo de una manera pedante que solo los francófilos entienden no es tanto Fouché como Talleyrand. O para decirlo de modo que todo el mundo entienda, es gracias a Roy Barreras que el gobierno de Petro se volvió de centro, para nuestra eterna gratitud.