Cuando Máximo, protagonista de la épica cinta El gladiador, regresó a Roma esclavizado por el negocio del espectáculo, se recreó una escena en el coliseo en la cual se hizo comprensible la frase “pan y circo”. Las dos palabras encierran una verdad social: “la inconsciencia sugestiva” alimentada con el más elemental de los sustentos, el pan, y el más visceral de los espectáculos, el circo. En otras palabras, en tanto se mantenía entretenido, distraído y alienado al pueblo, se podrá venderle la sensación ilusoria de bienestar.
Sin embargo, al final de la película se configura la caída del emperador y tácitamente la caída de un modelo político, económico y social que oprimía a las mayorías, a los menos favorecidos.
La realidad pandémica por la cual atravesamos me hace situarme en los escenarios del gladiador 2020, y empiezo por entenderla citando a Nietzsche en su tesis del “eterno retorno”, según el cual todos los acontecimientos del mundo, pasados, presentes y futuros tienden a repetirse eternamente, incluso se renueva eternamente la oportunidad de transformar las situaciones que confunden y enferman la tranquilidad psicológica y social de todo ser humano.
Entendamos el Imperio romano de este milenio a partir del modelo económico impulsado por el capitalismo e instrumentalizado en el consumismo, la herramienta de manipulación que nos ha hecho retornar nuevamente al contundente pan y circo.
Y es que las necesidades impuestas por esta economía-imperio se incubaron e hicieron metástasis en la humanidad, emergiendo la vanidad, la prepotencia, el egocentrismo y el narcisismo como rasgos característicos de la masificación.
No obstante, el eterno retorno presenta la oportunidad para “zafarnos” coherentemente del sistema que nos ha cegado y entorpecido por décadas, de tal manera, la cuarentena y el encierro son la excusa visceral para preguntarnos conscientemente si realmente necesitamos tanta superficialidad para ser felices, ¿Necesitamos tantos títulos universitarios, maestrías y doctorados para sentirnos reconocidos? ¿Necesitamos un auto de lujo, una mansión y una finca para presumir y sentirnos seguros? ¿Necesitamos youtubers, influencers, coachs, estrellas del espectáculo, para guiarnos hacia la felicidad? Definitivamente no, el coronavirus es el máximo del gladiador, ha venido para liberarnos de esquemas falsos, de creencias ilusorias y de la banalidad e injusticia que nos habita como amo y señor autoritario.
Gracias pandemia, hago parte de tu legión.