Después de año y medio de pérdidas tras pérdidas, Dago Bohórquez no aguantó más y se declaró en quiebra. La crisis de la papa que viene creciendo como una bola de nieve desde 2020 arrasó con él y con por lo menos 70.000 productores más. Bohórquez, que llevaba 55 años en el negocio sembrando en distintas fincas en Usme, al sur de Bogotá, quedó debiendo 500 millones de pesos, sacó a su hijo de la universidad y los bancos ya le quitaron un carro, pero todavía van por más. Su historia se repite entre los paperos de Cundinamarca, Boyacá y Pasto, y solo los grandes productores han logrado aguantar, entre ellos Rafael Torres, Ómar Vanegas, Miguel García —el papá del actual gobernador de Cundinamarca, Nicolás García— y Jairo Calderón, dueño de la productora Sánchez y Calderón.
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Primero fueron las heladas a principios de 2020, luego vino la pandemia que obligó a los paperos a sacar los bultos a las carreteras y regalarlos por $20.000 pesos y finalmente, cuando todo parecía más estable, los precios de los insumos químicos —todos se importan— por las nubes dieron la estocada final. Hoy apenas unos 30.000 paperos siguen de pie tapando los huecos que les ha dejado en sus bolsillos una mala racha que no parece tener fin.
Hoy la papa se cotiza por lo alto y los grandes paperos, unos 15.000 mil, lo están aprovechando, pero no para volverse ricos, sino para salir de deudas. Jairo Calderón, sentado en su oficina ubicada en Madrid, Cundinamarca, no para de hacer cuentas para explicar lo que ha vivido en este último año y medio. Sigue en pie porque tenía un respaldo económico, empresarial y bancario que le permitió perder y seguir perdiendo. Ese es el capitalismo en el que sobreviven los más fuertes. Calderón lleva sobreviviendo, así 30 años.
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Calderón comenzó cargando y descargando bultos de comida como ayudante de un camión en Almeida, su pueblo, al sur de Boyacá. Luego se convirtió en el conductor de ese camión y a los 25 años, con una esposa y una hija a cuestas, llegó a la gigante Bogotá en busca de futuro. El sueño de ser conductor de bus en la ciudad no se logró. Cargó bultos como cotero en la famosa Industria Harinera, hasta que lo sacaron por ser una amenaza para sus coordinadores por buen trabajador.
Junto con su expatrón del pueblo compró una camioneta de estacas modelo 1946 que aún conserva en el garaje de su empresa, con la que cazaba clientes en Corabastos para hacer acarreos.
Trabajando como repartidor para una empresa que llevaba papa hacia Venezuela conoció los secretos del negocio y empezó a comprar bultos y bultos de papa y a hacer clientes en el país vecino en donde lo veían como gran empresario, pero lo único que tenía era un garaje lleno papa en una casa del barrio Boitá, en el sur de Bogotá. Fue su primera bodega y la llamó JC. Le compraba la papa a campesinos de Boyacá y él mismo se la llevaba a sus clientes venezolanos.
Mientras que Jairo Calderón se rebuscaba espacio en el negocio de la papa, Miguel García, el padre del político cundinamarqués, ya tenía unas cuantas hectáreas de tierra sembradas. Desde muy joven forjó su propio camino. La tierra heredada empezó a trabajarla con la uñas. Con préstamos tras préstamos sacó adelante cultivos de papa y arrendaba más y más tierra, hasta llegar a tener hasta unas 1200 hectáreas llenas de papa, que lo convirtieron en el papero mayor del país.
Desde hace un par de años, antes de que llegara la pandemia, Miguel García entregó más de la mitad de las tierras que tenía en arriendo para la cosecha de la papa y cambió de negocio. La ganadería se convirtió en su nueva gran inversión. Quiso poner su dinero en un negocio más rentable y más seguro que la agricultura, pero aunque entregó unas 600 hectáreas, el padre del gobernador sigue siendo uno de los pocos que están ganando con los actuales precios de la papa.
Para el año 2000 a Calderón ya lo conocían como papero importante, pero su éxito llegó cuando buscó músculo financiero en Luis Alfredo Sánchez Coy, otro papero, pero con mucho más dinero. Entre los dos crearon la que hoy es una de las empresas más grandes en el sector de la papa en el país, la Productora y Comercializadora Sánchez y Calderón. Sus clientes son Frito-lay, Papas Margarita, Mccain, Yupi y otras más. Entre el año 2001 y 2007 Jairo Calderón y su socio fueron los mayores exportadores de papa de Colombia.
Pero las crisis llegan para todos. El Paro Agrario de 2013 golpeó con fuerza a Calderón y cuando iba recuperándose el 2020 embistió con fuerza. Solo a mediados de ese año ya había perdido $3.000 millones, es decir, unos cuatro años de utilidades de su empresa.
José Cortés, uno de los intermediarios del negocio, que pone papa en Corabastos, explica que por estos días el precio se trepó porque no hay producto en los campos. Aunque los gigantes están atendiendo el mercado, los campesinos dejaron un hueco bastante grande que no ha sido fácil tapar. Cortés le vendía a los comerciantes de Corabastos unos 20 camionados de papa a la semana y hoy está poniendo solo uno o máximo dos al día.
“El precio se elevó porque los empresarios se ‘mamaron’ de perder”, dice Cortés y así también lo dice Jairo Calderón, quien confiesa que al no haber otros jugadores en el mercado el precio se incrementó y ellos aprovecharon el momento para recuperarse. En una entrevista ministro de agricultura, Rodolfo Zea, declaró que por efecto de oferta y demanda se están corrigiendo los precios de la papa, con lo cual los campesinos están recibiendo un precio justo; pero el ministro solo se refería a los pocos que quedaban en juego; los pequeños que se quebraron dicen sentirse abandonados por el gobierno, pues ni siquiera los mencionó.
El precio de la papa al día de hoy se ha quintuplicado en las tiendas de barrio, mientras que en Corabastos un bulto que antes valía entre $60.000 y $80.000 hoy está entre los $140.000 y los $160.000. Desde hace tres meses Jairo Calderón le está sacando el jugo a la situación y ha logrado pagar algunas deudas que ya iban por los $8.000 millones. El aguantar a las malas, porque realmente no sabe hacer nada más sino cultivar y vender papa, le dio oportunidad a Jairo Calderón para recuperarse y consolidar su nombre entre pocos como uno de los gigantes de la papa de Colombia.