Hace cinco años, cuando hicimos el primer diagnóstico departamental del Sacha inchi, una iniciativa de Corpoamazonía en la que participé como técnico de campo, tuve la oportunidad de recorrer uno a uno los municipios del bajo Putumayo, vereda por vereda, empezando por Puerto Caicedo, pasando por Puerto Asís, Orito, Valle del Guamuez, San Miguel la Dorada y Puerto Leguízamo.
Fueron tres meses de ardua labor que nos llevó a los rincones más recónditos del departamento y nos dio la oportunidad de interactuar con sus habitantes, por lo general gente humilde sencilla y servicial que, sin rodeos, nos daban la información que necesitábamos y nos daban a entender las necesidades por las que pasaban gracias al abandono al que los tiene sometidos el Estado.
Sin embargo, y a pesar de que ya hacía varios años que el Gobierno colombiano y la multinacional MONSANTO venían fumigando con GLIFOSATO no solo los cultivos de COCA sino todos los cultivos-
La gente se reunía en pequeños caseríos, por lo general de madera, con unos patios enormes y muy bien cuidados: es decir, muy bien barridos y con árboles frondosos de pomorroso, arazá, copoazu, caimito y otros, muy pegados a las casas, tal vez con la remota esperanza de que las avionetas no los fumigaran.
Las aves de corral, que también hacían parte de este pintoresco panorama, los pizcos (que acá los llaman bimbos), gallinetas, patos, perdices y hasta pavas de monte, los cerdos, los conejos, los cuyes y, de vez en cuando, un armadillo o un yulo domesticado, se ven afectados.
Hoy, cinco años después, están buscando los pocos cultivos de Sacha inchi que han dejado las fumigaciones, de nuevo tengo que decir el abandono en que el Estado tiene a estas comunidades. Tuve la oportunidad de visitar algunas veredas del municipio de Orito como Arauca, Nuevo horizonte, Calicanto, Villa de Leiva y Las Américas.
Mi sorpresa fue grande cuando, poco a poco, me fui internando en este territorio por una trocha prácticamente intransitable, pues le habían tapado algunos huecos con material de río y ese material contenía unas piedras redondas y demasiado grandes que hacían que la moto se atascara, y varias veces estuve a punto de perder el equilibrio.
Pero lo que realmente me sorprendió y llen+o mi espíritu de una nostalgia infinita fue ver que el territorio está en su mayor parte desocupado. Ya no hay gallinas, bimbos, patos, cerdos, nada. Solo un silencio absoluto y, lo más deprimente, las casitas de madera, incluyendo la casa comunal donde socializamos con la comunidad hace cinco años el trabajo que íbamos a realizar, están derrumbadas y siendo devoradas por la maleza.
Entonces, en mi humilde condición de campesino, surgieron en mi mente varios interrogantes:
¿Por qué el estado sigue fumigando con glifosato si esta no es la solución?
¿Por qué los campesinos tienen que abandonar sus parcelas e ir a engrosar los cinturones de miseria que asfixia a las grandes ciudades?
Por ultimo pregunto y quisiera que alguien me respondiera ¿qué propuesta o qué solución tienen ante esta problemática los candidatos a la gobernación, asamblea departamental, consejos municipales y alcaldías del Putumayo?