El mecanismo del terror, es de lo más antiguo y, por supuesto, un arma letal que produce todo efecto; sí, Señoras y Señores, un arma letal. De siempre, los imposibles límites al terror, al miedo, impusieron el poder y, por supuesto, en concreto, los mandos o lo que también se ha denominado gobiernos; razones muchas: las expansiones territoriales de los imperios, de los egipcios, de los romanos, de los otomanos y, de común, la exclusión de los propios frente a los ajenos; entre ellos, el ciudadano —sinónimo de libre— frente al sojuzgado —sinónimo de esclavo—; con reglas de juego que lo reflejan: contorno social de las ciudades —donde habitaban y ejercían los derechos los ciudadanos— con respecto a los denominados ‘extramuros’. Avanzan los imperios, no alcanzan a copar con su poderío militar y, por las mismas relaciones de imposición y violencia, dentro de la cual está entronizada la violencia y la corrupción de toda laya, dan por fin con el poder, la organización y, por supuesto con el miedo, el terror. En canto de Vargas Vila: ‘(…) cualquier ser, por abyecto que sea, tiene la fuerza de oprimir; al Poder Material, se llega; para el Poder Intelectual, se nace; al Déspota, lo hacen los hombres; (…)’[1]
Luego, luego y lateral, el miedo que produce el ‘más allá’ o lo que las religiones han impuesto; el terror que impone la fidelidad o el hecho de ser infieles; se recuerda el denominado Santo Oficio’ que, como mecanismo de poder, se encontraba larvado, el (…) nacimiento de la Inquisición, llevaba en cambio, a un rigor penal más lógico; el “juicio del hombre” sustituía conscientemente a juicio de Dios. (…). La Inquisición estructurada se convirtió en el instrumento (…)’[2]; la persecución fue inclemente, productiva: el régimen del terror se impuso, pero también cayó; ¿y será poco recordar la saga, en la Reconquista Española y los lamentables episodios que se relatan? ‘(…) la inquisición Cartagenera fue suprimida el día siguiente de la revolución del 11 de noviembre de 1811 y los inquisidores desterrados. Restablecido por don Pablo Morillo en 1815, el poderoso tribunal fue de nuevo y para siempre eliminado en 1821 (…)[3]. Alucinante: la fuerza, el tormento, el horror: armas de imposición, arma letal.
Si hay guerra total cuáles los límites ‘normativos’
que permitan la convivencia
La humanidad, nuevamente, por enésima vez, en estado de horrorizarse con el terror, con el miedo; y cada que ocurre la misma tensión: si hay guerra total cuáles los límites ‘normativos’ que permitan la convivencia; dos extremos, idéntica situación o dos momentos de la misma circunstancia, hasta que se llega, obvio, después de muchos muertos, violaciones y de muchas víctimas, para poner de presente el sujeto y no el predicado, a que los señores de la guerra, sin mover un músculo, sentencian: volveremos, después de tantos (…) muertos. Ya no se cuentan los años sino los muertos.
Una cadena, un espiral que siempre escala hasta llegar al glamour de la guerra, establecido en los Convenios de Ginebra, ya en busca de límites, entonces, en busca de la paz.
Por ello, en el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, se lee: ‘(…) Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, (…)’
Así, a sabiendas de las consecuencias horribles del terror y del miedo, el organismo multilateral acepta en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, ‘(…) el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias; (…)’
En el proceso hacia la paz, el cómo,
el mecanismo escogido para la incorporación de los acuerdos
provenientes de La Habana, va a dar sentido al Estado
Pero… ¿qué pasa? Miren Ustedes los últimos acontecimientos, miren la reacción frente al temor y al terror; ¿se podrá llegar a un punto de entendimiento?; en el entretanto ¿cuántas víctimas faltan? ¿Cuántas para volver a pensar en el glamour de la paz?
De la Aldea Grande, de lo global, a la Aldea Pequeña: en pleno proceso hacia la paz, ojalá honrando los compromisos internacionales y el respeto a la institucionalidad, nos encontramos ante hechos que nos hacen reflexionar, se debe eliminar la barbarie y por ello el cómo, el mecanismo escogido para la incorporación de los acuerdos provenientes de La Habana, va a dar sentido al Estado y, por supuesto, a la sobrevivencia del modelo acogido en la Constitución de 1991. En punto volveremos.
[1]José María VARGAS VILA. Los Césares de la Decadencia. Colección Lista Negra. Planeta. Bogotá. 1995.37.
[2]Natale BENAZZI; Matteo D’AMICO. El Libro Negro de la Inquisición. Intermedio. Bogotá. 2001. estadoPág. 23.
[3]Eduardo LEMAITRE. Historia detrás de la Historia de Colombia. Planeta. Bogotá. 1995.